CAPÍTULO DOCE

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Mis padres estaban preocupados por mi tardanza, por eso les dije para tranquilizarlos que salí a ver a una amiga y que todo iba bien. Me fijé que la mesa estaba ya preparada. Había una bandeja de cristal transparente en ella, con cordero asado y patatas, que la precedía.

Apenas hablamos durante la comida. Y la única conversación interesante fue el tema sobre el pago de las facturas atrasadas que mis padres abonaron esa misma mañana en el banco.

Tras comer y viendo que todavía quedaba una media hora o así para que se levantara Eric, aproveché para hacer unas cuántas llamadas a mis amigas.

—¿Ángela, eres tú? —pregunté a través del auricular.

—¡Hola, Carla! ¡Qué alegría volver a hablar contigo! —contestó desde el otro lado de la línea.

—¿Qué tal?, ¿cómo van las cosas por ahí?

—Bueno, la verdad es que bien, dentro de lo que cabe... —Hizo una pausa—. ¿Y tú?, ¿qué tal tu emparejamiento?

—Podría decir también lo mismo que tú, pues no me puedo quejar... Por cierto, ¿estás emparejada con alguno? —Ella ya sabía que me refería a un vampiro.

—Sí, además lo conoces. ¿Te acuerdas de Samuel?

—¿No me digas que él también era uno de ellos? —pregunté sorprendida.

—Así es, pero solamente lo eran él y Álex. ¿Te acuerdas también de él, verdad?

¡Qué me lo digan a mí si lo recordaba!

—Efectivamente, ¿qué sabes de él?, ¿se emparejó con alguna del grupo? —No sabía por qué, pero tenía curiosidad por saberlo.

—Que yo sepa, no. Y del grupo la única que se ha librado de ser emparejada ha sido Beatriz, pues su hermana mayor Lorena, se ha unido con uno.

—Ok, me alegro por ella... —Ahora fui yo la que hice una pausa—. Y tú, ¿eres feliz con Samuel?

Quizás mi pregunta sonara estúpida, ¿quién sería feliz estando casada en contra de su propia voluntad? Y sobre todo si éste se trataba de un vampiro...

—¿Quieres que te sea sincera? —Sin darme tiempo a responder, añadió—: Pues sí que lo soy. Samuel me gusta bastante y es muy bueno conmigo y con mi familia.

—Bueno, me alegra saber que todo te vaya bien. En serio, como te dije, yo tampoco puedo quejarme... Es solo que aún no me he adoptado a este tipo de vida —concluí.

—Carla, apenas llevas más de una semana fuera del coma, es lógico. Yo llevo en este nuevo mundo casi cuatro meses y todavía no he logrado adaptarme del todo —la oí reírse suavemente—. Te acostumbrarás. Bueno, he de dejarte, Samuel acaba de levantarse.

—Está bien, ya volveremos a hablar otro día.

—No lo dudes —afirmó—. Por cierto, gracias por llamarme e interesarte por mí. Me ha encantado tu llamada.

Me despedí de ella y llamé a mis otras amigas. Todas parecían felices con sus nuevas vidas. Solo me preocupaba Julia, que volvía a no cogerme el teléfono.

—¡Ah!, estás aquí... —La aterciopelada voz de Eric me sacó de mis ensimismados pensamientos.

Me levanté de la silla en la que estaba sentada, que estaba junto a la mesita de mimbre, donde se encontraba el teléfono, para que nuestras miradas se pudieran encontrar.

—Sí, bueno, haciendo unas cuántas llamadas —le sonreí—. ¿Qué tal dormiste? —No sabía qué decir. La última vez que nos vimos, él estaba ocupado con cierto aparato en sus manos y me pilló observándolo.

Saga La Era De Los Vampiros, Libro I: Dulce CautiverioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora