Capítulo 22

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Cuando el cristianismo abandonó su suelo primitivo las capas más bajas de la población, el submundo del mundo antiguo, y se lanzo a la conquista de pueblos bárbaros, ya no tenía que habérselas con hombres cansados, sino con hombres embrutecidos  desgarrados por dentro, con los hombres fuertes, pero malogrados. En esta región, el descontento consigo mismo, el sufrimiento de sí propio, no es, como en la budista, una irritabilidad excesiva y una hipersensibilidad al dolor, sino, por el contrario, un ansia incontenible de hacer sufrir, de descargar la tensión interior en actos y representaciones hostiles. El cristianismo necesitaba conceptos y valores bárbaras para dar cuenta de bárbaros; tales son el sacrificio del primogénito, la ingestión de sangre en la comunión, el desprecio hacia el espíritu y la cultura; el tormento, en cualquier forma, físico y mental, y la gran pompa del culto. El budismo es una religión para hombres tardíos, para razas suaves, mansas a hiperespiritualizadas, excesivamente sensibles al dolor (Europa no esta aún, ni con mucho, madura para él); las conduce de vuelta a paz y alegría serena, a la dieta en lo espiritual, a cierto endurecimiento en lo físico. El cristianismo, en cambio, quiere domar fieras, y para tal fin las enferma, hasta el punto que el debilitamiento es la receta cristiana para la domesticación, la "civilización". El budismo es una religión para el final y cansancio de la civilización; el cristianismo ni siquiera se encuentra con una civilización, y eventualmente, la funda.

El AnticristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora