CAPÍTULO CATORCE

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Estaba plácidamente dormida, cuando una caricia íntima me despertó. Abrí los ojos y miré hacia abajo.

Eric levantó en ese momento su cabeza de entre mis piernas, se relamió los labios y me miró dedicándome una sonrisa atrevida.

—Siento haberte despertado, amor... —Sus dedos jugaban distraídos con mis dorados rizos—. Pero es que no pude resistirme. Te he estado esperando durante demasiado tiempo y aún tenía más hambre de ti... —aprovechó el momento para mostrarme sus palpitantes colmillos.

Yo jadeé sin control, se me hizo un nudo en el estómago y sentí un calor inundando mi ingle. Giré un momento la cabeza y comprobé que aún no había amanecido, eran apenas las cinco de la madrugada.

Medio me incorporé apoyada en mis codos. Alargué un brazo y le acaricié su rubia melena, él se inclinó más hacia delante y atrapó con su insaciable boca uno de mis pezones.

Cerré mis soñolientos ojos y alcé la barbilla hacia arriba, echando la cabeza para atrás. Di un profundo suspiro. Mis dedos no dejaron de masajear su cuero cabelludo, mientras el se saciaba devorando mis pechos. Jugó con uno, luego con el otro. Iba de un seno al otro, totalmente descontrolado.

Sin previo aviso, noté la presión de su húmeda cabeza empujando en la entrada de mi sexo. Con un ronco rugido, me penetró profundamente, hasta la empuñadura. Mi respiración se interrumpió por un breve momento, para luego retomarla de nuevo, con un ritmo entrecortado. La sentía muy dura dentro de mí, reclamándome, haciéndome suya una vez más.

—¡Oh, pequeña!, estás tan caliente, tan mojada... —jadeó entre mis labios mientras me besaba.

Su lengua se deslizó dentro de mi boca, exigiendo la atención de la mía. No lo defraudé, mi lengua se entrelazó con la suya en un ritual erótico.

Su embiste se hizo más profundo. Mis apretados y resbaladizos músculos envolvían su formidable pene. Alcé mis largas piernas y las envolví alrededor de su cintura.

Eric dejó de explorar mi boca y comenzó a besarme la barbilla, descendió por mi garganta y se detuvo a la altura de mi clavícula, arañándome cariñosamente con las puntas de sus afilados y blancos colmillos.

Una línea delgada de sangre cálida apareció y él la lamió. No pudo reprimir el impulso que lo incitaba a doblarse más en sus caderas y enterrarse más profundo. Finalmente, sepultó sus colmillos donde mi cuello y hombros se unían.

Mi sangre caliente llenó su boca, se estremeció y tembló de placer cuando el orgasmo se apoderó de su ser.

Sentirlo llenándome una vez más de su esencia, produjo también mi liberación.

Estábamos los dos completamente saciados, acostados boca arriba, mirando el blanco techo.

Cuando mi respiración se estabilizó, me incorporé en la cama, quedando sentada en ella. Sentí una humedad extraña entre mis muslos. Pasé mi mano entre ellos y toqué algo pegajoso y caliente entre mis dedos. La alcé la mano y descubrí de que se trataba, era el semen de Eric.

Lo miré fijamente, con los ojos abiertos. ¡Por Dios!, ¡que tonta había sido! ¿Habíamos hecho tres veces el amor sin protección alguna?

La preocupación y el pánico se apoderaron de mí... No estaba preparada para estar embarazada y ser madre... ¡De un vampiro nada más ni menos!, no, aún no.

—Eric... —comencé a balbucear—. Dime que no me dejaste en cinta.

Él se incorporó y se sentó junto a mí. Después de limpiarme, pasó su brazo por encima de mis hombros y colocó mi cabeza sobre su pecho, para que descansara allí.

Saga La Era De Los Vampiros, Libro I: Dulce CautiverioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora