Capítulo 42

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Un calor denso me recorría la piel y desperté recordando que yacía desnuda sobre su cuerpo. El calor que sentía comenzaba a expandirse por todos los rincones invisibles de mi interior, incluso mis pensamientos quedaban adormecidos frente a la sensación. Estaba feliz, pero un tipo de felicidad comprometedora, como si de pronto fuese consiente de lo cara que podía resultar. No importaba, por primera vez me sentía lo suficientemente fuerte y valiente para defender lo que estaba sintiendo justo en ese momento. No había sensación más acogedora, me sentía invencible, dueña del mundo entero y había un poderoso motivo que me hacía sentir correspondida. Me ama y yo puedo corresponder a ese amor con las manos abiertas.

En medio de las emociones que empezaban a cubrirme por completo las capas interiores y exteriores de mi existencia, había una sensación palpitante de nostalgia e incertidumbre. Porque si algo era seguro era que aquí, dentro del lujoso bloque de madera nuestro romance era capaz de florecer y enverdecer hasta el más gris de los paisajes, teníamos la receta perfecta para prosperar mientras encontráramos la manera de sobrevivir en este bosque escondido, alejado del resto de las personas, pero ¿qué pasaría en el mundo exterior? ¿Reuniríamos los ingredientes necesarios para hacer de nuestra relación algo tangible? La idea parecía lejana y se escabullía dejándome vacía de sensaciones. Como cuando te encuentras inmersa en el paradigma emocional que deja una novela de romance inmaculado y perfecto, pero al cerrar las pastas del libro, las emociones se quedan capturadas entre las páginas sin la posibilidad absoluta de cargarlas contigo. Lo nuestro parecía ser algo tan etéreo que debía ser cuidado como el más delicado de los cristales. Éramos perfectos juntos, pero siempre habíamos estado a solas. Y las veces que queríamos trascender y llevar el amor a los rincones de la vida cotidiana, todo terminaba en un desastre inminente. ¿Era esa la verdadera razón por la cual habíamos dejado crecer esto a un punto inevitable? Es decir, lo guardábamos todo para pequeños y distantes momentos puntuales en el que solo era posible entregarlo todo, y no repartirlo con el agotamiento que representaba una rutina cronológica y soporífera. Nosotros éramos parte del sueño, de la inconsciencia, de la magia de lo intangible, de todo aquello que está lejos de la mano del hombre. Y fue así desde que nos conocimos. Porque él representaba para mí la idealización de una expectativa realizada, un sueño materializado en el que construí el más acrisolado de los romances. Y para él, siendo un artista reconocido y acostumbrado a ser puesto en un pedestal, yo era la materia viva y dispuesta que hablaba por todas esas personas que dicen amarlo sin conocerlo, como si de pronto todo lo que provocaba en las personas tomara forma en una mujer al que él consideraba atractiva y que curiosamente reunía todas las características para ser su mujer ideal. O eso era lo que decía.

Esos pensamientos me llevaron de nuevo a la inconsciencia, dentro de un sueño profundo del cual solo me fue posible despertar gracias a su intervención. La calidez de sus labios comenzó a marcar una trayectoria que iba de mi cintura a mi espalda, y finalizaba en mis hombros. Me encontraba boca abajo abrazando la almohada en la que mi mejilla se recargaba. Con una sonrisa logré incorporarme de nuevo a la realidad.

- ¿Tienes hambre? -Decía mientras continuaba rozando mi piel con diminutos y repetitivos besos. Continué sonriendo hasta darle sonido a mi felicidad. La sonrisa se volvió una ligera risa mientras estiraba mis brazos y me giraba hacia él. Luego, nuestras miradas se encontraron y en silencio, sin necesidad de las palabras se pusieron al día. Lo tenía a una distancia en la que con facilidad podía memorar los detalles de su rostro. Observaba con claridad la tonalidad de colores que formaban el azul perfecto de sus ojos, los vellos individuales que cubrían su mandíbula, el rojo en sus mejillas, la palidez de su piel...

-Estoy feliz de que todo haya pasado. - pronunció y tomó mi diminuta mano y pasó sus labios por ella, como si desease impregnar la textura de mi piel por su contorno. Y comenzaba a formarse una preciosa aura infantil que me llenaba de ternura. Me daba la impresión de ser un niño recién acogido, un niño al que se le han cumplido todos sus caprichos, después de haber movido mar y tierra para ser escuchado. Sus palabras cargaban el alivio de alguien que acaba de liberarse de un examen complicado, de un parto o de un ataque violento, o cualquier cosa que involucrase una guerra de vida o muerte, más allá de la simpleza de un hombre que acaba de hacer el amor y dormir junto a la que considera ahora su mujer. Todo era mucho más simple.

Te Encontré(Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora