Caí desde miles de metros de altura, o al menos eso me hizo sentir ver a Betania al otro lado del agujero, con su cara descompuesta por la sorpresa y el horror. ¿Cómo rayos supo en dónde nos hallábamos Luis y yo? ¿Por qué había llegado en el momento más inapropiado?
Me subí rápidamente las pantaletas, limpiando a su paso el fino hilo de sangre que se había derramado por haber perdido la virginidad de aquella manera tan animal. Estaba sorprendida por lo que había sucedido en tan solo unos pocos minutos, todo había dado un giro de ciento ochenta grados.
Luis estaba rojo mientras ocultaba su sexo aún erecto debido al acto tan carnal que había ocurrido, y comenzó a balbucear algunas palabras sin sentido. Mientras yo, no se qué ocurría dentro de mí, pero en ese momento no sentí vergüenza. De hecho, estaba más que satisfecha de verle la cara de estúpida derrotada a Betania, así como ella me había hecho sentir cientos de veces durante mi vida en el pueblo.
Me había tratado mal, humillado, hecho pasar vergüenza frente a todo el colegio; incluso hasta había tenido la osadía de copiarse de muchas de mis pruebas durante los exámenes. La odiaba por todo eso, pero aún más por el hecho de que gracias a la maldita ambición de la hija del alcalde, Luis y yo nunca pudimos ser oficialmente novios. Por eso, disfruté verla así, paralizada, acabada, como la mosca insignificante que era.
A pesar de estar en aquella situación incómoda en su máxima expresión, yo solo estaba de pie con una cara neutra, carente de todo gesto, junto a un apenado Luis que no sabía en dónde meter la cara para no tener que ver a su novia...
Ella ya no era su novia. Me lo había dicho.
Justo antes de hacer el amor por primera vez, él me había dicho algo referente a su relación con la chica de facciones angulosas. Según lo que entendí, había terminado con ella. 'Ya no se si es mi novia' me dijo, y yo lo tomé en el sentido más literal posible. Claro, a menos que todo lo que Luis me hubiese dicho fuese mentira.
Tuve un flashback del momento en el que lo conocí. Éramos apenas unos niños, pero ya él había robado mi corazón. Era el más guapo de toda la clase, y aunque era nueva en la escuela, junto a Cintia conocí rápidamente a todos, encajé, había un lugar para mí. Ese niño creció y se convirtió en un adolecente aún más atractivo. Comenzó a hacer deportes, torneando su ya de por sí buen físico. Sus ojos, eran como dos zafiros que me envolvían en una tempestad deliciosa, de un azul interminable. Luis Montenegro era el chico de mis sueños.
Pero nada bueno dura para siempre. La hija de Gilberto Vitali, el alcalde del caluroso pueblo de San Pablo de la Comarca, su nombre original, era una niña caprichosa y soberbia que dedicó gran parte de su tiempo a arruinarme la existencia. Al parecer, desde que mi familia se instaló en 'su pueblo', como ella lo llamaba en reiteradas ocasiones, le pareció que yo no era bienvenida. De una u otra forma, llegamos incluso a pertenecer al mismo grupo de amigos.
Realidad. El sol de la alta mañana me golpeó el rostro con fuerza, demasiada diría yo. Fue cuando me di cuenta del intenso dolor que sentí en la nariz, seguido de un cálido líquido que brotaba de ella. Caí al suelo con brusquedad, pero mientras caía me percaté de la mano que aún se hallaba en posición de ataque, en un puño firme y aguerrido, lleno de sangre. Mi sangre.
Betania me había golpeado con toda su fuerza en la cara, y no me había dado cuenta de lo que ocurría hasta que sentí aquel fuerte dolor, que aún me tenía tirada en el suelo, como inconsciente, aunque podía escuchar con claridad lo que aquella chica gritaba a los cuatro vientos.
-¡Eres un imbécil! ¿¡Me dejas por la porquería de Cristina!? ¿Es en serio, Luis?- exclamaba con fuerza.
Abrí los ojos, y pareció como si hubiese salido de un sueño que ahora se transformaba en una pesadlla cada vez peor. La chica delgada poseía una fuerza tremenda, por lo que no me sorprendió que ella estuviera golpeando con la palma bastante rápido la cara de Luis, quién se defendía a medias, tomándole los brazos y suplicándole perdón.
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El Agujero.
HorrorEn el tranquilo pueblo de San Pablo existe una leyenda que cuenta que toda cosa que caiga en un agujero ubicado en el bosque se irá directamente al infierno. Cristina y sus seis amigos hacen un pacto, cuando un error les cambia la vida para siempre.