Capítulo 6.

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-Gabriela, dime de dónde sacaste eso.- mi voz temblaba casi al punto de las lágrimas.

La muchacha delgada y de cabello marrón y corto miraba en estado de shock el lazo de Cintia, y negaba rotundamente con la cabeza.

-No... No... ¡Esto apareció de la nada!- gritó Gabriela, mientras se movía agitadamente, lanzando el lazo hacia un rincón del baño, junto al inodoro.

-¿A qué te refieres? No pudo aparecer, el lazo nunca salió de...- me detuve, pues entendía el horror de Gabriela.

Ese mismo día, el peor de nuestras vidas, luego de que el agujero se llevara a Cintia un chorro de agua nos devolvió a cada uno los objetos que habíamos lanzado por curiosidad la primera vez que habíamos ido los siete a ese lugar... Todos menos uno: el lazo rojo de nuestra amiga. Y que de repente apareciera en manos de Gabriela  era una mala señal, algo que nos decía que aún nuestro vínculo con el agujero del mal no había terminado.

Gabriela seguía temblando, pero ya no botaba más lágrimas. Quizás sus ojos se habían secado de tanto llorar en toda la tarde, y lo entendía porque a pesar de que quería llorar desesperadamente ni una sola lágrima rodaba por mis mejillas.

-Trata de calmarte Gab.- le dije, y la tomé por un brazo, tratando de ponerla de pie, pero se soltó de mi agarre bruscamente y me miró con una expresión extraña en su rostro, como de ira. Gabriela Mora perdió el control.

-¡No me voy a calmar!- gritó, y comenzó a patalear en mi dirección. Nunca en toda mi vida había visto a Gabriela tan enojada y extraña, como si algo la hubiese poseído.

-¿¡Qué te pasa!?- grité, y para calmarla, me abalancé sobre ella y tomé sus brazos y piernas, tratando de atarla con mi cuerpo.

-¡Sueltame, perra!- me gritó Gabriela, usando toda su fuerza para zafarse de mi intento de detener su locura.

El insulto de la chica fue lo último que pude tolerar de ella, y soltando uno de mis brazos le estampé un cachetón que en seguida le enrojeció la cara. Gabriela quedó paralizada ante la reacción que había observado en mi, y al parecer recuperó la compostura.

-¡Vete de mi casa, Gabriela!- exigí. Estaba más que enojada con Gabriela, sentí que la odiaba.

-Cris, perdóname.- suplicó, mirándome de nuevo con sus ojos húmedos.- No se que me pasó.-

-Necesito que te vayas de mi casa.- le dije, tratando de evitar sacarla a patadas.

La muchacha se puso de pie, y mirandome con completa pena salió del baño, dejandome sola. No sabía que le había ocurrido a Gabriela, pero no podía permitir que mis padres la vieran en ese estado.

Mis padres. Ellos estaban por llegar, y yo estaba hecha un desastre por la especie de lucha con la extraña conducta de Gabriela. Me miré en el espejo del baño, tenía varios rasguños en la cara que se notaban a leguas sobre mi piel casi albina. Me recogí el cabello en una cola de caballo, pero decidí dejarlo suelto, así cubriría los moretones.

-No entiendo por qué se puso así.- pensé mientras mojaba mi cabello un poco, tratando de alisarlo, hasta que la razón del por qué había reaccionado de ese modo apareció en mi cabeza: el lazo. Me agaché en seguida a buscarlo, pero no estaba ahí.

Estaba segura que había caído a un lado del inodoro, y  no se pudo haber movido de lugar en tan sólo diez minutos ¿O si?

Lo busqué por todos los rincones del baño, hasta dentro del cesto de la basura, aunque no había motivo para que cayera en ese lugar. ¿Acaso Gabriela se lo había llevado? No, porque no le dio tiempo de recogerlo, además de que no la vi hacerlo. Estaba en plena búsqueda, cuando escuché que tocaban la puerta de la casa.

No podían ser mis padres, ellos tenían llave. A lo mejor era Gabriela, que quizás había olvidado algo en la sala y se había devuelto a buscarlo a pesar que la eché de mi casa.

Extrañada por no encontrar el lazo, salí del baño y bajé las escaleras. Meneé un poco la cabeza para parecer calmada y no echarla de nuevo. Que me hubiese pateado y rasguñado violentamente era algo que no podía perdonarle. Abrí la puerta, y la sorpresa que me llevé fue tan grande que creí que iba a desmayarme: Eran sus padres. Los padres de Cintia.

El Agujero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora