Capítulo 12

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Clarissa

Seguía en mi habitación, mis padres habían salido y yo me había quedado aquí. Contrario a lo que pensé, el castigo no fue la orden del día. Al parecer me veía lo suficientemente mal como para evitar algo así. Me quedé sentada en mi ventana, viendo como atardecía. Daniel había llamado y después mandó dos mensajes.

No contesté nada de eso. Él no insistió y en este momento no me importó, fue como pintar una raya más al tigre. Contemplé el jardín de mi madre, y después vi como se fue ocultando el sol en el horizonte. Al día siguiente, muy temprano, regresaría a la escuela y no volvería por aquí, al menos hasta que terminara la carrera.

De pronto sentí a alguien más en mi habitación, no necesitaba girarme para saber quién estaba ahí. Eso significaba que mis padres habían vuelto y confiaban en él.

—¿Qué quieres aquí Daniel? —dije mientras continuaba viendo por la ventana.

—Vine hablar contigo y no me iré hasta hacerlo.

Pegué mi frente a la ventana fría, mi dolor de cabeza no había desaparecido.

—Di lo que quieras y vete —dije con mi voz medio ahogada por el cristal.

—No, esta vez no —se acercó otro paso.

Supe que lo tenía muy cerca de mí, demasiado cerca. Me tomó de los hombros y me dio la vuelta, y me di cuenta de que ni siquiera podía mirarlo. Eso en verdad me entristeció.

—Mírame Clarissa y dime todo lo que sientes, no me iré de aquí hasta que hablemos —me dijo girando mi cabeza para que lo mirara.

—No sé qué quieres que te diga —le dije entrecerrando los ojos—. Es más, no hay nada que decir, me has demostrado que siempre habrá alguien más importante para ti y no creo que sea justo que yo te tenga como primer pensamiento en la mañana cuando para ti solo soy una más de una lista de personas enorme...

Él me soltó como si de repente se hubiera quemado. Dio un paso atrás.

—¿Eso es lo que crees?

Me levanté del alfeizar y di un paso, obligándolo a retroceder.

—Eso es lo que sé y ahora, vete de mi casa y déjame en paz —lo dije tratando de no gritar. No porque no quisiera, sino porque no iba a permitirle sacarme de mis casillas. Eso jamás lo lograría.

—No me voy hasta que hablemos —dijo cruzando los brazos sobre su pecho.

Quise golpearlo, juro que quise hacerlo. Respiré profundamente y traté de tranquilizarme. Pero él no me lo permitió, no es que hiciera nada, su simple presencia alteraba mi existencia. Y ahora no era de la mejor manera.

—Ya te dije que no hay nada de qué hablar y ahora sal de mi cuarto y vete de mi casa.

—Ya te dije que no me iré, debemos hablar.

—Eso debió ser ayer, cuando fui a tu casa y no te encontré —le dije viéndolo directamente a los ojos—. Te esperé mucho tiempo y no llegaste... hoy no es momento de hablar, hoy ya no hay nada.

Daniel cerró los ojos un momento, pensé que se rendiría pero cuando abrió los ojos, vi tal determinación en ellos, que supe que iba gritar y él conseguiría lo que vino a buscar.

Quería que hablara...pues... me va a escuchar.

Quédate a mi lado (Y te vi...3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora