Luchar hasta caer

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Cuando el sol toca con sus primeros rayos de luz la tierra cada planta intenta ir a él, intenta alcanzar más de aquella cálida caricia... Cuando la luna surge las criaturas más bellas salen a cantarle y apreciarla, también es cuando uno se vuelve más frágil.

La respiración se le acelero al ver que todo comenzaba a dar vueltas, maldijo en voz baja antes de salir corriendo al baño, cerró la puerta tras de sí y a paso tambaleante se acercó al inodoro, rápidamente su estómago se vacío. Vomito por varios minutos, la garganta le ardía como si se hubiese tragado ácido y los ojos comenzaban a llorarle por el dolor de aquello que estaba pasando, era tan desagradable.

Cuando aquel horrible momento paso, le bajo a la manija del inodora y se levantó, dirigiéndose al lavamanos. Cuando se vio reflejado en el espejo hizo una mueca, la piel pálida y los ojos de aquel aspecto enfermo no le gustaban, era muy notorio lo mal que estaba. Solo había pasado un mes y ya había decaído, se comenzaba a cansar con facilidad, los vómitos eran nuevos a decir verdad, pero aun así no le agradaba aquella situación.

Abrió la llave del agua fría, cogió un poco con las manos y se enjuago la cara, se llenó la boca de agua y la escupió. Salió del baño después de asegurarse que se veía lo mejor posible, se pasó las manos aun húmedas tras el cuello y se fue a la cocina, debía distraerse de alguna manera. Nathaniel podía recordar cuando ayudaba a su madre y abuela en la cocina, ambas mujeres lo felicitaban por su sazón y habilidad...las extrañaba tanto a ambas.

No había logrado estar ahí para su abuela cuando Dios la pidió como alguien más en el cielo, un pequeño Gabriel de diecisiete años se había hecho cargo de los preparativos del entierró y eso para Nathaniel era mucho para un niño de tan solo esa edad, sí él hubiera estado ahí las cosas no hubieran sido de aquella manera.

Tal vez no hubiera hecho la diferencia, tal vez sí. Nunca lo sabría. Negó con la cabeza, dirigiéndose a los estándares para comenzar a preparar todo para un pastel de zanahoria y así cuando llegara su compañero no notara su mal estado, como las otras veces. Gael lo había descubierto en el baño vomitando, él le dijo que era por algo que le había caído mal, su pareja no le creyó (lo conocía muy bien), pero aun así acepto aquella ridícula respuesta.

- ¿Papá? –la voz de su hija Nuria lo hizo pegar un brinco, usualmente era mejor en captar lo que pasaba a su alrededor, otra cosa que le podía agradecer al imbécil de su padre.

- En la cocina, cielo. –alzo un poco la voz, sonriendo cuando su nena entro a la cocina, se veía radiante con aquella blusa café y pantalón de mezclilla, aunque esa mochila tan grande no era la mejor opción. –Buenas tardes, ¿todo bien, bebe?

- Eso quería saber yo, Gael está muy preocupado por ti papá. Dijo que la otra vez vomitaste mucho. –se sentó en la barra que separaba la cocina del comedor, dejando la mochila en el suelo.

- Si, bueno, algo que comí me cayó de peso. Creo que fue el puré o la sopa. –se encogió de hombros.

- Gael comió lo mismo que tú, él también tuvo que...

- Su aparato digestivo es mucho mejor que el mío, soportan muchas cosas y el mío es un tanto delicado, así que no me culpes porque algo me haya caído mal.

- Tienes razón, no pensé en eso. –rio bajo. –Eres muy inteligente.

- Me gustaría serlo más.

- ¿Para qué?

Para encontrar una jodida cura a esto que me alejara de ustedes...

Nathaniel (Nuevas Especies 8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora