Capítulo III

240 19 3
                                    


-¿El elegido del Conocimiento? –Preguntó Tami, curiosa.

-Exacto –respondió Gennai, feliz de ver a Izzy después de tantos años–. Uno de los primeros ocho niños elegidos. Se podría decir que siete, en realidad.

Los tres elegidos actuales lo miraron con detenimiento. Para haber sido un niño elegido, había quedado bastante trastocado, y eso no depositaba demasiadas esperanzas en los chicos.

Katia y Nana, por su parte, no habían entendido nada de la historia. Las únicas posibilidades que había eran que estuvieran soñando o que se hubieran vuelto locas, y lo primero, se temían, no era posible.

Gatomon se había quedado apartada sin siquiera mirarlos, escuchando a Izzy y a Gennai contarle a los chicos de quién se trataba el primero. Izzy, por otro lado, les hablaba a los chicos, pero solo miraba a Gennai y a Gatomon. Los tres elegidos supusieron que al llevar tanto tiempo sin verlos era normal que estuviera tan entusiasmado, pero parecía ser que Gatomon no estaba tan contenta. De todas maneras, ¿habían visto alguna vez a Gatomon contenta? Por mucho que hicieran memoria, ninguno de los tres conseguía recordar ningún momento en el que Gatomon expresara algún sentimiento que no fuera resentimiento o desprecio por algo o hacia alguien.

En cambio, cuando Izzy miraba a la gata solo podía ver a aquella con la que vivió tantas aventuras, aquella que quería tanto a Kari y que se hacía la dura en más de una ocasión. En realidad su comportamiento pasota le recordaba en cierto modo a esa Gatomon, y eso le gustaba.

-¿Y por qué nosotros no tenemos emblemas? –inquirió Chika.

Izzy miró a Gennai. No sabía la respuesta a esa pregunta, y aún no había perdido esa curiosidad que lo caracterizaba cuando era niño, así que prestó atención.

El hombre del holograma meditó un momento.

-En realidad no lo sé –confesó–. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, y ni las condiciones son iguales ni los elegidos son iguales.

-¿Por qué han tardado tanto en elegirlos? –Preguntó Izzy de repente, para sorpresa tanto de Gennai como de Gatomon, que se giró y los observó, curiosa– El mundo digital lleva treinta años en guerra y nosotros desaparecimos hace más de veinte. ¿No han tenido tiempo suficiente para llamar a alguien?

Todos los de la sala veían al anciano, de repente, más cuerdo que nunca. Al menos los más jóvenes.

-Supongo que estaban esperando a los adecuados –respondió Gennai mirando a los tres elegidos–. O tal vez el momento oportuno. Quizás algo se los impedía, no lo sé.

-Abuelo –habló Katia por primera vez desde que habían entrado a esa cueva–. Por favor, explícanos ya lo que está pasando. Llevamos aquí horas y no nos enteramos de nada.

La voz le temblaba. Se estaba poniendo nerviosa y probablemente estuviera algo asustada. No sabía lo que ocurría, era normal. Su amiga se encontraba en el mismo estado.

-Katia –le cogió de las manos–, ¿recuerdas el libro que te dejé una vez para que te leyeras pero que nunca te leíste?

-¿Cuál de todos?

-El que te dije que era de un viejo amigo mío que había muerto hace años. Digimon –su nieta asintió–. Bien, pues si te lo hubieras leído habrías comprendido lo que está pasando. Ese libro narra nuestra historia, la historia de este mundo.

-Pero abuelo, el libro es de fantasía.

-No, no, no –negó–. Se supone que es de fantasía, ficticio, pero no es así. Es real, Katia. Es una historia real, pasó de verdad.

Digimon Adventure: Futuro ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora