Capítulo 6

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Casa del bosque.

Recuerdo haber llegado a casa a las seis más un cuarto. El sol se había asomado por completo, y el día estaba comenzando cuando me metí a la bañera. El chorro de agua ahogando la tina en la que mi tranquila desnudez se depositaba, en espera de nuevos ajetreos en mi rutina, me colmaba de una infinita paz. No había nadie más en esa tregua que estaba compartiendo únicamente con mi soledad, una recompensa que había recibido por tantos tropiezos, por tantas decisiones equivocadas, por tantas promesas malgastadas. Esa noche, había hecho algo bien, había recuperado la impresión que me había causado aquel hombre de carácter plateado y hermosos ojos marinados, había una nueva sensación por explorar, aunque no estaba muy segura de como terminaría aquello, sabía bien que iba a disfrutar del recorrido. Qué ilusa, esas esperanzas en cualquier otro momento hubiesen sido desechadas burdamente, pueda ser que hasta me hubiese reído de quien las repitiese. Pero, todo es diferente cuando eres tú quien imagina, cuando eres tú quien se inventa un pasaje hacia la isla de la felicidad, inciertamente. Pueda que coincida con aquellas tramas escondidas en las novelas de amor, las mismas que prometen un final feliz luego de una serie de tragedias irremediables. Infortunios necesarios, para culminar con ese maravilloso acto de amor y ganar al fin ese constrictor final feliz.

Los cielos de Suiza se inclinan más hacia aquel paraíso perdido, aquel donde terminan todos los amantes que no triunfaron o esperan hacerlo. En mi caso, llegué aquí por lo primero. Bien, no quiero arruinar el hermoso final de una historia que pintaba a ser tan mágica como la mirada del hombre que conocí en LA, un hombre excepcional y un tanto calculador. Parecía haber escrito minuciosamente el guión de la historia, se había memorizado tan bien su diálogo, que podía predecir cada una de mis líneas, se había estudiado también mis expresiones y unas cuantas onomatopeyas. Volvamos a la imagen de mi incuria en esa bañera con agua casi hirviendo. Estaba feliz, puedo añadir que me sentía un poco más viva que esa mañana, había nuevas sensaciones en mi interior que merecían ser analizadas, ojalá me hubiese dado la tarea de hacerlo. Hasta apenas unas horas había pisado el paraíso, me había encontrado cara a cara con el Edén. Y por primera vez, valoré tanto la capacidad para perder la cabeza por alguien con quien había compartido encuentros únicamente en sueños. Leonardo, Leonardo. Ahí estaba su recuerdo, una toma auténtica en tiempo real, una sonrisa sincera y una mirada misteriosa. No sabía que me atraía más, si la entereza de su personalidad o la intriga que provocaba en mí, la idea de conocerlo. Había hablado demasiado de él, me había convencido por completo, de que era un hombre de arte, de cultura, de talentos y habilidades, ojalá me hubiese hablado de su corazón.

Me encontré a mi misma a las nueve de la mañana desvestida en la bañera. No supe exactamente a que hora había perdido la consciencia, pero sabía que estaba tarde para mi reunión con Minora. Mi piel agrietada por el agua que había logrado absorber, me ahorró la ducha. Me metí en uno de esos vestidos veraniegos que, de ser demasiado sencillos posiblemente no llamase la atención. La mayoría de las veces me equivocaba y terminaba eligiendo un aprehensor de miradas callejeras, no tuve tiempo de cuestionarlo. No sé qué clase de filia tenían las miradas curiosas por aquellas anatomías extranjeras, y vaya que es sorprendente la diversidad de rasgos físicos que te encuentras en Norteamérica, aún así era difícil pasar desapercibida. Una celebridad debe causar mucho más fulgor, a pesar de la insignificancia de sus expresiones. Las miradas que recibía eran moderadamente transitables en comparación de las que podía recibir de aquellos que reconociesen el rostro de la joven que se expone en el televisor. Podía ser duro acostumbrarme, especialmente porque nunca me imaginé verme convertida en celebridad, nunca lucí como una. No tenía un estilo de rasgos uniformes, más bien era una combinación de Amanda Seyfried y Penélope Cruz, tal vez un poco de Lily Collins, seguramente sería reconocible, no había modo que me confundiesen con alguien más.

Te Encontré(Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora