Todos estábamos viendo fijamente a los objetos. Mi lápiz, el borrador de Luis, el boletín de calificaciones de Betania, el llavero de Ethan, el zarcillo de Gabriela y la moneda de Camilo. Lo que había pasado era demasiado irreal, parecía que con Cintia había sido suficiente, y el agujero nos había devuelto nuestras cosas.
No había dicho nada desde que había hablado con Betania, solo estaba ahí, mirando a mi lápiz. Había pasado un rato, cuando Luis rompió el silencio.
-¿Agarramos las cosas?- preguntó, nervioso y mirandonos a todos.
-¿¡Estás loco Luis!? Yo no voy a agarrar nada. Las cosas vienen del mismo infierno y no me voy a arriesgar.- dijo Gabriela, claramente enojada por el comentario de Luis.
-Pero, a lo mejor es nuestro deber recogerlas. Por algo nos las devolverían.- dijo Betania, que se había acercado a Luis y le había tomado la mano.
Un ligero resentimiento llenó mi corazón, aunque hacía un rato había visto la parte vulnerable de Betania, el saber que seguía con Luis me hacía miserable. Pero no podía dejar que el rencor volviera, ahora tenía problemas graves, muchísimo más graves que esos.
-¿Ahora qué le diremos a nuestros padres?- pregunté, cuando me fijé en la mancha de sangre que ensuciaba mi camisa del colegio. No podía llegar a casa de esa manera, y con la herida en la mano.
-No diremos nada.- dijo Ethan.
Todos lo miramos seriamente, impresionados por la seriedad con lo que lo había dicho.
-Pero en algún momento nos preguntarán, todos saben que somos amigos de Cintia.- dijo Gabriela, sollozando. Aún no se sentía tranquila, y con razón, porque seguíamos cerca del agujero.
-Tomaremos nuestras cosas, como una nueva promesa, no podemos arriesgarnos.- añadió Camilo, que ya había tomado su moneda del suelo.
Este era un nuevo pacto, uno del que seguramente nos arrepentiríamos.
-Yo dije que no iba a agarrar nada. Esas cosas salieron del infierno, y no voy a arriesgarme a morir.- dijo Gabriela, en un tono autoritario.
-Si nos preguntan, les diremos que no sabemos nada. Es lo mejor para todos.- prosiguió Ethan.
-Será lo mejor para Betania.- dijo Gabriela en voz baja, pero con la mala suerte que la chica la escuchó.
-¡Perra, yo no maté a nadie! ¡No soy una asesina! ¡Los odio a ustedes y los voy a acusar con la policía!- gritó Betania, dajando a Luis atrás y acercandose a Gabriela, ahora se iban a pelear ellas dos.
-¡Ya basta!- grité, estaba demasiado harta.- Betania no mató a nadie, así que dejenla en paz. La muerte de Cintia fue un terrible accidente, y fue culpa de todos. De no haber venido ella no estaría muerta, así que cada quien tomará su objeto y no diremos nada, ¿de acuerdo?-
Todos estaban callados, escuchandome. Cuando terminé de hablar, me sentí tan intimidada por las miradas de todos que caían sobre mi, así que tomé mi lápiz y me alejé del grupo.
Pude notar como todos hacían lo mismo, y sentí como Camilo se acercaba a mi.
-Eso que dijiste... Tienes razón Cristina, es culpa de todos que Cintia esté muerta.- admitió. camilo estaba muy asustado, se notaba el miedo en sus ojos color miel.
-Lo se Camilo, y desearía estar equivocada. Me siento demasiado mal por todo esto.- dije, y unas lágrimas brotaron de mis ojos.
Con su mano, Camilo las limpió y me rodeó con sus fuertes brazos.
-Nadie se va a enterar de esto, ¿verdad?- me susurró al oído. Su voz ronca se notaba a pesar de haber hablado en voz baja.
-Esperemos que no.- dije, y lo abracé aún más fuerte. Necesitaba tanto afecto en ese momento, que me agradaba que Camilo me hubiera dado ese abrazo.
Nos separamos, y él sonrió. Su sonrisa blanca era hermosa, Ethan era realmente afortunado de tenerlo a él como pareja.
-Ahora debes irte a casa y quitarte ese uniforme sucio.- repuso Camilo, tomandome de las manos, y viendo la cicatriz de la que ya no brotaba sangre-¿Cuándo te pasó esto? Fue la brisa extraña que nos lanzó, ¿cierto?-
Asentí. Al parecer nadie más había resultado herido, lo que era extraño, porque la energía que nos expulsó del círculo era tan poderosa que volamos por los aires, como muñecos de trapo. Definitivamente ese agujero era algo sobrenatural. Podía aún escuchar los gritos de Cintia pidiendo ayuda, a mi específicamente. Eso me causaba dolor y vergüenza, no podía ayudarla, el horror me lo impedía.
-Vamos a casa. Todos.- dije, y Camilo asintió. Volvimos a donde estaba el grupo, aún agitado por la disputa entre Gab y Betania.
Ethan estaba sentado en el suelo, con sus ojos cerrados, como intentando olvidar lo ocurrido. Gabriela estaba junto a él, pero estab tirada en el suelo, mirando hacia el claro cielo azul del mediodía. El clima hacía parecer que nada había ocurrido, que nadie había muerto ese día.
Luis y Betania estaban de pie, Betania apoyada en el hombro de su novio, y él consolandola. Nuestros uniformes estaban destruidos, parecía que nos hubiese tragado un tornado, no podíamos volver al colegio de esa forma.
Nos pusimos en marcha, caminando hacia el lado oeste del bosque, que daba hacia una calle cerca de nuestras casas.
Desde que me había mudado a San Pablo vivía en la misma calle que Ethan, Gabriela y Cintia, así que cuando nos separamos del resto, que vivían a tres calles después, nos hacíamos compañía. En un día normal, hablabamos de cualquier estupidez, corríamos y tocabamos los timbres de las casas; pero esta vez estabamos callados. No emitimos ni una palabra hasta llegar a nuestra calle, un camino alargado que terminaba en una pequeña plaza, al igual que todas las calles del pueblo.
La primra casa era la mía, una casa de dos pisos y con un árbol gigante de mangos que daba justo a la ventana de mi cuarto. Cuando era más joven me subía en él con Cintia y Gabriela y comíamos cuantos mangos pudieramos, pero luego solo lo usabamos para hablar de chicos, y ocasionalmente comer uno de los frutos.
Toda mi vida en este pueblo giraba en torno a Cintia, gracias a ella había logrado encajar en el colegio, podíamos hablar durante horas sobre cualquier cosa. Las lágrimas volvieron a inundar mis mejillas, pero no quería secarlas, tenía que llorar por mi amiga, se lo merecía.
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El Agujero.
HorrorEn el tranquilo pueblo de San Pablo existe una leyenda que cuenta que toda cosa que caiga en un agujero ubicado en el bosque se irá directamente al infierno. Cristina y sus seis amigos hacen un pacto, cuando un error les cambia la vida para siempre.