Capítulo 34

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Nuevas oportunidades.

El amarillento cielo otoñal pincelaba los más optimistas atardeceres, siendo para mí una perfecta distracción de todo lo que comenzaba a alcanzarme. Siempre suena prometedor comenzar de nuevo, como el anhelado lunes que carga consigo un sinnumero de promesas y propósitos sin cumplir, siempre amé los lunes y nuevamente me ofrecía la oportunidad de volver a empezar.

Más que la libertad que representaba dejar atras la rutina pegajosa y aburrida, estaba feliz por los nuevos proyectos, y poco a poco recuperaba la confianza de Henry, estábamos mejor que nunca. Por las mañanas me esperaba para el almuerzo y aunque nos separábamos por nuestros compromisos laborales, nos reuniamos a mitad del día para comer.

El otoño siempre es un buen pretexto para despedir amores invernales o insoportablemente calurosos, te ayuda a lograr discernir entre tu realidad y los deseos utópicos que se filtran en ella. Era principios de otoño, pero para mí parecía una virginal y atosigante primavera. Ahí estaba nuevamente la chica pálida de mejillas rosadas, vistiendo un formal atuendo color lila, estaba de nuevo probando su suerte. Por fuera parecía inquieta, pero internamente estaba muy orgullosa de mí y de lo poco que había avanzado con tan solo una decisión. La chica del overol floreado y la de las gafas falsas al fin eran una misma y estaban de acuerdo que sacar a Leonardo y todo el caos que representaba, fue una de las mejores decisiones. No por desmeritar su amor por mí, porque ya era más claro que me quería, pero sí por lo que aquello representaba, era aún más peligrosa la autenticidad de aquel amor ingenuamente hostil, ¿qué hubiese pasado si ambos nos hubiesemos rendido ante las intenciones de ese romance aparentemente genuino? Había muchas interrogantes sin resolver, él para mí representaría todas las primeras veces, pero yo para él sería la chica que llegó para arrebatarle el mundo que había construido por primera vez con una mujer que fue puntual en su vida. Al final de cuentas, alguno de los dos tenía que salvar la cordura, y no fue tan difícil como pensaba, supe ignorar los mensajes en mi buzón, las llamadas, y evitar las "coincidencias". No sé exactamente cuánto tiempo pasó desde que envié ese mensaje, no lo sé porque no volví a entrar al buzón, no esperé su respuesta y nunca tuve curiosidad por saber qué fue lo que respondió, solo sé que envió tres mensajes más y luego finalmente se rindió. Supongo que su vida continuó normal, al lado de su esposa, con su trabajo, con su fama, mientras yo empezaba un nuevo proyecto, un sueño empolvado que poco a poco tomaba forma, sí, quería convertirme en actriz.

Volvemos a la imagen de la chica pequeña de mejillas rosadas que aguardaba en uno de los tres enormes sillones que decoraban la espaciosa sala color marrón. No había nadie más que la anhelante esperanza de recibir los resultados de aquella instánea actuación donde pretendía ser una joven depresiva con problemas de adicción, no estaba muy segura si ese personaje me llevaría a quedarme con alguno de los papeles de la serie para la que estaba audicionando, Henry me había dado instrucciones claras de no aceptar papeles secundarios, aunque cueste, una vez que los tomas comienzas a encasillarte y es difícil ascender hacia papeles protagónicos, por más irónico que sonase, tenía que rechazar la oferta si me pedían interpretar algun otro papel que no fuese el principal, yo no estaba muy de acuerdo con su lógica ya que es bastante difícil que acepten primerizas por más buena que haya sido mi actuación, las direcciones del cine se inclinan más hacia artistas que ya tienen un público asegurado, y mi hoja de vida no dictaba ninguna clase de experiencia actoral, nada que no fuese un comercial en el que había participado hace ya casi tres años, tenía todo en contra, pero ahí estaba con un poco de mi intrincada necedad.

Minutos despues me sugirieron que entrara de nuevo al cubículo en donde había presentado mi audición, un pequeño bloque de cristales con un par de auriculares y un micrófono situado en el centro, por fuera había dos cámaras y un par de personas a los costados, había ya atravesado por los nervios de estar frente a un jurado estricto y minucioso, pero nunca se aprende a dominar del todo el pánico escenico que todas esas miradas determinantes representaban. Titubeé un poco antes de comenzar a leer nuevamente el cúmulo de hojas que la señorita asistente me había brindado de nuevo, con un gesto me había sugerido que releyerá un par de líneas y que me introdujera en un papel completamente diferente al inicial. El diálogo era mucho menos complejo y fluido, debo admitir que me sentí más cómoda frente a la facilidad con que agradaba a las personas del otro lado del cristal, eran atentas pero su mirada mucho menos juiciosa, como si no fuese importante las equivocaciones o mi evidente nerviosismo. Cuando terminé me pidieron que me acercara y entregara el libreto que al parecer me cedían como un nuevo contrato.

Te Encontré(Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora