En el tranquilo pueblo de San Pablo hay una leyenda oscura. Un cuento de terror tan famoso, que personas de todas partes del país vienen solamente a verlo. ¿A qué cosa? Fácil, la historia de terror viene de un agujero en el suelo. Sonará estúpido, pero es la verdad. Bueno, les contaré.
En el pueblo se cuenta que ese simple agujero en medio del bosque, del tamaño de una persona, es un portal. Se dice que cualquier persona que caiga en ese agujero va directamente al infierno. No se si sea verdad, pero nadie lo ha comprobado. Por lo menos no que yo sepa.
Las personas del pueblo lo comentan con discreción, porque nadie quiere que se sepa de esa maldición, pero la verdad es que todos lo saben.
Las madres asustan a sus hijos cuando se adentran en el bosque diciendoles que no lo hagan, porque podrían caer en el agujero del infierno, pero los más grandes, como los idiotas que estudian en la escuela, se retan a saltarlo de un lado al otro.
Yo, en mis dieciseis años, solo he ido una vez al agujero. Fue porque mis amigos me insistieron a ir a verlo. No quería hacerlo, pero comenzaron a burlarse de mi, diciendome que era una gallina, así que después de clase, y sin que nadie nos viera, nos metimos en el bosque.
Un silencio absoluto llenó el espacio. Árboles y hojas llenos de rocío era todo lo que se podía ver. Gabriela, la única de nosotros que había ido, era quién nos guiaba.
-Vean, luego de de este árbol torcido no van a ver más nada. Ni una hoja.- dijo, segura de saber a dónde iba.
-Es que el agujero se lleva la vida de todo lo que hay cerca de él.- me dijo al oído Betania, una chica delgada y de cara angulosa.
Lo había hecho a propósito para asustarme, porque luego de decir esto se acercó a Luis, su novio, y comenzó a reirse mientras me miraba.
-Maldita.- dije hacia mis adentros.- No entiendo por qué estás aquí si no le agradas a nadie.-
Eso era cierto, nadie soportaba a Betania. Era de las chicas que creen saberlo todo de la vida. Nunca hacía nada en clase, pero sacaba buenas notas por convencer a los nerds del salón que la incluyeran en los trabajos, y en los exámenes se copiaba de todo el mundo. Pero Luis, él era un amor. En secreto estaba enamorada de él, y muchas veces imaginaba besandonos frente a Betania, derrotada por haberle quitado a su novio.
Gabriela tenía razón, después del árbol torcido no había nada. Ni siquiera un pájaro. Y pude verlo por primera vez: Un simple hueco en el suelo, de forma redonda, en medio del suelo de piedra pulida.
-Vamos a echar un vistazo al hueco- dijo Ethan, un chico rubio y guapo, que muchas chicas amaban pero no sabían su secreto más profundo: él era gay.
-Claro, vayamos y que nos lleve el diablo.- le dije, atemorizada. Que Gabriela hubiera tenido razón en que no había nada cerca del agujero era algo de que asustarse.
-Es más, vamos a lanzar cosas al agujero, a ver que pasa.- dijo Camilo, alto y medio fortachón, la pareja oculta de Ethan.
-¡Si, deberíamos hacerlo!- dijo Cintia, la chica más guapa del colegio. Habíamos sido amigas desde siempre, fue la primera persona que me habló cuando me mudé a este pueblo. De cabello negro, tez blanca y de ojos marrones, la hacía parecer una Blancanieves moderna.
-Cintia, ¿Estás segura?- dije, con algo de miedo.
-Por favor, Cristina. ¿En serio crees todas esas estupideces que dicen? Eso parece una cloaca, o algo así.-
-No lo es.- dijo Betania.- Ese es un hueco que va directamente al infierno, yo una vez vi como se llevó a mi perro.-
-¡Basta Betania! Estás asustando a Cristina.- dijo Luis. Me estaba defendiendo.
-Bueno, entonces quédate con ella. Que sea tu novia y que te haga las cosas que yo te hago. Aunque por lo visto, parece virgen.- dijo Betania, dandole un profundo beso a Luis, mordiendole el labio y alejandose hacia el agujero, junto a Gabriela, Cintia, Ethan y Camilo.
-No te preocupes, se le pasará. Betania es así.- dijo Luis, poniendo su mano en mi hombro. Era la primera vez que me tocaba, y no quería que se alejara de mi, pero la escandalosa de Gabriela interrumpió el tierno momento.
-¡Vengan! ¡Vamos a lanzar las cosas!- gritó, y Luis me tomó de la mano y me arrastró hasta donde estaban todos.
-¿Escuchan eso? es como si corriera agua por allí.- dijo Cintia.
-Debe ser el truco del agujero.- dijo Camilo, mirando a Cintia, que se quitaba un lazo rojo del cabello.
-Si, seguro las personas creen que hay agua, pero al bajar se topan con el Averno.- dijo Ethan, sosteniendo un pequeño llavero en su mano.
-¿Ya escogieron las cosas?- dijo Gabriela.
Todos sacamos objetos pequeños e insignificantes de nuestros bolsos. Yo, un lápiz; Luis, un borrador; Betania, su boletín de calificaciones; Ethan, su llavero; Gabriela, su zarcillo derecho; Camilo, una moneda; y finalmente Cintia, su lazo rojo.
Todos arrojamos los objetos, en ese mismo orden, y cuando Cintia lanzó su lazo, el sonido del correr de agua cesó. Es más, no se oyó nada, ni nosotros hicimos ni un ruido.
-Esto ya me aburrió- dijo Betania- Vamos Luis, a mi casa.
-Si, ya pasó de moda esto.- dijo Camilo.
Todos se fueron de a poco, hasta que solo quedamos Cintia, Ethan y yo.
-¿Se imaginan que esto fuera de verdad? O sea, que este agujero llevara a,.. ustedes saben donde.- preguntó Ethan, curioso.
-No se, a mi me cuesta mucho creer eso.- dijo Cintia.
-Deberíamos irnos a nuestras casas.- dije, por alguna razón seguía asustada.
Nadie habló de ese día más nunca, y no se lo dijimos a nuestros padres, que nos castigarían para siempre si se enteraran que estuvimos cerca del agujero del mal.
Esa noche, estaba en la cama, pero no podía dormir. El miedo se apoderaba de mi cada vez más.
-No voy a volver más nunca a ese lugar.- pensé. Me levanté de la cama y comencé a rezar para poder dormir.
No podía estar más equivocado ese pensamiento. Sabía que volvería, y que sería pronto.
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El Agujero.
HorrorEn el tranquilo pueblo de San Pablo existe una leyenda que cuenta que toda cosa que caiga en un agujero ubicado en el bosque se irá directamente al infierno. Cristina y sus seis amigos hacen un pacto, cuando un error les cambia la vida para siempre.