Capítulo 14

466 36 5
                                    

Eres mía pequeña.

La puerta de cristal se cerró y escuché el chorro de la regadera salir. No supe exactamente en qué momento me trasladé a la cama, pero en cuestión de segundos me sumergí en un estado perpetuo de inconsciencia. No me di cuenta, de hecho me era difícil separar los sucesos, ¿qué había pasado mientras estaba consciente y qué mientras dormía? No recuerdo tampoco haber luchado para permanecer despierta y recibir su cuerpo desnudo y húmedo enrollado en una toalla. ¡Maldición! Aquello causaba más impotencia que esos sueños donde quieres escapar de un asesino pero tienes los pies atados mientras das todo de ti en una carrera imposible. No pude evitarlo ni aunque hubiese tenido oportunidad, a esas alturas no puedo imaginar su reacción al encontrarse con mi cuerpo inerte en alguna posición incómoda.

Desperté y la primera visión que tuve frente a mí fue su torso al desnudo, pegado a mí como un almohadín, estaba completamente enlazada a su cuerpo. Él también dormía y una toalla le envolvía las caderas. Entonces por primera vez me permití una intensa inspección a su entera anatomía. Recorrí con las yemas de mis dedos, cálidas, suaves y exploradoras, aquellos canales inaccesibles para mi decencia, procuré que mi tacto no lo despertara  y dibujé el contorno de la tintura que daba forma a las marcas permanentes de su piel, había añadido un par de tatuajes más los últimos años y unos músculos jóvenes y vigorosos quedaban encapsulados en la piel experimentada y madura de un hombre que vivió lo suficiente durante casi cuatro décadas.  No había tenido oportunidad de observarlo así, y de pronto todas esas diferencias saltaron a la luz, ese hombre acostado a mi merced no era el mismo que a través de una pantalla me enamoró, sus años de juventud habían pasado hace no mucho, pero ya no se encontraba en esa liguilla. Estaba marcado por los años, pero no es por ninguna clase de obsesión diabólica que lo siguiera encontrando todavía mucho más atractivo, en serio. Créanme que para mí lo había encontrado en sus mejores años, su madurez y su descarada gracia palpitante tenía un encanto cautivador.

—Hey. —escuché un susurro denso que hizo esconder mis manos por detrás de mi espalda, como una niña pillada. Mi mejilla descansaba en su abdomen y mis manos suspendieron su indagación. Se habían quedado conformes con recorrer su pecho y parte de sus costillas, pero aunque fingí estar todavía dormida mis mejillas ardían tanto que seguramente le quemaron parte de su abdomen. Una risa sonó luego para avisarme que no había caído en mi mentira. — Pequeña.

Insistió con voz pesada y su mano comenzó a deslizarse por mi hombro desnudo. Llevé uno de mis pulgares a mi boca para ahogar una carcajada que terminó por confirmar sus sospechas, aún con eso decidí abrir mis ojos únicamente para cerciorarme que el día estaba completamente bañado en obscuridad para luego volverlos a cerrar y continuar con mi mentira. 

  —sería una lastima que alguien decidiera aprovecharse de una pequeñita inconsciente. 

Sentí su cuerpo levantarse y arrojar mi cabeza en una de las almohadas de la cama. Mi abdomen comenzó a contraerse pero mis ojos se mantuvieron cerrados, pero con una sonrisa evidente en mi rostro descansado. Aunque tenía la visión bloqueada, todo se dibujaba en mi mente. Sabía que solo era cuestión de abrir mis ojos para encontrarme con el torso de su cuerpo desnudo sobre mí, separados únicamente por la distancia de sus brazos extendidos. En cuestión de segundos su respiración impregnó mi cuello, y marcó un recorrido que iba de mi clavícula a mis hombros. Cada bello de mi cuerpo se encendió como pastizal en temporada árida y ahogué un gemido, sosteniendo el placer de ser absorbida por sus deseos, con mis labios apretados. Estaba tan expuesta frente a él, con un harapo sencillo de una sola pieza cubriendo mi cuerpo carente de ropa interior. Un trozo de tela que apenas me cubría una parte de mis muslos y amarraba mi espalda con un par de cruces delgados y de tirantes holgados. Una bata para dormir que nunca antes había estrenado y que parecía escarbar muy dentro de sus instintos carnales reprimidos y enjaulados. Mi frágil cuerpecito, que podría pasar a ser parte de una colección de figuras exóticas, por sus formas y sus curvaturas atrapadas en unos centímetros de corta estatura, se retorcía bajo la mortal combinación de una imponente musculatura y las tácticas de un lobo feroz ataviado de experiencia.

Te Encontré(Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora