Capítulo 3: Una maldita arma.

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-Hola!
-Hola! -Le dije.
-Traje algo que hice en la cafetería. Espero te guste.
-No debes molestarte. -La vi serio, ella me sonreía, lo hacía pocas veces.
-No es molestia, debes comerlo caliente.
-Quieres pasar?

Jessy pasó, yo me senté a la mesa y me dispuse a comer, ella se sentó en la cama como esperando una respuesta. Alcé mi vista a ella y vi que me observaba, luego vio la TV para disimular.

-Vas muy bien, ya tienes una TV. Aunque es vieja da muy buena imagen.

Asentí mientras comía, sabía muy bien. Ella se quedó viendo mi brazo metálico.

-Quieres saber? -Le pregunté.

Ella levantó la vista de mi brazo y llevó sus ojos celestes a los míos. Negó con la cabeza.

-No si tu no quieres.
-Me caí de un tren en movimiento y perdí mi mano, antebrazo y parte de mi brazo, alguien muy inteligente me dio uno nuevo y muy fuerte. -Dije viendo mis dedos metálicos, luego cerré mi puño con fuerza.

Ella asintió y se quedó en silencio. Terminé de comer y me volví a Jessy.

-Estaba delicioso. Gracias!

Ella sonrió y luego se puso en pie, empezó a caminar a la puerta, se detuvo, luego la vi devolverse y venir hacia mí sin detenerse. Jessy me tomó del rostro y me besó. Se separó simplemente para ver mis ojos, yo estaba confundido. Había pasado mucho tiempo desde que había besado a una chica. La tomé del rostro y la besé de vuelta. Ella se sentó en mi regazo y siguió besándome por unos minutos.

La levanté con mi brazo de metal y con el otro tiré lo que había en la mesa. La llevé sobre ésta para besarla. Ella quitó mi sweater y yo su chaqueta. Ella admiró las cicatrices de mi hombro donde se unía mi brazo metálico, bajó sus manos a mis pectorales, yo la observé detenidamente, ella sonrió, minutos después estábamos desnudos en la cama.
Jessy me pidió algo que venía en la bolsa de cosas que me había dado días atrás, sólo había usado el cepillo de dientes y la pasta dental. Creía saber que era hasta que ella lo abrió y lo usó en mí.

Me sentí como un idiota. Era claro que venir de otra época me hacía un tonto. No recordaba haberlo usado. Ambos reímos de mi estupidez. Era la primera vez que reía de tal manera en ese tiempo.

Me posé sobre su cuerpo perfecto y la besé mientras la llenada de placer. Ella se quedó esa noche conmigo, Andy se quedaría en casa de su abuela. Jessy me contó que su esposo había muerto 7 meses atrás por sobredosis. Era un drogadicto, amaba mucho a su hijo pero no tanto como para dejar las drogas.

Desde la muerte de su padre, Andy no había vuelto a estar tan feliz y entusiasmado hasta el día que lo salvé de aquellos niños en el callejón. Por esa razón Jessy me había ayudado. Se sentía agradecida y bueno, atraída por mí.

Esa noche soñé con un hombre, uno que hablaba con un acento extraño. Él me decía en lo que me había convertido... una máquina para matar, una maldita arma. Desperté exaltado, vi a Jessy junto a mí, me acerqué a ella y la abracé por la espalda. Era muy hermosa.

Salí a correr en la madrugada. No acostumbraba hacerlo. Ese día lo hice, sentí la brisa fría de la mañana en mi piel, recorrí algunas calles de Brooklyn y regresé al edificio. Esperaba que Jessy se hubiese ido ya.

Al entrar vi que no estaba. Era mejor así. Ella corría peligro conmigo, yo era un asesino. En cualquier momento podía perder la cabeza y matarla, aunque no deseaba hacerlo. Recogí el desorden y me preparé para tomar un baño. En eso divisé una pequeña nota sobre mí almohada. Era de Jessy.

Después de tomar el baño subí a su apartamento, sabía que no debía ir pero ella decía que ocupaba que reparara su lavabo. Toqué la puerta y vi que Andy estaba en casa.

-Hola, Bucky!
-Hola, Andy! Está tu madre?
-Sí, pasa!
-Buenos días, Bucky! -Ella me sonrió con algo de timidez, podía ver sus mejillas sonrojarse, yo sólo le di una media luna en mis labios.
-Dónde está el lavabo?
-Primero ven a desayunar con nosotros, luego reparas el lavabo.
-Ven conmigo, Bucky! Siéntate junto a mí. -Era Andy.

Me senté junto a él al ver la insistencia del pequeño y desayuné con ellos aunque me sentí extraño. Llevé mis ojos a Jessy y ella me quitó su mirada. Podía ver como sus mejillas se tornaban de un rosa intenso. El recuerdo de la noche anterior seguía fresco en mi mente. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve con una chica.

Terminé de desayunar y fui a reparar el lavabo, dejó de gotear y todo volvió a la normalidad. Mientras estaba en el apartamento vi a Andy colocarse una gorra azul y su mochila de un personaje animado, iba tarde para la escuela.

-Adiós, Bucky!
-Linda, gorra! Adiós!

El niño sonrió y cerró la puerta al salir.

-Te gustan los Dodgers? -Era Jessy desde la cocina.
-Sí, creo.

Me puse en pie y recogí las herramientas para irme.

-Terminé. Gracias por todo, Jessy.
-Oye, espera! -Di media vuelta y la vi secarse las manos en su pantalón. -Quieres ir al partido de los Dodgers del domingo con Andy?
-No... -Negué con la cabeza.
-Su padre amaba a los Dodgers y siempre lo llevaba a los partidos.

Sabía que debía decirle que no pero otra parte de mí me decía que no estaba mal en que saliera a divertirme como una persona normal. Aunque no lo era.

-Lo siento. Olvídalo. Sé que no debes exponerte. Soy una tonta. Gracias por arreglar mi lavabo. Le diré a la señora Ludwick que hiciste una gran trabajo.

-Voy si tu también vienes con nosotros.

Ella sonrió y luego asintió.

Bucky Barnes: The Winter Soldier.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora