La misma conclusión se desprende de la critica del concepto cristiano de Dios. Un pueblo que cree en sí tiene también su Dios propio. En él venera las condiciones gracias a las cuales próspera y domina, sus virtudes; proyecta su goce consigo mismo, Su Sentimiento de poder, en un ser al que puede dar las gracias por todo esto. Quien es rico ansía dar; un pueblo orgulloso tiene necesidad de un Dios para ofrendar... En base a tales premisas, la religión es una forma de la gratitud. Se está agradecido por sí mismo; para esto se ha menester un dios. Tal dios dede poder beneficiar y perjudicar, estar en condiciones de ser amigo y enemigo; se lo admira por lo uno y por lo otro. La castración antinatural de la divinidad, en el sentido de convertirlo en un dios exclusivo del bien, sería de todo punto indeseable en este orden de ideas. Se necesita del dios malo en un menor grado que del bueno, como que no se debe la propia existencia a la tolerancia y la humanidad... ¿De qué serviría un dios que no conociera la ira, la venganza, la envidia, la burla, la astucia y la violencia?, ¿que a lo mejor hasta fuera ajeno a los ardeurs inefables del triunfo y de la destrucción? A un dios así no se lo comprendería; ¿para qué se lo tendría? Claro que si un pueblo se hunde; si sienten desvanecerse para siempre su fe en el porvenir, su esperanza de libertad; si la sumisión entra en su conciencia como conveniencia primordial y las virtudes de los sometidos como condiciones de existencia, por fuerza cambia también su dios. Éste se vuelve tímido, cobarde, medroso y modesto, aconseja la "paz del alma", la renuncia al odio, la indulgencia y aún en "amor" al amigo y al enemigo. Moraliza sin cesar, penetra en la cuevas e todas las virtudes privadas y se convierte en dios para todo el mundo, en particular, cosmopolita... Si en un tiempo representó a un pueblo, la fuerza s un pueblo, todo lo que había de agresivo y pletórico en el alma de un pueblo, ahora ya no es más que el buen Dios... En efecto, no existe para los dioses otra alternativa: o son la voluntad e poder, y mientras lo sean serán dioses de pueblos, o son la impotencia para poder; y entonces se vuelven necesariamente buenos...
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El Anticristo
ClássicosEl anticristo constituye la más dura e implacable crítica jamás lanzada, no ya contra la "buena nueva" de Jesús, sino contra la manipulación que de la figura y el mensaje de éste hizo, según Nietzsche, la Iglesia católica y, en concreto San Pablo. E...