Capítulo VII

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-No podemos encerrar a nadie sin ninguna razón. No tenemos motivos para hacerlo.

-¿Quieres olvidarte de una vez de la maldita moral? –Soltó la gata– No tenemos idea de quién es, TK. No podemos arriesgarnos. Aparentemente es una simple humana, pero todos aquí sabemos perfectamente que es imposible que una simple humana haya nacido y se haya criado en el mundo digital. Así que, ¿qué prefieres? ¿Quieres que le creamos y nos fiemos de ella para arriesgarnos a que nos la clave por la espalda cuando menos lo esperemos? Porque yo prefiero prevenir a curar, y creo que deberíamos tener mucha precaución. Además, no conocemos de nada a ese Wizardmon, y no sabemos lo que esperar de él.

-Bueno, Gatomon, tampoco te conocíamos a ti cuando decidimos que fueras una de los nuestros –TK la miraba a los ojos–, que no se te olvide. ¿Y nos has fallado? No todo el mundo tiene por qué ser malo.

-¿Quieres confiar en ellos? –Le retó– Adelante, confía en ellos. Pero no nos metas a los demás en el mismo berenjenal. Vamos a tenerlos encerrados hasta que yo lo diga, y no hay más que hablar.

TK dio un paso para acercarse a ella.

-Olvídalo –sentenció–. No los vamos a encerrar. No somos como ellos.

-¿Quieres morir de nuevo? –Le preguntó, sin pestañear– Te repito que adelante. Corre hacia El Gran Bando y grítales a todos que eres TK, el antiguo elegido de la Esperanza, y que estás vivo. Vamos, suicídate, no pienso impedírtelo. Lo que no te voy a permitir es que nos arrastres a los demás contigo. Te has perdido muchas cosas, por suerte para ti. Entiendo que quieras civilizar un poco la situación y volverlo más llevadero para todos. Pero créeme, la experiencia en estos 30 años me ha llevado a la conclusión de que toda precaución es poca. Me da igual ser más o menos civilizada; me da igual tener principios éticos o no. Lo que me importa es sobrevivir. Y en este mundo solo sobreviven los más fuertes e inteligentes. Los valientes y nobles no sobreviven. No, TK. Por eso casi ninguno de nosotros consiguió salir con vida. Porque fuimos tan nobles y valientes que no nos dimos cuenta de lo ciegos que estábamos. Por eso te repito que allá tú; me da igual lo que quieras hacer con tu vida. Después de todo no deberías estar vivo. Pero a los demás no nos involucres.

Todos se habían quedado callados observando la escena. La tensión que se había creado entre TK y Gatomon era más que palpable, y ninguno se había atrevido a abrir la boca. La mujer, Hana, y Wizardmon tenían ambas manos atadas y estaban custodiados por Turuiemon, que no les quitaba la vista de encima. Chika se había sentado en el suelo y se había llevado las manos a la cabeza. Estaba cansada de las discusiones de los mayores, que muchas veces no llevaban a ninguna parte. Además, llevaba meses sin descansar bien y le dolía la cabeza con facilidad. No entendía por qué no podían llevarse todos bien y hablar las cosas sin necesidad de llegar adonde habían llegado Gatomon y TK.

Izzy escuchaba la conversación pensativo, sin quitar la vista de sus propias manos, que las tenía unidas, tapándose la boca mientras apoyaba los codos en la gran mesa redonda que había en medio de la sala. Llevaba doliéndole la espalda durante varias horas y no conseguía aliviarse de ninguna manera, así que simplemente se resignó a aguantar el dolor mientras escuchaba a sus amigos discutir. Katia miraba la escena con el ceño fruncido y los labios apretados. Quería meterse para defender a Hana y a Wizardmon, pero prefirió dejárselo a TK, que tenía mucha más confianza con Gatomon que ella.

TK había bajado la mirada. Suspirando, dio media vuelta y se marchó de la cueva sin decir nada más, bajo la atenta mirada de Katia, Hana y Wizardmon.

-Pero Gatom... –Katia interrumpió su propia réplica en cuanto Gatomon le puso los ojos encima.

-No sé por qué estás aquí, Katia –Gatomon habló tranquila–, pero no hables de cosas de las que no tienes la más remota idea.

Digimon Adventure: Futuro ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora