Casualidades

1.2K 81 9
                                    

Volver a mi vida normal me gusta aunque me agobia un poco. Apenas veo a los chicos, ni hablo con las chicas. El trabajo me ha absorbido tanto que apenas me ha dado tiempo coger el móvil para hacer unas llamadas.

Hoy es viernes y estoy muy cansada, nada mas que pienso en quitarme los tacones y ponerme el pijama. Bajo la escaleras, miro el reloj y marcan las 21:30, ¡que rápido pasa el tiempo!. Abro la puerta que separa mi trabajo con la calle y salgo. Saco el móvil y voy a llamar a un taxi. Escucho una moto rugir con fuerza y ando algunos pasos por temor. Se para enfrente de mi y mi cara es de asustada total. Se quita el casco y me produce risa.

—¿Te llevo a algún sitio? —pregunta con voz graciosa.

—Mira que eres tonto Adrián, me habías asustado —río nerviosa.

—Sube, te llevo a casa.

Niego. ¿Le digo que me dan miedo las motos o me lo callo y pongo una excusa?

—¿No me dirás que tienes miedo? —pregunta mientas se baja de la moto, riéndose.

—No te rías —me acerco—, y no grites que no quiero que nadie lo sepa —río.

—Sube anda, confía en mi —me saca la lengua.

Con temor, me subo haciendo caso a las indicaciones que me va dando. Mis manos rodean su cintura por encima de la chaqueta de cuero negra que trae puesta. Puf. ¿Desde cuando se ha vuelto tan buenorro? He tenido tanto trabajo que ni me ha dado tiempo a fijarme en lo fuerte que se ha puesto últimamente.

Voy apoyada en él y por un momento me parece uno de los mejores sitios, aunque algo de frío si que hace. Pasamos por medio de los coches a velocidad que apenas me da tiempo a fijarme por donde vamos.

—Eh guapo, esta no es mi casa.

—Lo sé, pero seguro que si te hubiese dicho que te llevaba a cenar no te hubieras dejado —me saca la lengua.

La verdad esque con tanto trabajo y cansancio esta semana he comido fatal. Si que es cierto que estoy tan cansada que quiero irme a casa pero que haya hecho esto y me haya traído aqui...me hace ver lo bonitas que pueden ser las casualidades y lo bien que me cuida aunque apenas yo no lo vea.

—Vamos a entrar antes de que te mate por haberme traído hasta aquí —le doy un suave y cariñoso puñetazo.

—¿Me permite que la invite a cenar, señorita? —pregunta posicionandose a mi lado y levantado el brazo para que yo lo agarre.

Es un bonito restaurante a pie de playa. Un escalofrío me recorre entera. De pequeña todos los fin de semanas iba a restaurantes. Mis padres siempre elegían a pie de playa para que pudiese disfrutar de todo el espacio y de la arena.

—Dime que te gusta...si no podemos ir a otro sitio —pregunta temeroso por mi respuesta.

—Tranquilo, has dado en el clavo —sonrío—, tengo muchos recuerdos de restaurantes a pie de playa.

—Pues este va a ser un recuerdo más, pero bonito.

Sus palabras me producen alegría, algo me dice que la noche va a ser larga.

Vamos por la tercera copa de vino, hemos dejado de hablar de trabajo y terminado de comer. Las copas se rellenan una y otra vez, y yo cada vez me siento más a gusto.

—¿De verdad te caístes asi? —ríe a carcajadas.

—Eh, me dijistes que no te ibas a reír —río yo también.

—Es inevitable —levanta las manos a modo de inocencia.

Una chica camarera se nos acerca a nosotros mientas reímos a carcajadas.

—Perdonad, vamos a cerrar en 10 minutos.

Adrián y yo nos miramos y nos quedamos perplejos.

—Tráigame la cuenta.

La chica asiente y al minuto le trae la cuenta. Adrián no me deja verla y se va a la barra a pagar él.

—¿Nos vamos?

—Claro —me levanto y cojo la chaqueta para ponermela.

—Los últimos en salir —ríe—, ni me había dado cuenta de la hora que es.

Miro el reloj y son las 1:40.

—Eso significa que lo estamos pasando bien —respondo.

—Muy bien diría yo.

Deja de estar a mi lado para posicionarse detrás de mi. Sus brazos me rodean y andamos hasta llegar a donde hemos aparcado la moto, debajo de unos bonitos pisos a pie de playa.

—Podemos tomarnos la última en mi casa.... —dice con temor—, no te puedes negar...vivo aquí.

—Serássss —le miro desafiante—, pero va a ser que no, mañana trabajo —hago un puchero.

—Y yo también trabajo —ríe—, sólo será una.

Tira de mi brazo suavemente y cruzamos la carretera corriendo, hasta entrar en el portal.

—Es tarde, estoy cansada y trabajo....no me hagas esto —ahora soy yo la que pone un puchero.

La luz del portal se ha apagado y solo le veo a través de la pequeña luz que da la farola que tenemos enfrente. La situación se vuelve tensa e intensa a la vez. Ambos estamos callados y mirándonos tan fijamente que casi ni pestañeamos. Desde que me acosté con Mel no he vuelto a tener ningún tipo de contacto con ningún chico mas. Aparte de que no he tenido tiempo nadie me ha llamado la atención. Hace 2 meses desde que me reconcilié con Mel en aquel tren volviendo a Madrid y casi se me ha quitado la tontería de querer besarle. Ahora solo pienso en la persona que tengo delante, en lo que me demuestra día a día y qué coño en lo bueno que está.

Se va acercando tanto que noto su respiración, su mano juega con mi pelo que cae sobre mi cara. Muerde su labio. Muerdo mi labio. Cierro los ojos y cuando vuelvo a abrirlos le tengo tan cerca de mi que no puedo apartarme ya.

—Lo siento pero llevo tanto tiempo queriéndolo hacer...

Su mano pasa de jugar con mi pelo a agarrarme con suavidad la cara para acercarme mas a él. Es tan tierno que con cada movimiento siento que me derrito cada ve un poquito más. Sus labios recorren cada centímetro de mi boca y me gusta, lo sorprendente esque me gusta.

En los brazos de Mel #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora