Capitulo 37

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  Capitulo 37

—La próxima vez que piense en colocar su mano en la bocina, será mejor que este listo para poner su dinero donde está su boca y pelear como un hombre— gritó Justin, alzo sus brazos al aire. —¿Lo tienes, cobarde de mierda?— Girando, regreso dando grandes zancadas hacia el coche. Un puñado de personas pegaban sus cabezas por las ventanas, mirándonos como si fuéramos amenazas para la sociedad. Me deslicé mas abajo en mi asiento. En su asiento, Justin golpeó la puerta cerrada y, mirando a ambos lados en primer lugar, pasó la luz roja una vez más. Tomando un respiro, me miró, su mirada era suave. Como si él no acabara de actuar todo Hulk en una intersección.
—Puedes preguntarme lo que quieras, ____. No puedo prometer que voy a responder todas las preguntas a tu gusto, pero puedes hacerlo siempre. —Mi primer pensamiento fue que debía tomar serios medicamente y había olvidado tomar su dosis diaria, pero luego me di cuenta de esta pequeña actuación de nada ha pasado era una rutina. Yo estaba tan familiarizada con este mecanismo de defensa que podría haber escrito el libro de psicología.
—¿Qué demonios fue eso?
En cuanto entramos al estacionamiento de la escuela secundaria, él tomó el último lugar en la parte trasera. Mirando por la ventana, suspiró. — Estoy perdiendo mi mierda. Sucede mucho, ____. Yo no lo digo, y yo ni siquiera quiero, pero el noventa por ciento de las veces, no lo puedo controlar. —Allí estaba, esa ventana de vulnerabilidad, tan honesta, tan dolorosa que me recordó porqué estaba aquí, ahora, con Justin Bieber. —Quiero ser un hombre mejor, pero no sé si puedo serlo— el continuó, inclinando la cabeza hacia atrás en el asiento. —Tu necesitas saber que si quieres dejar ir esto porque... —Y entonces hice algo, dependiendo de sus visiones del mundo, fue algo muy imprudente o no muy adecuado para la situación. En un movimiento sin problemas, gracias a mi década y media como bailarina, me encontré a mi misma sentada a horcadas, sobre sus piernas y, antes de que pudiera pensar dos veces mis acciones, apoye mi boca contra la suya.
—____—Justin logró murmurar en mi boca inflexible.
—Cállate, Bieber— le contesté, mordiéndole su labio inferior. Renunciando a la fuerza dominante que era yo, sus manos se deslizaron por mi cintura, afianzándose en mi trasero. —Mis labios están sellados— susurró, volviendo nuestra unión inquebrantable. —Dios mío, nena. —Su respiración era tan dificultosa que en realidad no sonaba más como él— Misericordia.
—No creo en la misericordia —le contesté, arrastrando mis labios por su cuello.
—Está bien, no voy a **** en el asiento delantero de un coche, y si sigues haciendo eso —dijo él, tratando de alejarse lejos de mis labios. Fue un intento fallido— Tendré que sacar toda mi fuerza de voluntad, para cambiar de escenario.

La puerta se abrió de golpe, trayendo una ráfaga de aire fresco y un ruido de música cliché de baile de secundaria con ello. Gemí. Él se rió entre dientes mientras me maniobró fuera de su regazo y del coche lleno de vapor. —Y pensé que nosotros, los hombres éramos bastardos en celo.
Ajustando mi suéter, me pasé los dedos por el pelo. —Así lo hago —impliqué.
—Tu ramillete —dijo, a la media hora de distinguir la sesión presentada a la parte posterior de su mente así como así. Yo todavía respiraba como un perro en celo. Recuperando la caja de plástico del asiento de atrás, salió del coche. —Ya que tu vestido es negro, le pondré a la señora alguna cinta negra y de plata entre las rosas —dijo, deslizando el ramillete en mi muñeca como si fuera uno de los momentos de mayor orgullo de su vida— ¿Te gusta?
—Ahora —le dije, sonriendo. Debe de haber gastado una fortuna. Rosas rojas corrían a mitad de mi antebrazo— es un ramillete muy bonito, Sr. Bieber.
Él sonrió abiertamente. —Vaya, gracias, señorita Larson. —Manteniendo su codo para mí, miró hacia el gimnasio— ¿Vamos?
Suspiré. —Ya que no me dejas otra opción.
Cubriendo mi mano con la suya, besó la parte superior de mi cabeza. —No es que me preocupe o me queje, pero ¿qué fue eso de allá atrás? —Oí la risa tonta en su voz.
—¿Desde cuándo los chicos necesitan una explicación para llegar a segunda base con una chica?
—Desde que la chica eres tú —dijo, su mirada fija sosteniéndome como si yo fuera algo que perdería si miraba lejos. Nunca me habían mirado de esa manera. Toda mi vida lo había esperaba, y aquí estaba ahora, a los diecisiete años, en el estacionamiento de la secundaria de mi nueva escuela, con un chico llamado Justin Bieber. Esto, aquí mismo, era algo muy poderoso.

Manteniendo la puerta del gimnasio abierta, me llevó dentro. Algunas canciones de hip hop fueron creadas y tocadas sólo para darles a los chicos una excusa para frotarse contra una chica como un jodido perro y el gimnasio entero parecía haber sido rosiado en Pepto-Bismal. El arco iris entero de rosas estuvo presente: fucsia en los globos, tulipán en el papel crepé, pastel en los recortes de cartón de corazón, magenta en las serpentinas espirales que giran hacia abajo del techo. Este terreno rosa empapado era un clip robado de mi peor pesadilla. —Oh. Mi...
—Rosa —insertó Justin, haciendo una mueca mientras entrábamos al gimnasio. Al otro lado de la habitación, cubierto sobre algún tipo como un pedazo de Velcro, Taylor agitó los brazos hacia mí. Casi me estremecí de nuevo cuando noté su vestido largo rosa fluorescente, fuertemente con lentejuelas cóctel. Que alguien llame a los groupies de los Club de los años 80 porque esta perra arrancó uno de sus vestidos. Mi vestido de cuerpo entero con un corsé era insípido en comparación con cada otro vestido ahí.
—Bien, apresúrate y baila conmigo antes de que me vaya por allí —le dije, tirando de su chaqueta.
—Con mucho gusto —respondió él, entregando nuestros tickets. Caminando hacia la pista de baile, miró hacia abajo a sus pies y luego a mí. —Bien, aquí está otra pequeña exquisitez sobre mí ya que dices que no soy la próxima especie.
Levanté las cejas y esperé.
—No soy muy buen bailarín —dijo, rascándose la parte posterior de su cuello.
—¿Como que no puedes bailar o no bailas? —Estaba familiarizada con ambos tipos.
—Más bien como que nunca he bailado.
—¿En serio? —le pregunté.
—En serio.
Era la primera vez que lo había visto inseguro. —Por suerte para ti, trajiste a una muchacha que bailó antes de que empezara a caminar.
Envolvió sus brazos alrededor de mí y me acercó. —Qué suerte la mía.
—Está bien, voy a hacer esto sencillo —dije, deslizando mis manos sobre sus hombros— Sólo tienes que seguir mi ejemplo y estarás bien. —Entonces, como el pro baile que yo era, apareció sobre mis dedos de los pies hasta que estaba a nivel del labio.
—Tal vez tengo esta cosa de bailar en mí después de todo —dijo, apretándome fuerte contra él.
—Seré yo la jueza de eso —dije en voz baja, presionando mis labios en los suyos y, sin más, éramos las únicas personas en la pista de baile. Los únicos en el universo. Justin era la enfermedad que la que no quería ser curada. Era el intoxicante del que nunca quería librarme. Sus manos acunaron mi cara y me besó más fuerte. Quería embotellar aquel beso y tomar un trago de ello cada hora de cada día. —¿____? —dijo, pasando su dedo por mi mejilla.
—¿Sí? —dije, escondiendo mi cabeza bajo su barbilla.
—Tus tacones de aguja están atravesando el infierno fuera de mis pies.
Mirando hacia abajo, vi que mis pies, de hecho, estaban cubriendo los suyos. Dando un paso atrás, puse mis tacones de aguja de nuevo en tierra firme. —Vaya.
Él sólo se rió. —Algo de la bailarina que eres.
—Lo siento, no tengo mucha experiencia tratando de enseñar a alguien a bailar al mismo tiempo que está besando el ingenio fuera de mí.
—Besando el ingenio fuera de ti, ¿eh? —dijo, metiendo mi cabello detrás de mi oreja—Como tú absolutamente no te regodeas en aquella hazaña.—La canción de los empujones y rozamientos gratuitos terminó y comenzó otra. Justin y yo nos estremecimos al mismo tiempo. —Estos golpes de música —dijo, agarrando mi mano— Y te ves como que necesitas un poco de ponche.
—No sé nada de ponche, pero necesito algo —le dije, levantando las cejas.
—Tú —Me acercó más, hablándome al oído— estás haciendo extremadamente difícil estar en mi mejor comportamiento.
Mirando hacia adelante, traté de fingir que cada toque que me daba no me estaba desintegrando. —No es mi problema.
Enrollando su brazo alrededor de mí, me tiró cerca. —Está a punto de serlo.
—Justin Bieber —las palabras que fueron más mal pronunciadas que habladas se oyó detrás de nosotros— Si no hubiera sido tan bien caliente maldito aquí, yo habría pensado que el infierno se había congelado. Jusitn yo-no-hago-compromisos-conversaciones telefónicas-o-desayuno Bieber en un baile de instituto.
Dándose la vuelta, Justin me mantuvo cerca de él. —Allie —dijo, sonando como si acabara de emitir el anti-saludo.
—Ah, y a propósito, no era tan grande para mí. Y ya que sé que te has estado preocupando sin parar sobre ello —dijo ella, apoyando una mano sobre su cadera— encontré un viaje a casa.

Clash - Justin BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora