Extrañarla dolía.
Pero extrañarla e ignorarla dolía mucho más.
Pero es que a pesar de lo mucho que me puse a pensar sobre ello no pude encontrar una razón lógica por la que hiciera eso y de esa forma. O tal vez yo solo era un imbécil enamorado que no entendió el mensaje desde un inicio, que pudiera besarla no quería decir que era exclusivamente mi derecho. Porque dejó claro que no lo era, y eso me enfurecía. Seguía jodidamente loco de celos, y no podía enfrentarla de esa forma, porque haría algo idiota como herir sus sentimientos o amarrarla en mi sótano hasta que desarrollara el Síndrome de Estocolmo hacia mí. Sí... no eran buenas ideas para nada.
No sé cuantas de sus pequeñas notas tiré a la basura sin leerlas, probablemente más tarde me obsesionaría con ello de manera arrepentida, pero por ahora estaba seguro que si ella encontraba alguna forma de llegar a mí con cartas, que era seguro que podría, entonces cara a cara sería mucho más fácil tenerme de nuevo en su mano. Y no estaba seguro de querer eso. Además que regresábamos al problema de verla de frente. Por lo que ahora me había convertido en un idiota antisocial que se la pasaba en su casa en bóxer hablando con el gato de la vecina que de vez en cuando se asomaba por mi casa.
Era patético.
Camino hasta una de mis ventanas pensando si es buena idea salir, ya que es viernes por la noche, mi teléfono está lleno de mensajes y llamadas de los chicos que tampoco tengo muchas ganas de responder, pero ya han pasado dos semanas, tal vez es hora de enfrentar el mundo nocturno una vez más. Cuando recorro la cortina un poco mis planes se van al suelo pues está cayendo una gran tormenta y no quiero salir con lluvia.
Miro hacia la calle mientras recuerdo aquel día parecido a este en el que me presenté empapado frente al complejo de departamentos de Lissa. Y cómo ese mismo día jurábamos que no podíamos ser nada más que amigos. Ridículo. Lo mío hacia ella había empezado mucho antes que lo supiera y no había fuerza en todo el maldito planeta que pudiera evitarlo. Incluso a veces he llegado a pensar en que si Mick estuviera aquí todavía, habría elaborado un plan para robársela, sin importar que tan mierda me sintiera después. O tal vez solo la habría amado en silencio como hasta ahora.
Mientras contemplo la lluvia caer, noto que hay alguien fuera de mi edificio, camina de un lado al otro mientras mira algo entre sus manos y luego se acerca a la puerta. Me apresuro a ponerme una camiseta y un pantalón de chándal y bajar las escaleras, seguramente es algún inquilino que dejó las llaves dentro e intenta contactar a alguien para que le deje entrar. Espero que sea la chica linda del piso de arriba, puede que esté enamorado hasta el infierno de alguien más pero no soy ciego, y debo admitir que verla con la ropa mojada debe ser alguna fantasía de la mayoría de los hombres del edificio.
Pero para mi sorpresa no es ningún inquilino, y mucho menos la vecina sexy quién se encuentra empapada en la entra. Lissa abre los ojos ampliamente cuando ve que abro la puerta y su boca temblorosa se abre ligeramente cuando da dos pasos hacia atrás.
—J-Jared, —dice entre castañeos, su cabello está empapado al igual que su ropa, es como si hubiera estado desde hacía tiempo bajo el agua. —Y-yo estaba caminando y-y la ll-lluvia c-comenzó y-y... —no puede continuar por un temblor en su cuerpo, estúpidamente yo solo la miro sin saber que decir. —L-lo siento, —murmura y se gira para alejarse.
Cuando me da la espalda recobro el sentido y salgo a la lluvia para detenerla. Como si fuera a dejarla marcharse con este clima.
—Ven conmigo, —digo con mis manos, tomándola del brazo y llevándola hasta mi departamento, ella no dice nada solo me sigue entre temblores.
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Enamorándote en Silencio
Romance¿Cómo enamorarías a alguien sin decirle ni una sola palabra? ¿Cómo podrías meterte bajo su piel solo con notas y mensajes con tu teléfono? Esa sería la principal preocupación de Jared si estuviera interesado en una chica cualquiera, pero Alissa no...