Las sábanas de la cama estaban desarregladas debido a los movimientos que ocurrían sobre ellas. Los cuerpos se retorcían de placer moviéndose al unísono, disfrutando cada momento que estaban juntos, unidos en ese abrazo sensual. Estaban desnudos, uno sobre el otro, sintiendose una unidad. Camilo gemía de placer con cada contacto, con cada roce de la boca de Ethan contra su pecho.
-Ahh... Sigue...- jadeó Camilo cuando la boca de Ethan fue descendiendo rumbo al sur de su anatomía.
-¿Te gusta? Dime si te gusta...- suspiró Ethan, besando la perfecta 'V' que formaba el final del abdomen de Camilo.
-Me encanta... Cintia...- pero fue hasta que terminó de pronunciar el nombre cuando se dio cuenta del error garrafal que había cometido.
-¿Cintia?- dijo Ethan, de pronto saltando de la cama- Eres un maldito, Camilo. Un asqueroso depravado.-
-No.. lo.. Perdóname Ethan, amor.- dijo Camilo, suplicando mientras que Ethan se subía sus jeans, dispuesto a irse de la casa.
-Dime algo.- dijo Ethan, con su rostro crispado por la rabia- ¿Te follabas a Cintia estando conmigo?-
Camilo no sabía qué contestar. Ni siquiera tuvo idea del por qué había mencionado el nombre de Cintia en primer lugar. Él no se había acostado con Cintia jamás, aunque nunca le faltaron ganas para hacerlo. La chica siempre le había parecido atractiva y sensual, y en más de una ocasión ella se le insinuó a espaldas de Ethan, ofreciéndole una buena tarde de sexo. Pero fuera de todo, Camilo era relativamente fiel. Nunca pasaron de unos cuantos besos en los que Camilo se sintió culpable. Él quería a Ethan, con todas sus imperfecciones, a pesar de mantener su relación en completo secreto, pues los padres de ambos no sabían las preferencias sexuales de sus hijos.
-No... Jamás, Ethan, escúchame...- dijo Camilo, poniéndose un pantalón y siguiendo a un rubio que descendía furioso las escaleras de la casa de Camilo.
Ethan Hudson no podía creer ninguna de las palabras que Camilo le decía. Por más que le imploró perdón por la enorme equivocación, le hizo caso omiso. Estaba a punto de salir de la casa de Camilo, cuando una mano fuerte le detuvo el brazo, haciendole dar la vuelta. Fijó sus ojos azules en el rostro de Camilo, de facciones angulosas y fuertes. Él quería a Camilo, pero el problema era que solo lo quería para él.
Ethan no había conocido a otro chico homosexual hasta que en aquella fiesta Camilo puso sus ojos color miel en él. Desde entonces, supo que ese amor sería para siempre, el único, el indicado. El gran pecado que habitaba el corazón del hijo único de inmigrantes americanos era la envidia. Una que apareció desde el mismo instante en el que Cintia se entrometió en la vida de los dos chicos.
-Camilo... ¿Qué tenía Cintia que no tengo yo? ¿Acaso no sientes que te amo? ¿No lo ves?- preguntó Ethan con cierta indignación en la voz.
-Ella no era nada, Ethan. Te imaginas cosas que no son. Estás equivocado.- dijo Camilo, en cierto modo irritado por lo inmaduro que se comportaba su pareja a veces. Un error lo cometía cualquiera ¿O no?
Aunque, Camilo pensaba, él jamás sintió haber pronunciado el nombre de Cintia voluntariamente. No había sido su culpa. Algo le había inducido a decir el nombre de la chica que había sido tragada por el agujero del infierno.
-Lo... hubieses dicho antes...- dijo Ethan, y de pronto, lágrimas comenzaron a brotar por su rostro. Bajó la mirada hasta el suelo y se mordió el labio inferior. Camilo supo que algo andaba mal.
-Antes.... ¿de qué?- el chico alto y atlético sintió escalofríos. ¿Qué quiso decir Ethan con eso?
-Tuve que hacerlo, Camilo. Por nuestro bien. Por nosotros.- dijo Ethan, esta vez volviendo la mirada hasta la cara del chico. esta vez, el iris azul del chico vibraba con una fuerza extraña, siniestra, que le produjo inseguridad en el corazón de Camilo.
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El Agujero.
KorkuEn el tranquilo pueblo de San Pablo existe una leyenda que cuenta que toda cosa que caiga en un agujero ubicado en el bosque se irá directamente al infierno. Cristina y sus seis amigos hacen un pacto, cuando un error les cambia la vida para siempre.