pasos

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 La luna se posaba ante ellos, él la abrazaba fuertemente mientras las lágrimas de alegría corrían por su rostro, ella también lo abrazaba y en su rostro se podía ver que había llorado, pero ahora tenía una serenidad acompañada de un rubor de sus mejillas. Todo terminó como ellos querían… o así lo soñó Laur.

 Él estaba en su cuarto, era ya de día y sus sueños llegaban a su fin. Se levantó un poco triste por ver que su sueño era nada más que un sueño, algo que lo alegraba falsamente y que terminaba por entristecerlo. Aún con esos sentimientos se fue al colegio, sabiendo que ahí podría ver  su tan querida doncella, la cual de cabellos negros y tez tostada se paseaba alegremente por los pasillos de las aulas. Laur la seguía siempre con la mirada y con eso se contentaba cada mañana. Pero un día decidió acabar con esto, ya no quería sólo observarla, quería hablar con ella, oír su voz y ver de cerca su hermoso rostro.

 En uno de los descansos Laur la encontró sentada en un sillón del salón de lectura, aquel lugar era poco frecuentado por los estudiantes y por eso pensó que era el mejor lugar para hablarle por primera vez.

Lo intentó varias veces, pero siempre terminaba acobardándose. En uno de sus intentos ella lo observa, Laur no sabe qué hacer y le sonríe esperando que ella no creyera que era alguien raro. Ella se ríe y le devuelve la sonrisa. Laur se alegra cuando ella le pide que se acerque. Intenta decir algo, pero de su boca no Sale palabra alguna sólo se sonroja. Ella le dice que siempre lo veía cuando trataba de acercarse a ella, que primero se sentía incomoda con su presencia, pero que con el transcurrir de los días, quería saber si me atrevería a hablarle. Cada día en su mente me daba ánimos para que me acercase y cuando me iba decía que para la próxima lo lograría.

 Por fin puedo ver su rostro de cerca, tiene una hermosa sonrisa y sus ojos son preciosos, a causa de esto y mis nervios poco es lo que podemos hablar. Ella me dice que estará en ese sillón en cada descanso y que si quería venir y hablar siempre podía hacerlo. Laur no podía creerlo, por fin pudo hablar con su doncella, por fin pudo ver de cerca su hermoso rostro y saber que lo vería cada día, casi hace que se caiga de la emoción.

 Esa misma noche él soñó un futuro. Ella estaba a su lado en una pequeña tela puesta en el piso para sentarse. Conversaban y reían juntos, y así transcurría todo el sueño, fue el primer sueño que Laur pudo disfrutar y saber que se podía hacer realidad.

 Los días pasaron y con ellos la infinidad de conversaciones y risas que compartieron en aquel sillón, pero como dicen “no todo dura para siempre”… un día ella llega alegre, mucho más de lo usual, un poco intrigado Laur le pregunta que le sucede. Ella con las mejillas encendidas le dice que está enamorada. A Laur se le da vuelta el corazón, por fin había llegado el día que tanto esperaba, por fin podía expresar su amor hacia ella. Laur le insiste en que le diga de quien se enamoró, quien era el afortunado, pero Ella muy emocionada apenas puede hablar, siguen un rato conversando y ella suelta un nombre, lamentablemente no era el que Laur quería escuchar. Ella seguía en las nubes, mientras que a Laur se le rompía su pequeño corazón. Casi sin alentó le dijo a ella que se alegraba por su sentimientos y que si necesitaba algo no dudara en pedírselo a él.

 Aunque Laur la amaba, no podía dejarla sola al ver que ella se enfrentaba al amor, su corazón debía esperar, él iba a dar todo para que ella fuera feliz sin importar si él salía dañando. Y así ella siguió su vida de amor y él la de consejero y amigo. Con el paso del tiempo Laur escuchó muchas anécdotas del amor de ella. Él trató de ayudarla lo mejor que pudo, la consolaba y sobre todo la quería.

 Una tarde en la que las clases ya habían acabado Laur fue al sillón en el que habló por primera vez con ella, se sentó y pensó en todo lo que había hecho. Había perdido a su amor o por lo menos una parte de ella, ahora sólo vivía por ver que ella no estuviera triste. Justo cuando estaba en eso escuchó pasos cerca de él. Era ella, su cara venía cubierta de lágrimas y simplemente se tiró en el sillón en el que estaba Laur, ella siguió llorando y él no le preguntó nada. Sólo intentó tranquilizarla y la dejó que llorara todo lo que quisiera. Sus lágrimas cesaron, ella se calmó un poco y vio la cara de Laur, la única persona que siempre cuidó de ella, le dirige una sonrisa y oculta su cara en el hombro de él.

 Laur tranquilamente sonríe, ellos ya no necesitan palabras para comunicarse. Él ya sabía que ella había peleado con el chico que le gustaba y que todo había salido mal. Una extraña pero agradable atmosfera los envolvió y con cuidado ella mencionó el nombre de Laur, lo dijo una y otra vez hasta que se sintió preparada y con un hilo de voz le dice: Tú eres todo para mí ahora-.

 Laur la mira, su cuerpo se congela y de su rostro caen perlas, en verdad no son perlas, simplemente son sus lágrimas de felicidad, de alegría, sus deseos plasmados en perlas que brotan de sus ojos. El no aguantaba más y la abraza, ella hace lo mismo y se rompe a llorar, por fin obtiene lo que esperaba. Su pequeño corazón volvió a la vida, creció más de lo que podía imaginar. Los sentimientos en aquel sillón se desbordaban. Y así Laur y su tan amada doncella disfrutaron de su amor. El de él fue mucho antes que el de ella, pero en un punto se pudieron encontrar y eso es lo que más atesora Laur ahora

-Mi vida por fin se completó, tú ya estas a mi lado, las lágrimas ya no brotan de mi rostro a causa de la tristeza, ahora solo brotan por la alegría y eso te lo debo a ti-         Atte. Laur

relatos brevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora