Con cada paso que dábamos, más nerviosa me ponía. No sabía lo que me esperaba a la vuelta de la esquina. ¿Cómo sería él? Me pregunté en silencio, sin perder el ritmo de mis pasos por aquél blanquecino piso. Hasta ahora, todos los vampiros que había conocido, eran muy guapos y atractivos, incluso el bruto de Nicolás, aunque no muy adorables que digamos...
Mientras continuaba con la marcha, recé a Dios en voz baja, para que Eric no se pareciera en nada a éste último.
No tardamos en llegar a un gran salón repleto de gente, la mayoría eran vampiros, todos ellos, tanto seres sobrenaturales, como humanos, ataviados con sus mejores galas.
Y allí me encontraba yo, avanzando lentamente hacia un destino incierto, con un temblor en las piernas apenas disimulados y con el corazón latiendo a mil por hora. Tenía a cada lado mío a una de las chicas, las otras dos iban detrás de mí, y delante iba la mujer que había ido al dormitorio nupcial a buscarnos.
Noté como todos los ojos de los que estaban allí presentes, me observaban atentamente y me taladraban con sus intensas miradas. Ese hecho no ayudó a apaciguar mi nerviosismo, pues siendo el centro de atención, no era la solución idónea para que a una se le calmaran los nervios. Solo esperaba que, con la vestimenta que llevaba puesta, no se me estuviera transparentando nada, y que no fuera ése el motivo de tanto interés sobre mi persona.
Mientras cavilaba sobre eso, toda ruborizada al pensar que podría estar mostrando más de la cuenta, nuestra comitiva seguía avanzando, acortando la distancia que nos separaba hasta nuestro destino. Íbamos atravesando el centro del salón por el camino que nos dejaban libre los espectadores que nos encontrábamos al paso.
Me atreví a alzar un poco la mirada y fue cuando pude comprobar que, al otro lado de aquél amplio y espacioso salón, el suelo se elevaba a la altura de dos escalones, en una especie de tarima. Me centré en ese lugar, que al estar a más altura, destacaba ya de por sí, y descubrí que allí arriba se encontraban otro grupo de personas, pero más reducido. Distinguí entre ellos a mis padres; la otra pareja me era totalmente desconocida, pero por la palidez de sus bellos rostros, supe que no eran humanos.
Y entonces, le vi, a él, el que sería mi dueño, mi patrón, el que dirigiría mi vida a partir de esa noche.
Era apuesto, ¡gracias a Dios!, demasiado, la verdad. Tenía una melena lacia y rubia, a la altura de su mentón, muy brillante y, seguramente, tan suave como la seda. He de reconocer que me entraron unas inmensas ganas de acariciarla, pero recordé que él era un vampiro: el enemigo.
Su rostro y fracciones eran muy masculinos, de un atractivo tan intenso que resultaba hasta sofocante. Parecía un Dios griego. No pude saber cuánto medía, puesto que estaba sentado en una especie de trono, pero por sus largas extremidades, que eran además bastante musculosas, sospeché que tenía una estatura más que razonable. Llevaba un traje negro de etiqueta y una camisa blanca de botones ajustada, donde se realzaba a la perfección, su musculatura bien definida. Definitivamente, era un hombre muy atractivo y con esas ropas, lucía más sexy si cabe.
Y cuándo me fijé en sus ojos, me di cuenta, de que eso fue mi perdición. Eran tan profundos, de un marrón tan claro cómo la dulce miel, que casi me pierdo en ellos, totalmente hipnotizada.
Desde que nuestras miradas se cruzaron, todo pareció detenerse a nuestro alrededor. No podía dejar de mirarle, su mirada atrapaba a la mía. Esta tan perdida en aquellos ojos dorados, que no me había dado cuenta, de que ya me encontraba justo delante de él, a unos dos metros de distancia.
Las mujeres que, hasta entonces me habían acompañado en el trayecto, se alejaron de nosotros y desaparecieron de nuestra vista. A excepción de la vampiresa que dirigía la marcha, la que iba delante de mí, y que nos fue a buscar. Era pelirroja, bajita y ahora se había plantado a nuestro lado.
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Saga La Era De Los Vampiros, Libro I: Dulce Cautiverio
RomanceCarla Morgan acaba de despertar de un largo coma para descubrir que todo había cambiado drásticamente: los vampiros existían, se habían dado a conocer, eran ahora los dueños del mundo, y ella estaba comprometida con uno de ellos sin su conocimiento...