Estuvimos de regreso justo cuando el reloj marcaba la medianoche. Estaba reventada, el día había sido muy ajetreado y emocionante y ahora, me estaba pasando factura.
Una vez que estuvimos en la mansión, Eric se fue a su despacho a atender sus asuntos políticos y yo, me fui directamente al dormitorio. Llamé por teléfono a Luisa para que me trajera algo para cenar. Aproveché que tenía el aparato en mis manos para llamar a Julia, apenas tuve tiempo para hablar con ella después del episodio de su casa. Le pregunté que tal se encontraban y si había vuelto Nicolás por allí. Me respondió que no, que solo había regresado uno de los vampiros que nos acompañaban, para hacer guardia esa noche. También tenían a Teresa para protegerles, porque aunque ella era una mujer, no dejaba de ser una vampiro. Me comentó que habló con Ricardo dándole la buena noticia y que habían quedado para verse mañana por la mañana. Pensaban organizar de nuevo la boda y celebrarla lo antes posible.
Me alegré bastante por ella, quedamos en vernos en breve. Me despedí dándole las buenas noches.
Estaba colgando el auricular, cuando llamaron a la puerta con el correspondiente código. Luisa traía en su carrito, una cena deliciosa, o por lo menos eso parecía por su buen olor. Desde que nos hicimos buenas amigas, me mimaba mucho y me preparaba los mejores manjares conocidos. Le dije que me acompañara y le conté todo el suceso ocurrido esa misma noche.
—Por eso mismo, Carla, queremos la libertad, para escapar del control de vampiros como ese tal Nicolás —me comentaba ella en voz baja.
No se lo discutí, pero cada vez me parecía mi encarcelamiento menos desagradable. Me atrevería a decir que lo consideraba un dulce cautiverio.
Eric era muy bueno conmigo y con los míos. A mis padres les ofreció y les dio el dinero que necesitaban y nunca se aprovechó de ellos, ni siquiera para alimentarse. Luego, liberó a mi prima Julia y a su familia del poder maléfico de Nicolás...
Sin duda Eric era todo un caballero y me amaba. Por lo menos, eso parecía.
En cuanto terminé, Luisa se marchó con el carrito hacia la cocina y luego me dijo que se iba a descansar. Yo pensé en hacer lo mismo, pero antes necesitaba una buena ducha relajante.
***
Eric escuchó la ducha corriendo en el baño adyacente y se asomó por la puerta entreabierta.
Yo estaba debajo del chorro de la ducha, mis manos apoyadas sobre los azules azulejos y mi columna vertebral arqueada elegantemente. Tenía la barbilla inclinada hacia atrás, capturando la ráfaga humeante de las gotas de agua caliente. Mi pelo empapado, se aferraba a mi cuerpo, cubriéndome la espalda cómo un manto.
Noté su presencia, pero no me volví a mirarlo. En cambio, cogí la pastilla de jabón y después de restregar con fuerza en mis delicadas manos, comencé a enjabonarme el cuerpo con la espuma. Mis movimientos eran lentos, provocativos. La sedosa espuma me acariciaba allí donde yo me tocaba. El agua seguía cayendo, humedeciendo ahora mi redondo trasero. Eric tenía buena vista de ello desde su posición.
Me giré lentamente y lo miré. Le dediqué una seductora sonrisa. Él estaba apoyado en el marco de la puerta, me miraba con ojos hambrientos. Su excitación era más que evidente.
Entonces, reuní el valor suficiente y le invité.
—Eric... Ven a mí.
Sus ojos se abrieron como platos por la sorpresa de mis atrevidas palabras y no denegó la invitación. Se deshizo de sus negros zapatos, se desabrochó los pantalones y los dejó caer al suelo. Los apartó de su lado con una patada. Le siguió su camiseta y por último, sus calzoncillos.
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Saga La Era De Los Vampiros, Libro I: Dulce Cautiverio
RomanceCarla Morgan acaba de despertar de un largo coma para descubrir que todo había cambiado drásticamente: los vampiros existían, se habían dado a conocer, eran ahora los dueños del mundo, y ella estaba comprometida con uno de ellos sin su conocimiento...