Capitulo 34

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  Capitulo 34

—Hay un popurrí de razones para unirse si alguna vez he escuchado algo—murmuré, preguntándome si estaba mejor oliendo las axilas rancias y recibiendo "accidentales" sensaciones toda la noche. Y fue entonces cuando Justin salió corriendo al campo. Olvidé a Taylor, las axilas, y todo el maldito mundo. No había nada más que él. Y una dorada licra formándose sobre partes que flexionaba y estiraba y ponía y me hacía olvidar cómo parpadear.
—¿Quién, en toda de la verde Tierra gracia de Dios—dijo Taylor, asomándose por la cerca—es eso?
Justo en ese momento, miró por encima, encontrándose con mis ojos, y la sonrisa que estalló en su cara no podría se disimulada por la guardia del frente del casco. Extendiendo el brazo, él señalo hacia a mí todo el camino por el resto del equipo de Southpointe apiñados en la línea de veinte yardas.
—Eso, Taylor—dije, tejiendo mis dedos a través de la cerca—es Justin Bieber.
—Sabía que había un Dios—suspiró ella.
—Si—estuve de acuerdo, sonriendo mientras él se retorcía en la licra—no hay duda de que lo hay.
—Así que ustedes son...
—Taylor—le advertí, girando a ella.
—¿Qué? —dijo, ajustando la corona sobre su cabeza— Definitivamente algo está pasando con ustedes dos, y lo único que estoy más segura que eso es que no es solo una relación de amistad.
—Somos amigos —dije, porque no tenía ningún otro título para lo que éramos. Nos habíamos besado de formas que eran ilegales en cuarenta y nueve estados, pasamos cada momento libres en la escuela juntos, me cuidaba, me miraba sobre él, solo que éramos, hasta donde yo sabía, no en forma exclusiva. No tenía demanda sobre él, aunque lo deseara. ¿Pero él quería lo mismo?
—Cariño, una chica no puede mantener a un hombre como ese como un amigo. Él es un amante o un ex-amante, pero nunca un amigo. Un hombre como ese no fue creado para ser amigo de una mujer—ellos fueron creados para hacer a una mujer alcanzar un Do alto tres veces seguidas en fila.
Otra colorida imagen visual por Taylor Donovan, aunque esta no me preocupaba mucho. —Lo siento, Taylor. No sé qué decirte. Me preocupo por él. Él se preocupa por mí. Si eso no nos hace amigos en tu libro, sigue adelante y márcanos como quieras.— Sus cejas se arquearon por las nubes.—A excepción de eso. —le aclaré.

El timbre sonó y los dos equipos se alinearon, Justin en el lugar del mariscal de campo viéndose como un gigante jugando un juego con un montón de munchkins. Agarrando un pompón de Taylor, lo levanté en el aire y sacudí el infierno fuera de él. —¡Vamos, Espartanos!—grité—¡Vamos, Bieber! ¡Vamos a ver lo que tienes!
Era un largo camino que recorrer, y él estaba agachado en posición, pero habría apostado mis gastadas zapatillas de punta que él llevaba una sonrisa de suficiencia.
—Hut. Hut. ¡Hike! —gritó el centro, pasando el balón de regreso a Justin. Se podía sentir el aliento colectivo que contenían cada uno de los fans de Southpointe en las gradas. Justin lo atrapó con facilidad, y en lugar de tirarlo a una respetable distancia de veinticinco metros para hacernos la primera oportunidad, acunó el balón en su costado y salió corriendo. De hecho, corrió, corrió como si estuviera huyendo de los policías. Sonreí, dando me cuenta de su velocidad probablemente tenía algo que ver con lo policías. Era una apuesta arriesgada, ansiando correr en la zona de anotación cuando estaba a ochenta metros a la espalda, pero la única persona que no parecía preocupado era Justin. Corrió como si no pudiera terminar en la zona de anotación. Corrió como si nadie pudiera detenerlo. Y nadie podía. Jugador tras jugador de Cascade High trató de boquearlo o taclearlo, algunos incluso trataron de hacerlo tropezar o caer agarrándolo del casco. Ninguno de ellos tuvieron éxito. Los que perdieron el estable brazo de Justin se desprendieron como si ellos no fueran de un equipo de jugadores de fútbol de calidad.

En los cincuenta, la multitud rompió en un rugido. Todo el mundo gritaba y gritaba, agitando los brazos en dirección a la zona de anotación. Más allá de todas las reglas de física, el ritmo de Justin aumentó. Para el momento en que cayó en los veinte, no había más jugadores de Cascade High para detenerlo. Todos decoraban el césped artificial como una caja de palillos de dientes caídos. Justin bailó los últimos metros hasta la zona de anotación, temblando y brillando en esos pantalones dorados, provocando un aumento en los gritos de las mujeres. Una vez en la zona de anotación, clavó la pelota y luego se volvió hacia la multitud. Todo el mundo se volvía loco, como si acabaran de presenciar el nacimiento de Jesús y la invención de la electricidad al mismo tiempo. Justin era una estrella de rock, su salvador, y ellos le rendían homenaje. Sin un momento para disfrutar la gloria de la carrera de ochenta metros y unas mil personas coreando su nombre, dio zancadas hacia las líneas laterales. Pasando el entrenador, que todavía estaba congelado en su lugar, más allá de los jugadores en el banquillo sosteniendo sus manos arriba, y por encima de la cerca en un movimiento perfecto. No se detuvo hasta que estaba sudado y sonriente delante de mí.
—Hey —susurró, deslizando el casco de su cabeza. La lluvia entrando en contacto con su frente sudorosa. —¿Te gusto como corrí allí afuera?
Sonreí mientras deslizaba su gorrita tejida alrededor hasta que estaba en el lugar correcto. Era como una maldita mata de seguridad. —Estuvo bien —Lo minimicé, encogiéndome de hombros.
—¿Solo bien, huh? —De hecho, con nuestros cuerpos así no podríamos estar más cerca a menos que estuviéramos desnudos. —Esa fue una jugada muy inteligente allí, ____. Ofreciéndome voluntario al equipo de mierda para vengarte de mí por conseguir que te voten como Princesa Southpinte oficial—dijo, agitando mi corona.
—Fue inteligente ¿no?
—Ha sido una buena, lo admito —dijo él, frotando la parte posterior de su cuello— Pero lo peor de todo es, ___, que yo nunca, nunca dejo a alguien más tener la última palabra.
—Por favor —dije, haciendo una mueca—¿Qué vas a hacer?¿Tenerme preparada y ser una pateadora de respaldo?
—No —dijo, bajando sus manos a mis caderas. Mi garganta se secó. —Voy a hacer algo mucho mejor que eso.
—¿Ah, si? —dije, haciendo una mueca. —¿Qué?
Elevándose por encima de mí, me guiño un ojo. —Esto—dijo, inclinándome para que mis labios cayeran justo sobre los suyos. Y si fue él o yo quién empezó a mover primero no importa porque era evidente de que no se terminaría pronto. Lluvia. Justin. Yo. Besándonos. Claven un tenedor en mí, porque ya estaba hecho.

Clash - Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora