Epilogo: Siempre

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Después de la tormenta hay un arcoíris...

Nathaniel frunció el ceño viendo su reflejo en el espejo, alzo la barbilla y giro su rostro hasta ponerlo de perfil, sin dejar de verse. Aun no lo podía creer. Parpadeo repetidas veces, respiro hondo y fijo sus ojos en el reflejo de ellos, a los pocos segundos el verde oscuro se volvió a un verde esmeralda. Era tan irreal.

Cerró los ojos, calmando su respiración y al abrirlos el oscuro bosque de su mirada volvía a estar ahí, entonces ¿Ahora qué era? Humano definitivamente no. ¿Voraz? No lo creía, a pesar de que sus ojos cambiasen de color tan radicalmente. ¿Especie? Tal vez, pero no estaba tan convencido. Soltó un suspiro, apago la luz del baño y salió hacia su cuarto, Gael estaba sentado en la orilla de la cama. Estaba leyendo unas hojas de color rosa, el corazón de Nathaniel se desgarro al saber que decían aquellas hojas y eran nada menos las cartas que él había hecho para todos a los que amaba.

Con paso lento se sentó a lado de él, le acaricio la espalda y leyó la carta que su compañero leía, era la que había escrito para él.

- ¿Por qué me pediste disculpas en papel? –Gael lo vio a los ojos. – ¿Cuándo escribiste esto?

- Lo escribí en mi quinto mes, cuando solo faltaban pocos días para que muriera. –vio sus manos, abriéndolas y cerrándolas, hizo una mueca. –aún no se ¿Cómo es que sigo vivo?

- A mí no me importa el "¿Por qué?" lo importante es que no me dejaste.

- Gael. –sonrió, lo tomo detrás del cuello con una mano y lo atrajo hacia sí mismo para besarlo en los labios, lo escucho gruñir bajo y ahora más que nunca sabía lo que significaban. –No quiero que dependas de mí, te amo y me amas, pero no quiero que el día que uno de los dos muera nos dejemos vencer.

- Pero...

- Están Nuria y Lluvia, jamás me perdonaría si algún día se llegasen a quedar solas. –le tomo las manos, haciendo que aquellas cartas de despedida cayeran. –Somos lo único que ellas tienen, tu ahora eres como un papá o una mamá y se pondrían muy tristes si los dos nos fuéramos, nuestras hijas se harán las fuertes y lo son, pero no tanto.

- Entiendo. –soltó un suspiro, le soltó la mano solo para acariciarle el rostro y fue Gael esta vez quien lo atrajo hacia un beso. –Seremos fuertes por ellas. –le susurro contra los labios.

- Exacto. –baja la mirada, devorando cada porción de musculo que su pareja poseía y sin querer ronroneo, eso hizo a Nathaniel sonrojarse. ¡Cada vez se volvía más bestia!

Gael se rio ante aquello, se levantó y se colocó frente de Nathaniel, le tomo el final de aquella camisa blanca que tan bien se le veía y la retiro de aquel cuerpo tan bien cuidado, amaba la piel de su compañero. Nathaniel volvió a ronronear y eso motivo al zorro, se inclinó y devoro los labios de su compañero, sintiéndolo temblar.

Nathaniel tampoco se quedó atrás, se estaban peleando por ganar haber quien poseía el cuerpo de quien, una competencia muy excitante para ambos y al mismo tiempo reconfortante, hacer el amor no solo trataba de caricias y emociones, ahora lo hacían como si fuera la última vez que pudieran hacerlo. Semanas habían pasado después de aquel infierno que habían pasado, tanto uno como el otro y era normal que siguieran asustados, estuvieron a muy poco de perder su alma.

Gael sujeto a Nathaniel boca abajo, le beso el hombro y acaricio la piel hasta llegar a esa entrada que con ansias quería invadir, lo escucho gemir y gruñir, ¿canino? Sonrió travieso e introdujo el primer dedo en aquella entrada, Nathaniel ronroneo y elevo la espalda, pegándola al pecho del zorro. ¿Felino? ¿Acaso su pareja era un felino?

Nathaniel (Nuevas Especies 8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora