Los relámpagos sonaron e hicieron a la tierra retumbar, la frente de Nathaniel estaba perlada de sudor frio y las manos estaban en puños, se sentía tan malditamente mal que las cosas parecían estar bien a su alrededor. Pero la cruda verdad era que esas pastillas estaban haciendo efecto, la sangre se estaba convirtiendo en lava y los ruidos que la lluvia producía se volvían cada vez más intensos.
¿Cómo había ido a parar ahí? ¿A una cama desolada en el suelo de un departamento de mala muerte, en una calle ubicada en los peores barrios de esa maldita ciudad? Tal vez la inconsciencia lo había llevado hasta ahí, los vicios, la carne... todo estaba en su contra. La vida lo despreciaba y solamente quería dejarlo en los suelos llorando, pero él no se dejaría. Soltó la carcajada al encontrarse en el suelo, pero no llorando si no drogado hasta los cimientos de su cabello.
Sus risas no cesaron al verse a sí mismo cuando era un crió, junto con su hermano, Gabriel. Se podía ver a su abuela pelear contra ese demonio que la vida le había dado como padre, pero ella no tuvo la fuerza suficiente como para pelear contra él. Solo había una cosa que agradecer y eso era que su hermano estaba a salvo, porque su padre solo quería al mariquita y no a su hijo que ya era un hombre.
La palabra marica retumbo por toda la habitación, convirtiéndose en cuchillas y atravesándole la piel, era doloroso saber que desde que era muy pequeño su padre haya sabido que a él le gustarían los hombres. No podía evitarlo, las cosas habían sido muy rápidas y no habían avisado.
Aun podía recordar ese día...
Tenía apenas siete años, si no se equivocaba, por sus altas notas al igual que su hermano los habían pasado rápidamente a un curso avanzado, la cosa era que a él no le importaba el estudio. Solo quería volver a casa y ayudar a su abuela con la cocina, le encantaba cocinar. Él era muy bueno en eso, siempre lo había sido, su mamá se lo decía a diario cuando aún respiraba. Ese día se habían puesto la misma ropa, lo divertido de ser gemelos era confundir a la gente y eso siempre los alegraba, ya que la pérdida de su adorada madre aún les calaba hasta el alma.
El suelo de pavimento estaba empapado, las lluvias había estado muy fuertes en aquel año y eso era porque el cielo extrañaba ver a su madre, al menos eso les había dicho su abuelo y ellos se habían tragado por completo. Al fin y al cabo apenas habían sido unos niños. Gabriel estaba jugando con los charcos, a su hermano no le importaba ensuciarse con el lodo. A él si y era por eso que estaba con cuidado donde sea que pisase, pero eso no pareció importarle a aquel chicho que le cambio el mundo.
Ese chico había pasado corriendo por su lado y lo había salpicado todo, Gabriel como todo hermano había querido irle a partir la cara a quien lo había ensuciado, pero Nathaniel se lo había prohibido, en aquel momento desconocía la razón. Aquel chico resulto ser su nuevo compañero de clase, en aquel entonces las cosas eran un poco locas en las escuelas, pero aun así ese chico pareciese no importarle, por lo tanto a Nathaniel tampoco.
Con los años de estudia ellos dos, Nathaniel y Lex, el chico que lo ensucio, se habían vuelto los mejores amigos. Hubo muchas tardes en las que él se iba con su nuevo mejor amigo al parque o a jugar Árcade, se reían por cualquier cosa y bromeaban. Nunca hizo a un lado a Gabriel, pero este, simplemente, no se sentía cómodo con ellos y decidía mejor irse a estudiar. Nath tampoco había dejado sus estudios a un lado, pero pasaba más tiempo con esa personita que lo hacía sentirse completo.
Todo se fue a la mierda cuando había cumplido trece años. Como siempre se había citado para verse en la casa de Lex, solo querían pasar el tiempo jugando y haciendo bromas, pero había algo extraño en el aire de aquella habitación, Nathaniel se había preocupado por eso.
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Nathaniel (Nuevas Especies 8)
Fanfiction¿Cuánto puede ocultar una sonrisa? Es una pregunta que millones de personas se han hecho y aun así no han logrado todavía describir: cuál es el límite de esta hermosa mascara. Puede que esto sea bueno, puede que sea malo, pero de que algún día lo sa...