Capítulo 32

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Hay declaraciones que es mejor aprisionarlas en  el silencio, dejarlas impronunciadas en algún recóndito lugar donde se guardan las cosas imposibles. 

Por primera vez, León estaba atisbando una promesa que llevaba meses esperando,  y ya no importaba si dedicábamos un día más a desabrochar ese nido polvoroso y enredado sin llegar nunca a una conclusión que solidificara próximos encuentros, que por nuestro propio bien, convendría dejar la improvisación y ajustar la brecha de nuestros futuros inciertos. ¿Estaba en realidad frente a mí esa posibilidad útopica y comprometedora?

El contenido de mi vaso de cristal se ponía cálido al compás de mis mejillas sonrojadas y mi mirada silenciosa. Debía mediar las siguientes palabras con especial cautela, como si de un contrato importante se tratase, posiblemente el más importante en toda mi vida. Había una ola de escenarios abriendose en mi mente,  la mujer a cargo de mis pensamientos se había quedado estupefacta y sin parpadear, había retirado también sus gafas falsas y miraba intermitente a la chica pequeñita del overol floreado, generalmente impulsiva y emocional, estaba en blanco también, no había archiveros donde hurgar ni mucho menos donde esconderse, estaba claro que no podía dar una respuesta en ese momento, porque había un desorden irremediable en ese atildado cuarto blanco que acorralaba  mis pensamientos. Ser su mujer, la chica de las explicaciones, de las tardes en casa, de cenas familiares, de una tarde de flotantes. No podía, me di cuenta que la postergación a ese suceso era precisamente a mi incapacidad para considerarme preparada. No podía enfrentar su realidad, a su familia, a sus amigos, a la mujer que dejaría dolosa y con el corazón fragmentado. La espalda comenzó a dolerme, por un peso inexistente y anticipado, ¿podría lidiar con la responsabilidad de su comprometido amor? ¿Podría intercambiar nuestros encuentros que representaban un receso de la vida diaria, por todo el peso que la cotidianeidad determina? Compartir penas, planes, proyectos, responsabilidades, compromisos... Aquellos cuestionamientos no existían cuando mi amor era completo e incondicional, y estaba dispuesta a caminar de su mano por terrenos áridos e insufribles obstáculos. Ahora, había aprendido a amar mi individualidad y la suya a mi lado, de esa libertad que dejaba a mi corazón sin jaulas ni ataduras, lo que él hiciera de sus decisiones no me correspondía, no me tocaba a mí lidiar con perturbaciones emocionales porque estaba completamente curada de esperanzas lastimosas. Sin darme cuenta, la lacerante espera a esa promesa me estaba protegiendo de esa verdad que me encaraba y me exigía respuestas.

Leo me miraba expectante, a puesto a que hubiese querido brindarse el beneficio de la  duda y no haber lanzado aquella cuestión que nos había sumerdigo en un silencio más que incómodo letal.

-¿Hablas de divorciarte? -Dije antes que se alzara del suelo y se llevara con él todas sus declaraciones. Sonrió tenuemente, subestimando la ingenuidad con que me había pillado su última pregunta. 

-Sí eso quieres tú, sí. -Y continuaba con esa sonrisa innecesaria, pero respondiendo a esa pregunta aún más innecesaria que la expresión de su rostro. Me miraba con paciencia y atención, esperando con ansiedad que entendiera la simplicidad de lo que acababa de decir. ¿No es acaso muy obvio?

-Pero ¿Entonces? ¿Qué seguiría? ¿Qué pasaría con... -Di el último sorbo a la bebida y el líquido traspasando mi garganta se enredó con el nudo que comenzaba a crecer en ella. -tu vida? Tú ya tienes todo resuelto, no puedo solo llegar y desordenarlo todo.

-Amanda, créeme, si hubiera sabido desde el primer instante que te vi que ibas a provocar todo este caos, hubiese retrocedido de inmediato, ahora ya es demasiado tarde. Ya no me veo sin ti.

El nudo en mi garganta se extendió hasta provocarme ligeras náuseas. Era real, me quería y no hablaba del anhelo de tener mi cuerpo, ya había saciado ese deseo, y continuaba ahí, apostando todas sus posibilidades a un amor que podía no ser correspondido. Me quería y por primera vez me sentí indispuesta a su amor. 

Te Encontré(Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora