12. Jared

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Creo que puedo admitir que por primera vez en mi vida soy adicto a algo.

Durante estas semanas he probado tantas veces la dulce boca de Lissa que ya es imposible contar la cantidad de veces que la he besado, y aun así no creo que sea suficiente. Cuando voy por ella a su escuela coloco su suave espalda contra mi auto y me inclino para besarla, presionando mi cuerpo contra el suyo, presionando su cuerpo contra el auto, presionando sus labios con los míos, una maldita presión que me vuelve loco. La beso en las escaleras hacia mi departamento, la beso en cada semáforo en el que nos detenemos, la beso antes de dejarla en casa, la beso en la mañana, y lo mejor de todo es que ella me regresa el beso cada vez.

Algunas veces realmente creo que estoy soñando, me detengo por un segundo y pellizco mi brazo simplemente para asegurarme que este no sea un cruel sueño donde Lissa por fin ha cedido un poco y me permite tocarla de la forma que tanto ansiaba. Aunque inconscientemente hemos marcado límites al momento en que el contacto físico intenta ir más allá. Sé que Lissa no está lista para ello aún y no quiero presionarla, por lo que cada vez que parece que alguno va a perder el control me alejo con los puños cerrados conteniendo la respiración mientras pienso en inútiles formas matemáticas, hasta ahora parece que eso funciona. Y realmente espero que siga funcionando.


Estamos recostados en mi cama, la cabeza de Lissa está recostada contra mi estómago mientras me lee en voz alta uno de sus libros favoritos, mis manos juguetean con una de las suyas, ocasionalmente alzándola para darle un beso en el dorso, internamente sonriendo porque ahora me permita hacer eso. Después de un rato ella baja el libro y me mira de forma preocupante.

—Jared, ¿Por qué me pediste que me quedara esta noche contigo? —pregunta levantándose de su posición y sentándose en la cama a mi lado. Me siento un poco más derecho y tomo mi celular que está en mi mesita de noche.

—Tengo el presentimiento de que mis días son mejores cuando eres lo primero que veo por la mañana.

Ella se sonroja. Yo ya no intento ocultar lo loco que estoy por ella. —¿Seguro que no es por el día de mañana?

Suspiro. Ambos sabemos que mañana será un día difícil. —Me gusta tenerte aquí. Y sobre mañana no te preocupes, estaré contigo todo el día si así lo quieres. No voy a dejarte sola.

Me mira por un segundo y finalmente se inclina para colocarse entre mis brazos, dejo el celular a un lado y la estrecho contra mí. —Gracias, Jared. —Murmura estirándose para presionar un ligero beso contra mis labios, cuando ella me besa de esa manera siento que todo va a estar bien. Que puedo vencer al puto mundo solo por ella. Después de un par de segundos se separa y esconde su rostro contra mi cuello. Yo acaricio su espalda sin dejar de sostenerla y lentamente ambos nos quedamos dormidos.


Cuando despierto por la mañana ella no está.

Realmente no me sorprende del todo que se escabullera de mi cama demasiado temprano, incluso estoy algo seguro de que ella no durmió del todo. Necesita espacio, lo sé, y estoy dispuesto a dárselo, pero también tengo miedo que regrese la Lissa de hace varios meses atrás, la que encontraba en su casa vacía y sin esperanza. Me tomo mi tiempo al bañarme y vestirme, incluso desayuno lentamente aunque en realidad lo único que quiero es salir corriendo de casa para ir a buscarla. Por sé dónde está.

Después de un tiempo contemplando la pared me pongo de pie y tomo las llaves que están en la mesa de la sala. La mesa donde tengo varios marcos llenos de fotografías. Me detengo a contemplar una foto mía y de Mick que fue tomada un par de meses antes de conocer a Lissa, mi estómago se encoge al pensar que hoy es el aniversario de su muerte.

Enamorándote en Silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora