Raven Of Crystal || Winter Soldier ||

04; Roces.

Nunca he podido dormir más de cinco horas diarias, inclusive, ciertas veces, antes de alguna misión, no duermo en absoluto, me la paso dando vueltas en la cama, pensando y pensando miles de cosas a la vez, no sólo en mi padre, sino en HYDRA, SHIELD y en cierto hombre que me tiene como una tonta adolescente que alguna vez fui.

Que ganas de volver el tiempo atrás, esos tiempos en que sólo conocía desde lejos a HYDRA, en el cual mi vida no estaba ligada a este ambiente de muerte y perdición, era una adolescente feliz, con mi padre, solos, juntos contra el mundo, pero SHIELD se encargó de destruir eso, cada pedazo, cada cimiento, ellos, Nick Fury y sus seguidores, arruinaron nuestra vida, de una manera irreparable y estaba dispuesta a luchar contra ellos, no por voluntad propia, sino por mi papá. Jamás fui una chica vengativa, ni albergue algun sentimiento como el odio o el rencor, pero la vida, HYDRA más bien, me transformó en lo que soy ahora.

— Estoy en la azotea, Ev. Díme tu posición. —Me escondo tras un alto bloque de cemento, me pego a el lo más que puedo, mientras miro, respirando entrecortadamente y con una leve taquicardia por los nervios. Sujeto mi arma con fuerza, con ambas manos, las cuales tienen un leve temblor.—¿Evan? ¿Me oyes, Ev?

— Te copio, Bonita. Pero digamos que...cinco perros falderos de Fury me tienen un poco ocupado.—Bufo frustrada, la nave debe estar por llegar y él aún no sube.

Habíamos interceptado una base de SHIELD en Moscú, debiamos robarle información, cualquiera que fuese que nos llevara a una alicaída agencia de inteligencia antiterrorista, pero todo nos salió mal; ellos eran más que nosotros y tuvimos que abortar la misión, dejándola a medias, a sabiendas que el jefe se enojaria demasiado con nosotros.

— Evan, la nave ya viene, es mejor que te apresures. ¿Los demás?

—Creo que somos tu y yo como siempre, Bonita.—Gruño por lo bajo molesta, más agentes muertos, todos en manos de SHIELD.

Oigo por el intercomunicador a Evan, su respiración es forzosa y entrecortada, yo estoy sola aquí, escondida, sin hacer nada, debía ayudar a mi amigo para largarnos lo antes posible de aquí, no importaba si la nave llegaba y no estábamos, no debía ni quería quedarme sin hacer nada por Evan, por lo menos a patearle el trasero a unos cuantos agentes.

—Evie, dame tu ubicación.—Le pido, saliendo de mi escondite.

—Tercer piso, en los monitores de las cam...—Interencia, de inmediato se me heló la sangre, sentía está rugir en mis oídos, Evan estaba en problemas...Algo que no me sorprendía a decir verdad.

Corrí hasta llegar a la puerta, enfunde mi arma de fuego y saque mi cuchillo ultra filoso, estaba todo oscuro y no ayudaba mucho que fueran las tres de la madrugada y que estuviera apunto de caer una gran nevason. Bajo las escaleras cautelosamente, mis rodillas están inestables, pero me obligo a olvidar eso y hacer esto rápido sin que salieramos heridos de gravedad, veo un destello de algo que pudiera ser una linterna, me quedo quieta, sin respirar, sin mover un músculo. Trato de ajustar mi mirada, y ver de quién se trata, y me sorprendo cuando lo logro, pero no de una buena manera.

Era una mujer.

Cierro los ojos con fuerza y me apoyo en la pared de concreto, maldigo por lo bajo, obstáculo tras obstáculo, odiaba pelear con personas de mi mismo género, no es por ser egocéntrica, pero siempre termino ganando y ellas...muertas, a excepción de una, que vendría siendo mi verdugo, Natasha Romanoff, cada encuentro que teníamos, ella salia victoriosa, tampoco es que le tema, pero vamos, cada vez me deja una que otra cicatriz.

Cambio mi arma, el cuchillo por mi pistola con silenciador, mi mano izquierda tirita cada vez que hago esto, por que uno, por lo menos yo, jamás me acostumbraría a matar personas, sin embargo, los años, han disminuido sólo un poco la culpa que me provoca acabar con la vida de otros. La mujer se mueve, alumbrando cada rincón o sitio escondido del pasillo, se ve nerviosa y pienso de inmediato que pude ser nueva en esto, y eso me recuerda a cierta chica de quince años. La apunto, directamente a la cabeza, ella sigue deslizándose por el lugar, y así me hace más difícil el trabajo.