Capítulo II

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Un coronamon corría a toda prisa, esquivando las trampas que se encontraba a su paso. En realidad no le preocupaban mucho las trampas, pues sabía que podría salir de ellas con facilidad, pero no quería salir herido ni llegar demasiado tarde o Tami se preocuparía.


En un momento dado giró a la derecha rodeando un árbol, se detuvo y apartó las muchas plantas que había sobre lo que parecía ser una roca, pero que en realidad era la entrada a una especie de cueva. Tapó la entrada de nuevo y caminó en silencio. Estaba todo completamente a oscuras, pero su propia llama permitía ver levemente el camino. Pasado menos de un minuto se detuvo y palpó en la oscuridad, buscando el sitio exacto para poder pasar sin chamuscarse. Cuando lo encontró traspasó aquella barrera sin problemas, como si no tuviera esencia física, y se encontró de repente en una luminosa habitación, que hacía contraste con la oscuridad de la cueva.

Al fondo, sentados alrededor de una enorme mesa, se encontraban Tami, Jake y Monodramon hablándole a un pequeño holograma de visibilidad difusa. En el sofá, que se encontraba frente a una chimenea apagada, estaban Chika y Lopmon durmiendo abrazadas. Coronamon se acercó y el hombre bajito y anciano que reflejaba el holograma se giró para mirarle.

-Coronamon –dijo Tami levantándose al darse cuenta de que había vuelto–. ¿Cómo estás?

El digimon se acercó a su compañera y se sentó a su lado.

-He visto algo. Una brecha o algo por el estilo –explicó.

-¿Una brecha? ¿Qué clase de brecha? –Preguntó Jake.

-No lo sé –dijo pensativo–. Una brecha en el cielo, en mitad de la nada. Apareció de repente y desapareció después de la misma forma.

-¿No tienes idea de lo que puede ser? –Inquirió Tami.

-Puede... Vi algo salir de ella. Creo que era un humano, pero no estoy seguro. Estaba muy lejos.

Jake y Tami se miraron. Hasta entonces, los únicos humanos de los que tenían constancia que habían pisado el mundo digital eran ellos dos y Chika. ¿Cómo era posible que, de repente, alguien abriera una puerta de la nada?

-¿Pero eso es posible? –Le preguntó Tami al holograma, dudando. No dudaba de su compañero, simplemente creía que podía haberlo confundido con algo. Tal vez un digimon humanoide. No lo sabía.

El hombre se quedó pensativo durante unos minutos. No era la primera vez que pasaba, eso lo sabía, pero llevaba tantos años sin pasar que lo consideraba casi imposible.

Ya cuando los cuatro presentes habían empezado a pensar que no respondería, levantó la cabeza y contestó:

-Es posible. El mundo digital siempre ha sido privado, de alguna manera, para los humanos, pero en determinadas épocas ha habido un selecto grupo de personas, sobre todo de niños, que ha tenido la libertad de entrar y salir cuando ha querido. Desde La Guerra no sé de nadie, aparte de vosotros tres, que haya pisado este mundo, pero nunca debemos descartar la posibilidad. Tampoco me esperaba que tuviera que llamarles a ustedes a estas alturas –sonrió–. Fue toda una sorpresa.

Monodramon sonrió feliz, abrazándose a su compañero, que le correspondió apenado. Era cierto, de no haberlos llamado nunca hubieran conocido ese mundo ni a sus compañeros digimon, pero tampoco hubieran estado en peligro como lo estaban en ese momento ni hubieran tenido que buscarse la vida para sobrevivir en un mundo que ni siquiera les recibía con los brazos abiertos. Jake no estaba seguro de si las ventajas valían la pena frente a las desventajas, pero no se arrepentía lo más mínimo: quería luchar. Las que sí le daban pena eran Tami y Chika. Tami pasaba porque por lo menos podía arreglárselas sola, pero Chika aún era demasiado joven para enfrentarse a lo que se avecinaba. Solo tenía siete años. ¿A quién se le había ocurrido la brillante idea de traer a una niña tan pequeña a un lugar tan peligroso? No tenía sentido.

Digimon Adventure: Futuro ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora