Capítulo 13

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Daniel

No la iba a dejar huir, esta vez no. La debía hacer hablar y me di cuenta cuando ella notó que ese era mi propósito, la chispa de desafío se encendió en sus ojos. Bien, ahora estábamos en la misma página.

Vi que solo necesitaba un pequeño empujón. Pues, me disponía a dárselo en este mismo momento.

—Dime todo lo que sientes Clarissa y después te diré todo lo que pasa conmigo...

Ella giró la cabeza, no sé si para buscar inspiración o algo con lo que golpearme, esperaba fuera lo primero.

—Ya te dije que pasa Daniel, no quiero saber más nada de este asunto, busca alguien más con quien hablar —en ese momento su cara regresó a enfrentar la mía, en su boca una sonrisa—. Ya eres experto en eso, no creo que me necesites para nada. La salida está detrás de ti, sigue el pasillo, baja las escaleras y llega hasta la puerta —dijo haciendo señas con las manos—. Sal por ella y vuelve a tu casa o a dónde desees ir. Eso a mí ya no me importa.

Traté de sujetarla otra vez de los hombros, pero no me lo permitió. La mirada en su cara me dejó conocer que ya no tendría oportunidad de hacerlo.

—No me iré de aquí —dije con terquedad.

No me importaba verme como el clásico macho que desea que todo se haga cuando y como él quiere, solo deseaba que ella hablara, eso me daría las pautas para saber que debía arreglar.

—De acuerdo, ¿quieres que hable? —La sonrisa se borró—. Hablaré, pero después de eso...te irás.

Esperaba que después de que se desahogara pudiéramos hablar como personas civilizadas. No quería perderla por un error muy estúpido.

Volvió a sentarse en al alfeizar de la ventana, cruzó los brazos y levantó la cabeza para mirarme directamente.

—Estoy cansada, de no saber si puedo confiar en ti, de sentirme insuficiente para ti, de que me ocultes cosas, de que no me digas lo que realmente piensas, de luchar por esto...ya sé, me podrás decir que realmente no he hecho mucho y tal vez tengas razón, pero estoy cansada.

Vaya, ahora estaba cansada de mí. No, a peor, estaba cansada de nosotros.

—Claris...

—No, querías que hablara, ¿no? Pues ahora debes de escucharme...

Vaya, tal vez esto no iría como yo quería.

—Éramos mejor como amigos, no creo que estemos listos para ser otra cosa —bajó la cabeza—. Duele mucho no ser lo suficientemente buena para ti, porque debemos aceptarlo...no lo soy. Traté de serlo pero simplemente no lo llegaré a ser nunca. Mereces otro tipo de mujer, alguien con quien puedas hablar de todo, con quien puedas tener una vida "normal", sin tener que estar cuidando lo que dices o con quien hablas, que no te cuestione nada y que te haga feliz.

Sabía que no podía intentar interrumpirla otra vez, ella no me dejaría. Pasé saliva y me dispuse a escucharla.

—Tal vez me quieres, eso, honestamente no lo sé... pero, ¿no has pensado que quizá nuestro destino no es estar juntos?

No, no podía decirme esto. Eso significaba que de plano ya no había ninguna esperanza. De pronto se acercó a mí y me abrazó.

—No llores, por favor. Todo cambio es para mejorar, siempre.

¿Qué no llore? No pude dejar de hacerlo, la sostuve muy fuertemente contra mí. Podía ser egoísta y pedirle que se quede y luche conmigo. O podía dejarla ir, para que dentro de un tiempo la viera haciendo su vida con otro hombre. Mientras sabía que ese pude haber sido yo. Quien despertara con ella cada mañana, quien la escuchara hablar de su día, hablará con ella, durmiera con ella y pudiera verla dormir. Otro hombre que disfrutará lo que cocinara o hacer las labores de la casa con ella. Con quien compartiría a sus hijos y toda su vida. Un hombre con quien pelearía por estar bien, con quien deseara vivir, por quien sonriera y la hiciera feliz.

Un hombre que no sería yo.

Ella se separó poco a poco de mí, no quería dejarla ir pero tampoco podía retenerla en contra de su voluntad.

—Por favor...lucha conmigo.

Soltó un largo y desalentador suspiro.

—No puedo, ya no puedo.

Caminó hacia la puerta de su habitación, creí que la abriría para obligarme a salir. Mayúscula fue mi sorpresa cuando la que salió fue ella, la seguí porque no la dejaría huir.

La tomé del brazo antes de que pudiera dar otro paso.

—Por favor, habla conmigo.

—Daniel, ya no hay nada de qué hablar. Tienes cosas más importantes en tu cabeza, en tu vida...lo entiendo, no es incorrecto, solamente es muy doloroso para mí.

—Tú eres lo más importante para...

—Shh —dijo tapando mi boca con sus dedos—. No, no digas eso cuando sabes que no es cierto. No nos engañemos, no sirve de nada.

—¿Te rendirás?

Ella levantó la cabeza y me miró, sus ojos lucían tan terriblemente tristes, pude ver que no estaba enojada. Clarissa estaba decepcionada, triste y cansada.

—Este no es nuestro momento Daniel, no sé si algún día lo sea, pero ahora no nos corresponde estar juntos. Es lo mejor para ambos.

—Te demostraré que te equivocas, te probaré cada palabra que te he dicho y entonces, estaremos juntos.

Ella me dio una sonrisa, no era un gesto de alegría, sino de resignación.

No me creía, no la podía culpar del todo. Pero le demostraría que esta vez sería diferente. No perdería a mi chica por nada del mundo.

Nos demostraría que nuestro destino era estar juntos por toda la vida.

Ese era un juramento que no pensaba fallar, algo que necesitaba hacer y que empezaría desde ya.

—¿Me acompañas a comer?

—Daniel...

—Por favor —le dije poniendo mi mejor cara triste, francamente no me costó mucho trabajo.

Ella soltó su brazo de mi mano y asintiendo guió el camino a la puerta. Hoy comenzaría a ser el amor de la vida de Clarissa.


Quédate a mi lado (Y te vi...3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora