Capitulo 46

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  Capitulo 46

—No voy a hablar contigo —le dije, tratando de caminar a un lado de él, pero el se paró delante de la puerta.
—¿Y por qué no?
Mirándolo, crucé mis brazos. —No pretendas que nada pasó. Tú sabes por qué no voy a hablar contigo o por qué no voy a hablarte nunca más.
—Eh, ____—dijo, inclinándose contra la puerta, —estás hablando conmigo en este momento.
No estaba de humor para tonterías, menos de Justin. —No estoy hablando, estoy una nota por debajo de gritar, y sólo te-estoy-casi-gritando lo suficiente para dejarte saber que ya se terminó lo que sea que teníamos —dije, sin tener alguna designación para asignarle a lo que tuvimos. —Ya se terminó.
Mirando hacia abajo, él examinaba el suelo, estancado. —¿Se terminó?
—Sip —dije, tratando de sonar como si no me pudiera importar menos.
—¿Esto tiene algo que ver con Diamond? —La furia haciendo camino hacia su rostro.
—No —dije, tratando de empujarlo fuera de la puerta. —Tiene que ver contigo.
—Déjame explicarte —dijo, tomándome por los brazos.
Me solté lejos de él. —Podrías explicarte hasta que tu rostro se ponga azul y no hay nada que podrías decir que me hiciera cambiar de opinión.
Los músculos en su cuello se contraían y se aflojaban. —¿Entonces finalmente has decidido tomar mi consejo y mantenerte lo más lejos posible de mi?
—Finalmente —dije, mi garganta se contraía alrededor de la palabra.
Él asintió, deslizando su gorro hasta sus cejas. —Bien —dijo. —Es lo mejor de todos modos.

Justo cuando empezaba a creer que mi herida no podía doler más.

—Entonces creo que no hay nada más que decir —dije, apartándolo de la puerta.
Él no se movió. —Sí. Sí hay —dijo, mirándome, sus ojos color plata. —Sigo debiéndote una explicación.
—Gracias, pero no gracias —dije, tratando de deslizarme junto a él. —Seguiré en mi camino feliz.
La mano de Justin se flexionó sobre la manija de la puerta. —No antes de que te esplique lo que pasó el sábado.

Yo estaba a punto de caer, cerca de dejarlo entrar de nuevo. No estaba segura si tenía algo que ver con la manera en que sus ojos se veían perdidos o la manera en la que yo me sentía perdida, pero estaba segura de que no podía dejarlo volver.

—¡No necesito una explicación, Justin! —Dije, gritándole. —Yo estuve ahí. Pude ver toda la cosa de primera mano. En lo que a mí respecta, cualquier relación que tuvimos se acabó, y ya terminé de hablar, de gritar, y de escucharte, así que guarda tu aliento porque ya terminé de gastar el mío contigo. —Esta vez cuando lo empujé para pasar, no me detuvo. Y sin embargo, una parte de mi deseaba que lo hiciera.

* * *
Jude me siguió todo el día, lo que significaba que todos miraban como si yo fuera un fenómeno de circo y todo el mundo se mantuvo alejado de mí y de mi sombra de un metro ochenta y dos centímetros y noventa kilos. Él no dijo nada más, pero era obvio que quería, y era claro también que estaba esperando que yo diera el primer paso. Espero que disfrute esperando toda la vida.

Me escapé del sexto periodo unos minutos antes, corriendo hacia mi auto, exhalando una vez que estuve en la zona de parqueo y ninguna sombra imponente apareció en mi espejo retrovisor. Una imposible montaña de cosas necesitaban ser resueltas, requiriendo mi atención para así poder levantarme mañana con un plan, pero no podía resolverlas aún.

Sólo una cosa era capaz de ahogar todo en mi mente y, por suerte para mí, el estudio de baile estaba vacío cuando llegué. Era el mismo lugar en el que había aprendido a bailar. Pasé de ser una niña dando vueltas en tutu a una bailarina competente con su vista puesta en Julliard, todo gracias a la ética profesional que había aprendido de mi padre, la gracia que mi madre juraba que la obtuve de su lado de la familia, y la paciencia de la casi santa Madame Fontaine.

Ella abrió su estudio hace treinta años, convirtiendo a un edificio condenado en el histórico distrito en el estudio más famoso del área. No era nada lujoso, y ella tampoco tenía muchos estudiantes, pero Madame Fontaine había formado a más señoritas importantes que todo el este europeo. Ella era una legenda en el mundo del baile, bien conocida por su actitud de mastícalos y escúpelos, pero para mí, ella era una santa.

Ella fue la única persona con la que pude hablar durante un tiempo de mi vida en el que nadie más era capaz de hablar. Ella me ayudó a encontrar la luz en la oscuridad, me amenazó con mi vida e integridad física cuando le dije que estaba contemplando renunciar al baile. Sólo porque temí que fuera en serio, me quedé, trabajando a través del dolor, y pronto me di cuenta de que el baile no sólo enmascaraba el dolor, también lo sanaba. El baile me salvó en formas que ni mis padres, ni los doctores, ni yo pudimos.

Desde que el baile se convirtió en mi cielo, Madame Fontaine se convirtió en mi ángel. 

Clash - Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora