Capítulo 11

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Mal momento

Tenía una sensación irremediable de vacío. No quise mirarlo cuando se despidió, ni siquiera miré la motocicleta partir. Me había aferrado con todas mis fuerzas a su espalda durante el recorrido, pues no sabía hasta cuando volvería a tenerlo así de cerca, pensarlo convertía mis ojos en una perpetua fuente de agua. Probablemente haya dejado mi tormenta húmeda en su camisa. Pero eso tampoco me importaba, quizá y así se diera cuenta del daño que me estaba causando su indiferencia. Nunca había llorado por un hombre que no fuera mi padre, así que esa noche experimenté por primera vez lo que era que un hombre me rompiera el corazón por voluntad. Yo no pude impedir que mi papá me hiciera añicos el corazón al abandonarme, pero en esas circunstancias pude haberme evitado esa tanda de lágrimas. Porque es así como funciona la repartición de culpas ¿no? ¿Quien es el culpable sino tú mismo?

En ese instante, mientras le daba una oportunidad más a lo nuestro, aferrada de la cortinilla de la ventana, esperando ver el vehículo regresar a la obscuridad y tocar mi puerta de nuevo, lo entendí todo. No iba a volver, no iba a remediar nada, le importaba muy poco dejarme con el corazón herido en la mano. Sé lo que estarán pensando, ahora parece muy claro para mí , hoy que escribo esto con el corazón frío y la mente despejada, debí dejarlo todo como estaba. Una grieta hubiese sido suficiente, me hubiese quedado con esa pequeña ranura, debí imaginar que era un pequeño raspón que iría coleccionándose en mi alma poco a poco, uno tras otro cada vez más severo hasta destrozarme por completo. Pero no lo entendí, para ese entonces no imaginaba un dolor más insoportable que dejar nuestra historia inconclusa, el solo hecho de pensar en todas esas posibilidades engullía la daga envenenada en mi abdomen. Estuvimos a punto de ser, pero no fuimos. Duele más ese pequeño intervalo de romance, o eso creía...

Total, esa noche me fui a la cama sin probar bocado, no había desayunado tampoco y había perdido la noción del tiempo que me llevó dar ese lamentable paseo, había acabado todo... mucho antes de empezar, ¿qué había hecho mal? ¿Qué me faltó? Mas bien había demasiadas cosas de sobra. De pronto sus justificaciones dolían más que compensar, yo estaba dispuesta a moldearme a su medida, cambiar absolutamente todo de mí para encajar en su vida. Renunciar a mi juventud no era ningún sacrificio, pero no era solo eso ¿verdad?

La obscuridad me recordaba ese lugar vacío y gris donde se habían quedado mis esperanzas justo antes de rendirme. Llegué del paseo un poco después de mediodía, mientras Mony preparaba la comida me quedé pegada a la ventana, mirando por uno de los huecos, lo esperaba y con una mano sostenía el celular vacío de sus llamadas. Me quedé ahí sin escuchar y sin hablar, con el cuerpo temblando y la mirada deshecha, hasta que comenzó a obscurecerse. No me di cuenta si Cassanda o Sam me notaron, lo más probable era que Mony les había advertido que debían dejarme así, sin cuestionar ni evidenciar lo que solo ella comprendía. Era solo la muchacha de la casa, pero era testigo de la mayoría de mis experiencias, ni mamá se preocupaba así. Solo ella y mi ángel, que estaba demasiado lejos para levantarme. Hubiera sido más sencillo si Henry hubiese estado a mi lado, pero no lo estaba y no pretendía importunarlo.

Se me habían agotado las alternativas, llamar desde luego no era una opción, necesitaba ser fuerte, buscar dentro de mis rincones algún vestigio de paciencia, él tendría que darse cuenta que nadie, absolutamente nadie, iba a entregárselo todo, como estaba dispuesta yo... Si tan solo me lo permitiera. Los zapatitos de Mony recorriendo los pisos recién atildados avisaban su partida, ya eran las siete y debía regresar a su casa. Antes de irse se acercó en silencio y frotó uno de mis hombros, no sabía nada pero lo comprendía, estaba conmigo en ese barco. Deseaba dejarme caer en sus brazos y seguir llorando en su hombro, entregarle las lágrimas que eran para Henry, pero que en ese momento estaban quemando mi garganta. Eran para mí sola. No lo hice, y asentí con la mirada perdida para despedirla. Por su expresión, supe que le costaba dejarme sola, no había nadie en casa. Me recordó que mi familia había partido a un viaje sin mí, lo habían estado organizando por días, viajaban a México. Cassandra desesperada por invertir, y Sam ansioso por descansar de la rutina. Cuando finalmente se fue, las luces de vida se apagaron por completo, no había un solo sonido haciéndome compañía y fue cuando decidí ir a mi recamara. Me sentía enferma, débil por la falta de comida y triste por mi corazón roto.

Te Encontré(Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora