Capítulo 11: Llámame Marian.

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Esa noche no pude dormir bien, imágenes iba y venían. El cargo de consciencia me estaba matando, cuando mataba para HYDRA nunca tenía ese tiempo de analizar lo que hacía. Había sido un robot siempre, fui a la playa al amanecer, corrí un poco y luego me senté en la arena, observé mi brazo. Todo lo que había hecho con él en décadas, era parte de mí no podía simplemente arrancarlo para olvidar mis errores.

Regresé a la base y un agente me dijo que Victoria me estaba buscando. Fui a su oficina y la encontré dormida en el escritorio o eso parecía.

-Señora Petrov?

Ella levantó su dedo sin mirarme para que le diera un momento. Tomé asiento mientras ella levantaba su rostro y me veía, lucía muy mal. Había sombras oscuras bajos ojos y estaba pálida.

-Alguna vez ha estado con resaca, Señor Barnes?

Yo la vi confundido y luego negué, la verdad no recordaba.

-Ya desayuno? Yo no creo que pueda comer algo pero puedo pedir que le traigan algo.

-No es necesario.
-Bien, comencemos con lo primero, veamos. Mmm... Hoy van a hacer las compras de la base, ya sabe, alimentos, municiones, jabón, analgésicos todo eso. Desea algo en especial, crema de afeitar? Rastrillos? Colonia?

Negué con la cabeza.

-No se preocupe por el dinero. Dígame, quiere un corta uñas? alguna pomada? Un abrillantador? -Ella observó mi brazo y abrió grandes sus ojos.

La miré algo extrañado.

-No, así estoy bien.
-Okay, sigamos entonces. Hay otra misión para ésta tarde, es en Laos, irá con un grupo de mis mejores agentes.

Asentí y tomé un papel que ella me dio. Estuve al rededor de una hora escuchándola hasta que ella se levantó para ir a vomitar al baño. No sin antes enviarme con la señorita Preston. Caminé hacia una habitación y toqué la puerta que estaba medio abierta, entré al no escuchar respuesta.

Cuando entré una mujer rubia estaba sollozando, ella se repuso al escucharme. Se secó las lágrimas y se disculpó.

-Lo siento, señor Barnes. En que puedo ayudarle?

No me resultó extraño que ella supiera mi nombre, la observé bien y recordé su rostro, era la chica de la azotea.

-Señorita Preston?
-Sí esa soy yo. Tome asiento.

Llevé mi vista a la habitación, habían computadores desarmados entre otros artefactos de computación. Me quedé en pie y le alcancé un papel que Victoria me pidió dárselo.

-La señora Petrov me pide que le de mantenimiento a su brazo. Bien puedo ver que tal me va. La verdad estudié ingeniería en sistemas pero llevé un curso de robótica fantástico, aunque nunca he trabajado con prótesis mucho menos brazos biónicos. Me permite?

Ella me pidió que le mostrara mi brazo. La vi a sus ojos, estaban rojos e hinchados por su llanto reciente. Subí la manga de mi camisa y ella le echó un vistazo.

-Podría sentarse, señor? Es algo alto para mí. -Ella sonrió con pena, era una chica muy dulce.

Tomé asiento y ella siguió observando la mecánica de éste. Algunas imágenes vinieron a mi mente. No deseaba que mis recuerdos terminaran en un golpe involuntario hacia la señorita. Hubo un silencio mientras ella ponía algo de aceite en algunas partes de mi brazo metálico. De mi estomago salió un ruido que me hizo volver en sí. Ella sonrió y yo la miré con algo de pena.

-Ya desayunó, señor Barnes?

Negué con la cabeza y ella sonrió. Acepté ir a desayunar con ella al comedor de empleados. Habían pocos, puesto que la hora de desayuno había pasado, aun así nos dieron pan tostado, mermelada de fresa, huevos revueltos, café y jugó de naranja. Sin contar con una manzana.

-Tuvimos mucha suerte. Creo que hubo fiesta en la casa del señor Vladimir anoche. Muchos no desyunaron hoy, por eso había aún pan tostado. Esperaba avena con miel.
-Fiesta en la casa del señor Vladimir? - Pregunté.
-Sí. Una de las que está fuera de la base. Él tiene su propia casa como la señora Victoria tiene la suya al lado. Quiere verlas?

Asentí y observé a la rubia comer un trozo de pan tostado.

Salimos de la base después de desayunar y caminamos por la zona verde, algunos agentes entrenaban afuera. Fuimos hasta un puente de rocas era genial, tenía una gran vista del mar.

Me acerqué con la rubia hasta unas construcciones abandonadas y junto a éstas dos casas, tenían la misma arquitectura medieval de la base aunque estaban separadas, eran idénticas.

-Esa de allí es la de el señor Vladimir. -Señaló la de la izquierda. -Y la otra es la de la señora...
-Victoria. -Dije.
-Son lindas a pesar de ser tan antiguas.

Asentí y llevé mis ojos a la chica.

-Por qué lloraba antes, señorita Preston?
-Oh, yo...

No me disculpe, quería saber por qué lloraba, no me importaba pero tenía curiosidad.
-Nada... yo... -Ella suspiró. -Mi madre tiene cáncer. Es terminal y pues, no hay que yo pueda hacer.
-Por qué no está con ella?
-No puedo. No soy lo suficiente valiente para verla morir.
-Y prefiere que muera sola?
-No está sola, ella tiene a mis hermanos.
-Si yo tuviese a mis padres vivos me quedaría ahí con ellos hasta que mueran viendo sus ojos para no olvidarlos nunca y escuchar su últimas palabras para hacerlas memorables. Quizá ver su último suspiro para decir, yo estuve ahí, siempre, hasta el final...

La rubia había derramado unas lágrimas. Me sentí mal por decirle eso pero sólo lo dije.

-Sí, tiene razón, señor Barnes. Soy una cobarde.

Empezamos a caminar mientras ella se reponía, fuimos a ver más sitios alrededor de la base. Ella se escondió detrás de una estructura y luego apareció de pronto. La rubia sonrió y yo sólo la vi confundido.

-Que hará por la noche, señor Barnes?
-Voy a una misión, no sé a qué hora regresaré.
-Oh, bien... pasé una linda mañana con usted, no es como dicen que es.
-Qué dicen?
-Que es un arrogante malhumorado.
-Quién dijo eso?
-Los agentes pero yo pienso que sólo es tímido.

Sólo asentí.

-Bien, cuando necesite ayuda, ya sabe... -Señaló mi brazo. -Cuente conmigo.
-Gracias señorita, Preston.
-Llámame Marian.
-Bien, Marian.

Asentí nuevamente y fui a mi habitación.

La tarde transcurrió y llegó la hora de ir a la misión. Disparé a los hombres, regresamos a la base, así pasaron tres o cuatro semanas. Era el francotirador oficial de GAIA. Los agentes me temían menos y me trataban con respeto. No tenía una buena relación con Vladimir pero con Victoria sí, aunque seguía sin comprender sus bromas.

Iba a la terraza a menudo, encontraba a Marian leyendo, pensando y un día fumando un cigarrillo.

-No sabía que fumabas...

Bucky Barnes: The Winter Soldier.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora