Grité de miedo. ¿Quién había escrito eso en el espejo? Me acerqué hasta él y borré el obsecno mensaje. No era una zorra, Luis me había besado. Y él me gustaba demasiado como para evitar que sucediera. Respiraba por la boca de manera agitada, ya estaba cansada de ese rollo de los fantasmas y de Cintia. Lo lamentaba, si, y no saben de qué forma, pero no quería que su fantasma - o lo que fuera- me persiguiera eternamente.
-¡Cintia! ¿¡Puedes dejarme en paz!? ¡Yo no te maté! ¡Ninguno de nosotros te asesinó! ¡Ya basta! es hora que nos dejes en paz!- le grité a la nada, pero algo dentro de mi me informó que lo que sea que escribió en el espejo había recibido el mensaje. De hecho, me lo confirmó cuando de la nada unas nuevas letras de vapor se fueron formando en el espejo. Me alejé al instante del espejo y me golpeé la espalda desnuda contra la puerta. Mis ojos se encontraban abiertos de par en par, ni loca me atrevería a parpadear ante lo que estaba ocurriendo.
Al final, el mensaje terminó, y al acercarme bien al espejo, me di cuenta de algo que me asustó. Con una letra distorsionada por las gotas de agua, se podía leer: 'No soy Cintia.'
¿No era Cintia? ¿Lo que me asustaba todas las noches no era el fantasma de mi amiga? ¿Entonces qué podía ser? La había visto caer al agujero, ser arrastrada hacia su interior como si algo... Fue entonces cuando lo entendí.
-¿Qué eres?- le pregunté directamente al espejo. Desde que era niña siempre había escuchado el cuento de que los espejos y el agua estaban conectados directamente hacia otros mundos, por lo que supuse que al dirigirme hacia él facilitaría de alguna forma el contacto tan extraño que había tenido.
Estuve esperando pacientemente, inhalando y exhalando el oxígeno por mi boca, a ver si con eso lograba calmar mis nervios. Me sobresalté al ver que las letras en el espejo en donde antes estaba 'No soy Cintia' desaparecieron, y el espejo volvió a ahumarse, como si alguien estuviera soplando su aliento contra el cristal. De nuevo, líneas irregulares comenzaron a aparecer, formando letras que de apoco fui descifrando.
'Somos el agujero.'
Eso me aterró. Mi corazón reanudó su apresurada marcha. ¿El agujero tenía mente propia? No entendía nada. Por eso, me arriesgué a hacer otra pregunta. Esta vez, pensando que podría funcionar, caminé hasta colocarme justo frente al espejo, donde pude observar mi desaliñado reflejo producto de haber salido de la ducha. Mi cabello oscuro eran mechones mojados y revueltos, y mi cara normalmente delgada y blanquecina se hallaba roja e hinchada de tanto haber llorado.
Tragué saliva, y con toda la determinación que pude reunir dentro de mi, hablé con mi reflejo.
-¿Por qué estás haciendo esto? ¿Qué ganas con hacernos daño?-
No se si fue mi imaginación o en realidad pasó, pero mi reflejo fue involuntario a mi. Cobró vida propia. Una sonrisa malévola se dibujó en la Cristina del otro lado del cristal, mientras que esta Cristina, la aterrada, se alejó velozmente del espejo.
-Gano sus almas. Todas sus almas corroídas por el pecado.- dijo esa chica que se parecía mucho a mí a excepción de esa expresión de maldad pura en el rostro. Su voz era idéntica a la mía, y cuando comenzó a reirse frenéticamente desapareció, dejando mostrar de nuevo mi cara con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
Nuestras almas. Eso era lo único que quería ese monstruo... Mejor dicho, esos monstruos. En el espejo se había escrito que eran varios los que reinaban en el fondo siniestro y desconocido de aquel pequeño agujero en el medio del bosque. No entendía nada. Debía averiguar por qué estaba ocurriendo esa situación, por lo que al salir del baño fui a mi habitación y me vestí con un sweater rojo y unos jeans negros, y salí rumbo a la biblioteca. Allí, confiaba, podría saber acerca del horror que se desataba en el pueblo.
En San Pablo todas las personas estaban asustadas. Mientras caminaba por las calles en camino a la biblioteca, podía sentir todas la miradas de las personas cayendo sobre mí. Incluso pude llegar a oir: 'Ella es la amiga de las chicas desaparecidas.' De alguna manera, todos en el pueblo sabían de mi relación con Cintia y Gabriela. Algo extraño, pues no había visto mi nombre por ninguna parte en el aviso del periódico antes de que tuviera aquella espantosa visión.
Lo bueno del pueblo era que, a pesar de estar muy cerca de la gran ciudad, se podía recorrer completo a pie. En unos veinte minutos estuve frente al modesto edificio que se identificaba con letras enormes en su fachada principal como la biblioteca de la comunidad. Entré al lugar, donde un asboluto silencio reinaba. La bibliotecaria, una mujer de unos treinta años y de aspecto amable que siempre solía ayudarme cuando debía buscar acerca de algo para el colegio no se encontraba en su lugar, aunque de todas formas caminé hasta la recepción.
-Buenas tardes.- dije en un hilo de voz. A la bibliotecaria no le gustaba mucho el ruido, así que esperaba que con aquel volumen de voz pudiera escucharme. Al cabo de unos cinco minutos, la mujer apareció, y sonrió levemente al reconocerme.
-Hola, niña. ¿Cómo estás?- dijo la mujer, en un tono que denotaba tristeza. Su cabeza estaba un poco ladeada, así que me imaginé que sabía lo que sucedía. ¿Acaso todos estaban enterados? ¿Por qué no mejor les contaba a todos que unos demonios se ocultaban en el bosque y estaban acabando con mis amigos de uno en uno?
-Bien, gracias por preguntar.- dije en un tono algo mordaz, aunque intenté ocultarlo con una sonrisa leve y sincera- Disculpe, tengo una pregunta. ¿Hay algún libro aquí que explique la leyenda del agujero de San Pablo?-
La mujer quedó rígida en su posición. Incluso hasta la persona más sensata y racional del pueblo le incomodaba el tema del agujero. Después de todo, a todos los niños que se criaron en San Pablo se les asustaba con las leyendas en torno al interior del espeso bosque. No era de esperar que la primera reacción de la mujer fuese silenciarme con un seco: 'Si, hay libros sobre eso. Pasillo tres.'
Le di un 'gracias' con algo de vergüenza, y caminé cabizbaja hacia el pasillo tres, donde había una sección grande de libros sobre algo que hasta ese entonces pensaba que era ciencia ficción. En una canasta habían varios ejemplares de periódicos antiguos en muy buen estado, de hasta casi cien años atrás. No se si fue casualidad o algo me indujo a revisarlos, pero tomé un ejemplar del año 1948. Lo que vi fue sorprendente.
'Tres personas desaparecen en el bosque.
La mañana del jueves de la semana pasada, Ana Calderón, Fernando López, Gerardo Ríos y Luisa Villanueva decidieron acampar en el extenso bosque que separa a la pequeña localidad de San Pablo de la ciudad. Solo una persona apareció esta mañana, en bastante mal aspecto y asegurando que los tres desaparecidos habían caído en el misterioso agujero de la famosa leyenda del pueblo. Luisa Villanueva está siendo tratada en el hospital de San Pablo tras presentar severas heridas en las piernas y los brazos, tal como si fueran mordidas hechas por algún animal similar a un perro, y quemaduras en las manos.'
No podía ser posible. Había ocurrido anteriormente con cuatro personas y solo una había sobrevivido. La historia se había repetido.
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El Agujero.
HorrorEn el tranquilo pueblo de San Pablo existe una leyenda que cuenta que toda cosa que caiga en un agujero ubicado en el bosque se irá directamente al infierno. Cristina y sus seis amigos hacen un pacto, cuando un error les cambia la vida para siempre.