Capítulo 37

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La vida puede cambiar de un segundo a otro, como si se tratase de un montón de tramas empastadas, sin necesidad de una adecuada cronología, ni siquiera una narración coherente, de un momento a otro pasas a estar de un clima a otro, como una estación que no avisa, no es puntual, como si esperases vanamente que luego del 31 de Octubre siguiera de inmediato un brutal y friolento primero de Noviembre, de hecho nunca sabes si llegará a mediados o principios de Diciembre, solo sabes que de pronto un día puede ser la última vez que sientas la calidez de un sol fuerte anunciando su despedida, de hecho, no sientes esa noción, solo sabes que ya usas un suéter más grueso, que el café por las mañanas resulta más reconfortante y que cada día será más difícil levantarse de la cama; el invierno llega y te arrebata las limonadas con hielo y las tardes soleadas. Ocurría en otoño todavía pero en mi interior llevaba el salto de las cuatro estaciones en un par de meses. Aquel mensaje quedó en el olvido durante una semana, no respondí y tampoco volví a revisar si había dejado un mensaje más, continué con mi vida y simulé que no me revolvía un poco la idea de pensar en lo que Eithans pudiese imaginar, ¿qué importaba ya? Yo había decidido dejarlo, pero el hecho de saber que estaba ahí con un amor sin remisión despertaba una ligera tentación. No era una mujer que creía en las segundas oportunidades, mucho menos en enfrentar consecuencias de errores ajenos, sobre todo en el amor, había sido siempre tan perfeccionista en algo tan delicado, capaz de controlar lo más poderoso y determinante de la esencia humana; las emociones. En mi idea del amor no se admitían errores ni ninguna clase de equivocaciones que costasen algún tipo de dolor, pero todo lo aprendido sobre amar a un hombre como él contradecía todos mis principios, me había enamorado con todas y sus imperfecciones, de hecho, la parte humana, defectuosa, real, había sido el detonante para amarlo como loca, completamente fuera de mi control, ¿es eso el amor? 
Esa había sido la pregunta que había asechado mi vida durante los últimos meses, y estaba consiente que no podía atribuir esa clase de protagonismo a una sola emoción, no con la intensidad con la que manejaba las cosas que me interesaban. El amor por sí solo posee una intensidad aterradora, la emoción más poderosa que existe, la única con el control absoluto del resto de las emociones, ¿imaginan lo destructivo que resulta darle acceso total? No podía darme ese lujo, no con mi mente, el artefacto que había sido mi aliado durante mis años de "éxito". Enamorarme representaba el peor de los negocios para una vida acostumbrada a tener el balance perfecto entre costos y beneficios, no podía prestarme a lo impredecible que eso podía resultar. Eso casi me mata, afortunadamente había logrado sobrevivir para contarlo. 

Mi rutina había dejado de lado cualquier pensamiento intruso que intentara colarse, como si tuviese un par de guardias estrictos vigilando las 24 horas, con un acceso exageradamente restringido, mantener mi interior intacto, libre de impurezas era tan importante como el exterior, había puesto estrictas normas de seguridad por decisión, y me encantaba lo que eso representaba, estaba finalmente haciendo lo que más me gustaba, lo disfrutaba y no había interferencias emocionales que pudiesen arruinar el sueño que al fin estaba viviendo. Por las mañanas desarrollaba mis conocimientos en la compañía, la mujer a cargo de mi mente, con sus gafas falsas y traje formal parecía estar estrenando equipo de lujo, se concentraba en lo que era importante y lo hacía de la mejor manera, al final de cuentas, cumplir con mis responsabilidades brindaba en mí una enorme sensación de satisfacción, me sentía productiva y el tiempo realmente me alcanzaba para que la niña de overol floreado tuviera su propio parque de diversiones; tomaba un descanso al salir de la oficina y luego me reunía con Brandon y Henry para mi preparación, asistía a la academia y de vez en cuando tenía entrevistas laborales con una formalidad relajante, es decir, mi portafolio con el material de trabajo era mi personalidad y el placer de ser absolutamente yo misma, es la gran ventaja del mundo artístico, el arte eres tú, y el éxito es tener espectadores que lo disfruten, yo tenía al mejor representante, Henry, hacía de toda esa admiración y amor por mí el material suficiente para moldearme como un diamante en bruto, él era el verdadero artista, sabía vender perfectamente mi imagen, y Brandon tenía las conexiones adecuadas para que ese material fuese valorado y comprado, hacíamos un excelente equipo. No éramos más que eso, Henry se había ganado un lugar más que importante, indispensable en mi vida, mi relación con él sobrepasaba por completo mi balance de costos y beneficios, sostenía mi parte emocional y ahora estaba haciéndome ganar dinero con ello, no es la parte monetaria lo que me hacía disfrutar de ello, sino el hecho de que era tan jodidamente bueno que era remunerado con algo tangible como el dinero, hubiese podido hacerlo por el hecho de tenerlo, de vivir esa experiencia tan internamente enriquecedora, pero aún así, era un negocio, ¿tiene sentido? En el prototipo de vida ideal te pagan por hacer lo que amas, y es fantástico. Por otra parte, la relación que tenía con Brandon no era más que la pieza faltante de un rompecabezas armado con un nivel de detalle que casi alcanzaba la perfección, él mantenía mi mundo emocional en equilibrio, aportaba estrictamente lo necesario para estar así de bien, como si de pronto todo eso por lo que luchamos Henry y yo sin tener éxito alguno, llegase Brandon y lo colocara sobre la mesa envuelto y sobre una bandeja de plata, era sorprendentemente bueno haciendo eso que necesitaba en mi carrera para ascender, era dedicado, perfeccionista, y muy apasionado, su nivel de control no admitía emociones intrusas, por lo cual los guardias que había colocado en mi rutina le daban acceso total a ella, como si sus caras regañonas sonrieran cuando lo viesen entrar. Estaba a salvo con él, y parecía cada vez más entusiasmado con la decisión de invertir gran parte de su tiempo en mí, y en mi vida no había lugar para errores. 

Te Encontré(Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora