Capítulo 3

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Llevaban ya una semana en la Madriguera, la familia Weasley había recibido a Dudley con los brazos abiertos, a pesar de que la señora Weasley había estado un poco arisca al principio con él ya que recordaba que era parte de esa horrible familia que había hecho que Harry la pasara mal por muchos años; pero ya todo estaba mucho mejor con ella. Le encantaba darle de comer al chico.

Esa tarde calurosa los chicos se encontraban en la sala mientras la señora Weasley había salido; el señor Weasley estaba trabajando; Fred y George estaban en la tienda e irían más tarde a cenar; Bill y Fleur habían salido, al igual que Charlie y Natalie.

-¿A dónde fue mamá? -preguntó Ron, quien estaba acostado en el sofá.

-Fue a casa de los Lovegood -dijo Hermione desde el suelo-. Es una lástima que Luna no esté en casa con su padre, pudimos haber ido a visitarla.

-Me pregunto si habrá algo entre ella y Neville -dijo Ginny con la mirada perdida y se acomodó mejor entre el abrazo de Harry-. Es mi mejor amiga y no me cuenta nada.

Todos suspiraron al mismo tiempo.

-La señora Weasley dijo que pronto iremos al callejón Diagon -comentó Dudley, quien estaba apoyado contra la pared-. Estoy emocionado por entrar.

-Todos se emocionan por entrar -dijo Ron de manera aburrida, con la mirada fija en el techo-, pero luego los nervios te traicionan, créeme, lo digo por experiencia.

-Si, tanto que te manchaste la nariz con no sé qué -le recordó Hermione.


Al día siguiente el movimiento comenzó desde la mañana, todos desayunaban rápidamente para irse al callejón Diagon a hacer las compras necesarias antes de que iniciara el año escolar. Hermione estaba más nerviosa que de costumbre y, sin darse cuenta, golpeó la cabeza de Ron al momento de levantarse de la mesa.

-Por Merlín, Hermione -se quejó el pelirrojo sobándose la cabeza.

-Lo siento, Ronald, si no tuvieras una cabeza tan grande no te habría golpeado -respondió la castaña sin voltear a mirarlo. Ginny comenzó a reír bajito.

El señor Weasley entró en la cocina diciéndoles que era momento de irse, habían llegado dos autos del Ministerio para escoltar a Harry y a toda la familia de manera segura; por alguna extraña razón no querían dejarlos irse mediante polvos flú. Todos suspiraron con alivio y Dudley casi gritó de la emoción, había estado toda la mañana preguntando a qué hora se irían.

Subieron en el auto rápidamente y se fueron directamente al Callejón, tratando de no irse por las calles en las que había más tráfico. Al llegar al Caldero Chorreante notaron como una familia se despedía. El más grande tenía el cabello rubio cenizo y los ojos azules más brillantes que nunca habían visto y labios rosados y llenos; la chica más grande tenía el cabello negro, ojos azules, labios llenos y rojos; el segundo chico tenía el mismo color de cabello que su hermana y ojos color canela; la más pequeña era castaña y tenía los ojos azules. La madre de ellos lloraba mientras su padre la abrazaba para intentar calmarla.

-Cuiden bien de Lucy, por favor -decía ella entre sollozos y abrazó a la pequeña.

-Confío que sabrás mantenerlos fuera de peligro, Peter -dijo el padre mirando a su hijo mayor.

Siguieron su camino dejando a la familia atrás. Hermione volteo un poco a mirarlos por última vez, el mayor de ellos le devolvió la mirada y ella sintió como se sonrojaba. Había algo en su mirada que hizo que su estómago se apretara y después una sensación de cosquillas se apoderara de él.

-Ten más cuidado, Granger -escuchó que le decían y rápidamente reconoció al dueño de esa voz que arrastraba las palabras.

-Déjala en paz, Malfoy -salió Harry en su defensa, los demás se habían adelantado.

Harry Potter: El Misterio de los HerederosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora