CAPÍTULO QUINCE

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Regresamos a la mansión justo a la hora de comer, después de quedar con los amigos de Luisa que se encargaron de hacernos la compra. Nos dieron los suministros alimenticios necesarios y tras abonarles el dinero pertinente, nos fuimos.

Los guardias nos dieron una reprimenda por haber llegado media hora tarde. Nos excusamos diciéndoles que había mucho tráfico en la carretera y pareció causar efecto, por que no dijeron nada más y nos dejaron entrar.

Apenas probé bocado, no tenía ni pizca de apetito, pero tampoco quería llamar la atención y que se notara que estaba algo alterada. Me iba a costar fingir, pero tenía que hacerlo no solo por mí bien, si no también por el de mis padres. Si alguien sospechara algo, seguro que irían con el cuento a Eric y entonces, la misión peligraría. También se acabaría descubriendo todo el asunto de la Resistencia, que yo era consciente de la existencia de la misma, y eso me metería en un grave lio.

Y ya no solamente se enteraría de eso, sino que además se negaría a que me presentara sola en el punto de encuentro con los Renegados para un intercambio.; y no podía arriesgarme a perder a mis padres para siempre por eso. Tenía que ceñirme al plan y evitar encontrarme a solas con él. Pero eso iba a ser muy, pero que muy difícil...

Palmeé con la mano derecha sobre el bolsillo de mis pantalones jeans, para asegurarme que la droga continuaba allí.

Suspiré y después de dejar mi plato en el fregador, me fui directa a mi habitación.

Eric seguía dormido, pero no tardaría en levantarse y con suerte, se iría a hacer algún mandado relacionado con sus asuntos políticos.

Me fui al baño contiguo a darme una buena ducha, a ver si así despejaba mi mente y perpetraba la manera de salir de allí, esa noche y sin llamar la atención.

Y entonces se me ocurrió una brillante idea, iba a aprovecharme de la boda de mi prima, que sería dentro de una semana, para tener una buena excusa para salir de nuevo al exterior.

Un rato después, salí de la ducha y fui al dormitorio a vestirme. Luego llamaría a Luisa, pues iba a necesitar de su colaboración.

Estaba tan concentrada en mis pensamientos, que no noté mientras estaba de pie enfrente del armario, cómo Eric se colocaba detrás mía y me abrazaba la cintura con sus fuertes brazos. Di un pequeño brinco por la sorpresa y un débil jadeo escapó de mi boca.

—¡Ey, pequeña!, no te asustes —susurró Eric al oído, mientras me apretaba más contra él.

Yo suspiré y dejé caer mi cabeza hacia atrás, para apoyarla sobre su musculoso y suave pecho.

—¿Qué hora es? —pregunté mientras continuábamos abrazados de esa manera tan cercana e íntima.

—Casi las tres y media —Ahora empezó a restregarse y contonearse detrás mía, para que notara lo excitado que estaba y lo que tenía en mente hacer—. ¿Por qué lo preguntas?, ¿vas a salir?

Me giré lentamente sin soltarme de su abrazo, quedando cara a él y con la cabeza todavía apoyada en su pecho. Su viril y endurecido miembro se presionaba contra mi estómago.

—La verdad es que sí, tengo que hacerlo ya que he quedado —noté cómo se ponía rígido—. Pero no te lo preguntaba por eso. Simplemente tenía curiosidad, pues se me antojaba que te habías despertado más temprano de lo habitual.

—Cierto, la verdad es que lo he hecho por que tengo una cita muy importante a las cuatro y cuarto. Por eso nos vamos a saltar el almuerzo y la llevaremos a cabo aquí, si te parece bien... —Me levantó la barbilla y me besó; sobraron las palabras, él sabía de antemano mi respuesta.

Saga La Era De Los Vampiros, Libro I: Dulce CautiverioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora