Nada es lo que parece

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Sucedió otra vez. No quería que pasase, pero no pude evitarlo del todo. Ella corrió y yo, simplemente la seguí. Ella gritaba y yo reía. Sin embargo, ella dejó de emitir ruido cuando la atrapé. En verdad yo no quería, en verdad no quería que eso sucediera, pero mi amigo sí lo quería y a veces me es imposible llevarle la contraria a él.

Aquella tarde estaba helada y yo esperaba sentado en una banca en la entrada de la Galilea, No tenía nada que hacer. Llevaba mi chaqueta roja, mis pantalones negros y rasgados, mis botas negras. Creo que no entonaba mucho en aquel lugar, pero quería descansar mis pies. La gente que pasaba por ahí se me quedaba mirando, creo que nunca habían visto a alguien con aquellas pintas, un cabello largo y pintado que no dejaba ver su rostro y un abrigo grande que no dejaba saber lo que estaba detrás de él. Pero bueno, era mi forma de vestir y con ella me sentía cómodo y a gusto.

Me he desviado un poco del tema. La cosa es que estaba descansado en aquella banca cuando ella apareció. Una joven vestida con uniforme de colegio, de estatura mediana, tenía el pelo largo de color rubio y unos ojos azules que evidenciaban su sangre extranjera. Aunque en verdad era bajita para ser extranjera. Me llamó la atención así que esperé a que pasara en frente de mí y se alejara unas cuadras para seguirla y ver que hacía aquella extraña jovencita. La seguí hasta el colegio Melipilla, espere hasta que saliera y la seguí hasta lo que creía era su casa. En ese punto ya me había aburrido de seguirla así que di media vuelta y me fui silbando una melodía que no sabía de donde venía, pero era agradable. Me dirigí al centro, en el mall compré algo para comer y traté de ir a ver una película, pero las funciones estaban tan malas que no supe que hacer después de haber subido hasta ahí.

Al final me fui a mi casa. A los dos días volví a salir a caminar y nuevamente me encontré descansado en aquella banca en la entrada de la Galilea. No sabía por qué de eso, pero siempre me había movido de acuerdo con lo que dictaban mis pies, así que había llegado y debía descansar. Como me lo esperaba, aquella joven media extranjera volvió a pasar por ahí y volví a seguirla a ver si hacía algo nuevo esta vez, pero fue la misma rutina, me aburrí nuevamente y me fui de ahí. Al día siguiente volví solo por curiosidad y para matar el tiempo de lo que quedaba de día. La joven pasó al frente mío, pero no la seguí, ella seguía caminando. Saqué de mi bolsillo unos audífonos y mi reproductor e mi música. Cuando había pasado la primera canción y estaba por empezar la siguiente escuché a mis espaldas un -¿Hoy no pensarás seguirme, señor acosador?- Me quité los audífonos y me giré para ver que la joven extranjera estaba mirándome fijamente, pero no con unos ojos de ira, sino que, con unos ojos de curiosidad. Técnicamente ella no me vio el rostro por todo el pelo que caía sobre él, pero igual se percató de que era joven, no sé cómo lo hizo, pero le atinó.

Aquella tarde conversamos y le expliqué que me dio curiosidad que podía hacer una joven extranjera en un día cualquiera y por eso la seguía, pero que me aburrió su rutina y decidí no seguirla más. Ella me contó su historia, que había venido de Europa con su familia por el trabajo de su padre y la manía de este con las costumbres chilenas. Fue así como hablamos hasta que la tarde se hizo casi noche. La llevé a su casa y me fui a caminar hasta que la noche se convirtiera en día para volver a tener algo de diversión en mi vida. Me aburrían los momentos de oseo o los ratos libres, por eso siempre mataba el tiempo con algo. Aprendí a tirar cuchillos, ocupar distintas armas, aprendí diferentes idiomas y costumbres sólo por no querer aburrirme ni un segundo y estar ocupado en algo.

Pero no todo es color de rosas y no todo es lo que parece. Como iba diciendo. Conocí a una joven extranjera con la cual terminé hablando innumerables veces hasta que una noche, cuando mataba el tiempo en la misma banca en la que todo empezó, Ella apareció. Estaba agitada, se sentó a mi lado y me explicó que había discutido con su padre y familia por su futuro. Ellos querían que dejara su colegio y se volviera a su país de origen porque debía seguir con lo que dictaba su familia. Como era extranjera pensé en un matrimonio arreglado o cosas así, pero mi dijo que era para cuidar la casa familiar que se le relegaba, cada generación, a un nuevo cuidador y ahora ella era la seleccionada para eso.

Por sus palabras y su agitada forma de decirlo supe que, obviamente, no quería ir y fue ne ese momento cuando le dije que era simple, que si mataba a su familia no habría porqué volver, era solo matar a uno o dos y así relegarle el cargo a alguien más. Ella me miró con una cara de espanto, pero de a poco fue dándose a la idea de realizar lo que le decía. Como no podía dejarla en el parque toda la noche,la llevé a mi casa y la dejé dormir ahí hasta que fuera de día. Yo no dormí, debía matar el tiempo o me aburriría.

En la madrugada ella despertó y yo le tenía una sorpresa. Cuando me miró empezó a gritar y gritar como si el mismo demonio hubiera aparecido ante ella. Simplemente estaba yo, apoyado en la ventana con la sorpresa que le había traído.- Sólo le arranqué el brazo a uno o dos parientes en tu casa- le dije y ella dejó de gritar y corrió a la puerta de entrada. La vi salir por la puertas desde la ventana, en ese momento escuché un - es hora de cazar- que venía desde mi espalda, así que salté por la ventana y perseguí a la joven extranjera por las calles de Melipilla. Recuerdo esa noche como si hubiera sido ayer. Las calles estaban vacías y sólo se escuchaban sus gritos y mis risas mezcladas con el frío viento que mecía los Árboles y una que otra pancarta que no se había guardado en algunos locales. Seguí escuchando el sonido en mi espalda que decía -Es hora de cazar-

Pasamos por varias calles, pero ella decidió subir por Valdés, intentado llegar a su hogar, pero mi risa le decía que eso era imposible. De mi espalda saqué lo que me decía que cazara, una espada mediana y curva como la luna, pero afilada como las palabras de los hombres. Se oían los gritos de la joven, mis risas y el sonido que hacía la espada al cortar el viento, un silbido que solo la muerte podía haber creado.

En verdad yo no quería atraparla, en verdad no quería seguir riendo, pero tenía que matar el tiempo, sólo que esta vez había matado más que al tiempo.

Los carabineros encontraron un cuerpo cerca de la estación de bomberos, era el cuerpo de una joven extranjera que había sido degollada, pero en su rostro solo se veía la paz. Los carabineros pensaron que esa cara se debía a que la muerte se había llevado todo, hasta el terror y miedo de la joven.

Aunque trataron de encontrarme, no pudieron hacerlo y no creo que puedan, pero yo mato en Melipilla, vivo en todas partes y hablo con todo sólo que nadie se da cuenta. Alguna vez escuché que Melipilla le decían "cuatro diablos". Pues, ya conoceis a uno, los demás viven haciendo otras cosas. Quizás algún día aparezcan o quizás no, sólo sé que seguiré matando el tiempo, ya sea como estudiante o como desconocido.

-Tic-tac hace el tiempo. Un "Tic" cada vez que avanza y un "Tac" cada vez que el diablo lo mata para no aburrirse-

relatos brevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora