Capítulo 17

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Donde quiera que declina la voluntad de poder se registra un decaimiento fisiológico, una décadence. La divinidad de la décadence, despojada de sus virtudes e incluso más viriles, se convierte necesariamente en el dios de los fisiológicamente decadentes, de los débiles. Estos no se llaman los débiles, sino "los buenos"... Se comprenderá, sin necesidad de ulterior sugestión, en qué momentos de la historia  es factible la ficción dualista de un dios bueno y otro malo. Llevados por el mismo instinto con que degradan a su dios al "bueno en sí", los sometidos despojan de todas sus cualidades al dios de sus vencedores; se vengan de sus amos dando al dios de los mismos un carácter diabólico. Tanto el dios bueno como el diablo son engendros de la decadence. ¡Parece mentira que todavía hoy se ceda a la ingenuidad de los teólogos cristianos hasta el punto de decretar a la par de ellos que la evolución de la concepción de la divinidad del "dios de Israel", del dios de un pueblo, al dios cristiano, al dechado del bien, significa un progreso! Hasta Renan lo hace. ¿Como si Renan tuviese derecho a la ingenuidad! ¡Pero si es evidente todo lo contrario! Si todas la premisas de la vida ascendente, toda fuerza, valentía, soberbia y altivez, quedan eliminadas de la concepción de dios; si éste se convierte paso a paso en símbolo de un bastón para cansados, de un salvavidas para todos los náufragos; si llega a ser el dios de los pobres, los pecadores y los por así decirlo, como el atributo propiamente dicho de la divinidad, ¿qué indica transformación semejante?; ¿tal reducción de la divinidad? Claro que el "reino de Dios" queda así ampliado. En un tiempo Dios no tuvo más que su pueblo, su pueblo "elegido". Luego, al igual de su pueblo, llevó una existencia trashumante y ya no se radicó en parte alguna, hasta que al fin, gran cosmopolita, se encontraba bien en todas partes y tenía de su parte el "gran número", a media humanidad. Mas no por ser el dios del "gran número", el demócrata entre los dioses, llegó a ser un orgulloso, dios pagano; seguía siendo judío. ¡El dios de todos los lugares y rincones oscuros, de todas las barriadas malsanas del mundo entero!... Su imperio es como antes un reino subterráneo, un hospital, un ghetto... Y él mismo, icómo es de pálido, de débil, de decadent! Hasta los más anémicos de los anémicos, los señores metafísicos, los albinos de los conceptos, han dado cuenta de él. Éstos han tejido tanto tiempo su tela en torno a él que hipnotizado por sus movimientos termino por convertirse a su vez en araña, en metafísico. Entonces volvió a extraer de sí, tejiendo, el mundo, sub specie spinozae; entonces se transfiguró en cada vez mayor abstracción y anemia, quedando hecho un "ideal", un "espíritu puro", "absolutum" y "cosa en sí"... Decadencia de un Dios: Dios se convirtió en la "cosa en sí"...

El AnticristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora