Capítulo IX (Parte I)

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¡Hola! Como los capítulos son muy largos comenzaré a publicarlos por partes. ¡Espero que les guste!

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Durante varios minutos, Tami esperó la llegada del tren que la llevaría a casa. La estación estaba prácticamente vacía a pesar de que era sábado por la mañana. Era verano, así que el aire estaba caliente y el sol brillaba más que en cualquier otra época del año. No muy lejos, las cigarras emitían su particular sonido y los pájaros piaban, devolviéndoles una respuesta que nadie era capaz de comprender. Tami se había colocado sobre las piernas la bolsa de la compra, con harina, semillas de sésamo, tofu y huevos que su abuela le había pedido. Por suerte, la bolsa no pesaba demasiado.

A su izquierda, a poco más de cinco metros, un grupo de seis adolescentes reía a carcajadas. Llevaban mochilas colgadas de la espalda y tenían ropa cómoda y gorras para protegerse del sol. Tami supuso que irían a algún pueblo a pasar sus primeras vacaciones sin adultos. También a su izquierda, con un carrito de la compra, había una anciana. Parecía mayor que su abuela. Llevaba un vestido por debajo de las rodillas que Tami pensó que le estaría dando calor, y se preguntó si no tenía a nadie que le hiciera la compra. A su edad debía ser todo un reto salir del pueblo para comprar lo necesario.

-Vaya, qué calor hace.

Tami se sobresaltó. Sentada a su derecha había una mujer de la cual no se había percatado antes. Era joven, no llegaría a los cuarenta años. Tami pensó que era guapísima, como las modelos de piel perfecta que anunciaban cremas rejuvenecedoras en la tele. Llevaba el pelo rubio recogido en una coleta alta, y sus brillantes ojos color avellana estaban rodeados por unas pestañas que parecían interminables. Tenía la piel tan blanca y perfecta que, si no hubiera tenido el rubor en las mejillas que aseguraba que corría sangre por sus venas, Tami hubiera pensado que era una muñeca de porcelana. A pesar de ello, la piel brillaba con una preciosa luz propia. Era, sin duda, una mujer que no pasaría desapercibida en ningún lugar.

-Perdona –se disculpó–, creí que me habías visto llegar.

-No, no se preocupe –respondió.

-Puedes tutearme, si quieres –sonrió–. Hace mucho calor, ¿verdad?

-La verdad es que sí.

-Qué suerte tienes. Echo de menos las vacaciones de verano del colegio. Me pasaba el verano entero yendo a lugares alucinantes con mis padres o con mis amigos. ¿Tú vas a un lugar alucinante este verano?

Tami pensó durante un momento. No iba a salir del pueblo de su abuela más que para ir a hacer la compra y alguna que otra cosa más.

-Sí –respondió al fin, pensando en que la casa de su abuela era de los lugares más alucinantes en los que había estado nunca.

-Me alegro. Mi hijo este año no se irá de vacaciones. Tiene más o menos tu edad. Se llama Jake.

Tami giró el cuello para mirar a la mujer y el tren entró en la estación, justo delante de ambas. La mujer la miraba, aún sonriendo. Entonces el tren se detuvo y las puertas se abrieron. Mientras el grupo de amigos y la anciana entraban en el tren, la mujer buscaba su cartera en el bolso. Al sacarla, la abrió y cogió una foto. Se la enseñó.

-Mira, este es –dijo–. Tiene doce años.

La niña miró la foto. En ella había un chico de pelo rubio y ojos verdes, abrazando por la espalda a la mujer que tenía al lado. Los dos sonreían con el objetivo de inmortalizar en una foto la felicidad que los embargaba en ese momento. Tami cogió la foto y la miró de cerca. Por algún extraño motivo, ese chico le resultaba enormemente familiar.

Digimon Adventure: Futuro ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora