Una noche de tango, whisky y recuerdos

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Ya no quedaba gente en el local, sólo una vieja mujer que tomaba una copa de vino en la barra del local y un hombre robusto de barba encanecida, parecía que iba en moto por su aspecto.

Aquella noche pusieron varios tangos en la radio que sintonizaba el bar y la melancolía de viejos tiempo llenó el ambiente. En ese momento, cuando solo sonaba la música y no había otro ruido en el bar, la anciana empieza a cantar en voz baja el tango. El barbudo la queda mirando, él estaba sentado al otro lado de la barra. De a poco, él y ella, terminan cantando en voz baja aquel tango.

El tango acaba y la anciana esboza una leve sonrisa y mira su copa de vino que estaba ya por terminar. El hombre barbudo se acerca a ella y le empieza hablar sobre el tango que sonaba. En esos instantes sonaba en la radio la canción de Luis Stazo, Nostalgia.

Conversaron un instante de eso y la anciana comenzó a recordar sus tiempos de juventud y así se las empezó a contar al barbudo.

Ella venía de una familia de pocos recursos. Pasó su infancia entre trabajadores sudorosos y la escuela pública del sector. Nunca había esperado en estudiar algo y sólo pensaba en irse de ahí con un marido que la sacara de su vieja casa y escasa vida. La anciana le dijo que se había casado, que había tenido dos hijos, uno era ingeniero y el otro doctor y que por la guerra había perdido a ambos. Su marido fue un hombre de bien, era un doctor, sin embargo, la vida no lo quiso dejar a su lado por mucho tiempo. Unos años después que se casaran, después de tener a sus dos hijos y haberlos visto crecer hasta los dieciocho años, una enfermedad lo mandó directo al hospital y de ahí al cementerio.

La anciana recordaba todo eso al tomar la copa de vino y beber lo poco que le quedaba. El hombre barbudo, en ese momento, tomaba un whisky seco y asentía con la cabeza a lo que la mujer le decía. En la radio seguía sonando los tangos interminables y el ambiente seguía llenándose de recuerdos y anécdotas del pasado.

La copa de vino estaba vacía al igual que la botella que ella tenía al frente. El hombre barbudo le ofreció de su whisky y ella simplemente sonrió y tomó la botella de él y se llenó la copa del amargo whisky que él bebía. Después de llenarse el vaso, la anciana le preguntó sobre su historia, de como era que él había llegado esta noche al lado de una anciana a tomar whisky y escuchar tangos sin más que recordar el pasado.

El hombre barbudo le sonríe y empieza a recordar. Había vivido toda su vida en un pequeño pueblo. Su familia era dueña de un local de motocicletas. Él había trabajado desde muy joven arreglando motores y reparando motos para pagarse la escuela y una que otra salida al cine. Su familia no era ni pobre ni rica, pero disfrutaba de su vida o por lo menos la disfrutaba hasta los quince años cuando su padre empezó con su crisis neurótica. 

Su padre era un hombre de pocas palabras y que solo le hablaba si se trataba de las motos o el taller.  Cuando esas crisis empezaron, él sólo le gritaba y terminaba golpeándole. No sabía del todo porque eso pasaba, pero no pasó mucho tiempo para que lo averiguara. Una noche, cuando su madre dormía y sus hermanos no se encontraban en casa, su padre estaba en la puerta del taller hablando con unos tipos que vestían trajes negros. Por mientras que conversaban, su padre estaba nervioso, nunca antes lo había visto así, nunca antes lo había visto de una forma que no fuera serio o furioso. Aquella noches, esos hombres de traje, lo golpearon hasta que su padre ya no se movía. Lo subieron a su auto y desde aquella noche no volvió a ver más a su padre. Al otro día vio en la puerta del taller un cartel que decía -Vendido-. Ese día su familia ya no fue dueña de un taller sino que ahora era la familia que arrendaba un taller y sólo eran su madre y hermanos.

Ahora ambos miraban sus vasos y sonreía ante la música que sonaba. Los dos tomaron un trago largo e whisky y siguieron charlando toda la noche hasta que el sol volvió a salir y el tango pasó a ser la radio de las mañanas. La anciana tomaba el whisky y cantaba las últimas palabras del último tango de la noche mientras que el hombre barbudo reía levemente mientras rellenaba su vaso de whisky.

aquella noche fue una noche de tangos, whisky y recuerdos entre una anciana olvidada por el tiempo y un hombre dejado por la vida. 

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