Terapia

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La unica forma de salir del infierno es luchando, algunas veces parecerá que no hay salida y todo esta acabado, pero es tu decisión el dejarte vencer. 

La garganta de Nathaniel estaba al rojo vivo, sus manos estaban formadas en puño y la ansiedad de calmar sus demonios era bastante fuerte, pero no caería. Debia seguir luchando, pero la verdad parecía muy difícil de  lograrlo.

Lloriqueo del dolor que el cuerpo le daba, sabía lo que su sistema pedía a gritos y era lo que aquellas jeringas contenían, las cuales estaban en la misma habitación que él, ha tan solo unos tres metros. Hizo una mueca, se llevo los talones de sus manos a los ojos y grito con fuerza, dentro de él los lobos estaban peleando. El lobo bueno y el malo parecían llevar la pelea del año, la verdad es que no era lindo ser el ring.

Escucho pasos tras la puerta de frio metal, en la cuál estaba recargado y peleando por sus deseos y ansiedades, donde Lex lo habia metido para iniciar su recuperación. ¿Cómo se iba a recuperar sí le ponían la droga ahi enfrente suyo? ¿ACASO ESTABAN LOCOS?

Tal vez el loco era él...

Las cosas no suceden como uno espera que serán a menos que de un deseo mágico se trate, él aprendió aquello cuando cumplio diez años y su mejor amigo Lex habia salido de vacaciones fuera de la ciudad con su familia, en aquel tiempo habia conocido a alguien que lo hizo ver las cosas de maneras que un niño no debería.

Aquel día, Nathaniel paseaba sonriente por las soleadas cales de su ciudad, se dirigía donde antes vivía, había escuchado a su abuela decir que su padre se habia ido a una misión y por ende no estaria en la ciudad. ¿Emocionado?  ¡Claro que lo estaba! Podría ir por ropa, juguetes y, más que nada, fotos de su mami. La extrañaba muchísimo, verla sonreirles y más aquellas noches donde les cantaba, para espantar sus miedos. Su mamá ahora era un lindo ser con alas, todos los domingos le pedia a Dios que le dijera "hola" a su mamá de su parte y sabía que Dios lo haria, porque él sabia lo buena que era su madre.

— Duerme, duerme y sueña con  ser... —canto en susurro, sintiendo como se le formaba un nudo en la garganta. —de tu mejor tesoro el guardián.

Soltó un suspiro, le dolía cantar aquella hermosa canción y aún así no podía dejar de recordarla o cantarla, porque fue la última que su madre les habia cantado a su hermano y a él.  Cuando llego a su casa, abrió la puerta sin más ni menos, su padre nunca ponia seguro a las puertas.

Entro y rapidamente se dirigió a su cuarto, agarró algunas pocas cosas: juguetes, unas cuantas camisas que de seguro todavía les queda a su hermano y a él, su bolsa de canicas y los guantes de boxeo de su hermano.

Guardó todo en una funda de almohada, la cerro con un nudo y  es fue a la habitación de su madre, tomando un gran valor para volver a entrar ahí. Abrió la puerta, pero al hacerlo su pequeña sonrisa se borro por completo. Donde antes su madre los arruyaba  estaba hecho pezados, las fotografías, las hermosas piezas de cerámica...todo.

Los ojos se le llenaron de lagrimas, ¿qué clase de monstruo haria aquéllo? Claro que sabia cual era la respuesta, pero aún había una parte de él que deseaba que no fuera verdad y era porque su madre jamás escogería a semejante basura como pareja.

Se agacho y tomo en sus manos una fotografía en sus manos, era una donde su madre los tenia a ellos en su regazo y tras ellos tres estaba su padre. Gruño enojado y rompió la foto, solo  donde su padre estaba. Ese fragmento de la foto lo hizo añicos, no queria verlo jamás.

Se levanto enojado, tomo unas cosas más y cuando apenas íba a salir del cuarto de su madre, la puerta de enfrente se abrió y se le helaron hasta los huesos, su padre acababa de llegar.

Nathaniel (Nuevas Especies 8)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora