SETENTA Y UNO

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- Salix babylonica o Sauce llorón, es un árbol que pertenece a la familia de las salicáceas y es nativo del este de Asia –Dictaba Germán en Voz alta.

-Podríamos simplemente copiar de Wikipedia –le dijo Gini mientras tipeaba en la notebook.

-Oh no, nada de eso, me tomé la molestia de buscar la información, compararla y complementarla para que nuestro trabajo merezca la pena, ¡así que nada de ser floja y usar el copy past en esta casa Señorita! –Germán dijo copiando el tono del maestro de Historia cuando se exasperaba.

-Por si se te olvidaba, esta es MI casa Don Sabelotodo –respondió Gini riendo y lanzándole una goma de borrar.

-¿A quién le importa?-dijo Germán acercándose para pasarle amablemente la goma de borrar, Gini extendió la mano para tomarla y él se la pasó, sus dedos demorándose en la mano de Gini, con una electrificante sensación que hizo que de vuelta su cara parezca un tomate.

Gini levantó la mirada para encontrarse los ojos avellana de Germán mirándola fijamente, mirándola casi como si de verdad pudiera ver a través de ella, quiso apartar la mirada pero se sentía demasiado abrumada para hacerlo, demasiado sorprendida por encontrar al fin esa mirada que había deseado desde el año pasado cuando aún no eran compañeros, cuando estaban separados en secciones y Germán le había alcanzado el moño que se le había caído del pelo para luego volverse a concentrar en quien sabe qué cosa en su teléfono.

Como si lo hubiesen planeado, Germán deslizo su mano sobre la de Gini, tomándola tranquilizadoramente y Gini volvió a sorprenderse de lo bien que encajaban juntas y de la sensación de calor que sentía allí donde Germán la tocaba.

Germán se fue acercando más a ella, la electricidad haciéndose más fuerte, el aire volviéndose más espeso entre los dos, Gini se levantó, anticipando lo que sea que estuviera a punto de pasar, su corazón martillando, podía sentir la respiración de Germán, tan cerca de ella, el silencio tan tranquilizador, sus ojos fijos en los del otro, sus manos sosteniéndose, una mano de Germán viajando hasta sus rostro para colocarle un mechón de cabello detrás de la oreja.

Y el timbre sonó, tan fuerte que ambos, exaltados y asustados saltaron apartándose como si hubiesen estado haciendo algo malo.

-Gini, cariño, es Anthony –gritó su madre desde el recibidor.

-Mierda –murmuró Germán tomando sus cosas y cargándolas en su mochila.

-Gini intentó recomponerse, aclarándose la garganta mientras Anthony llegaba con unos dulces y unas ¿Qué eran esas cosas? ¿Películas? ¿Acaso era En llamas? Que ironía del destino, del universo traer justo esa película en este momento.

-Hola linda –dijo entrando sonriente, confiado y hermoso, vamos, como todo un Anthony- traje unas películas para pasar la tarde –dijo, su mirada viajando entre Gini y Germán por un momento, deteniéndose en éste que estaba escribiendo algo en la notebook.

-Oh, vaya, no sabía que tenías cosas que hacer-dijo Anthony pareciendo apenado- es mi culpa por no haberte avisado nada, pero quise darte una sorpresa.

-No, yo... nosotros... bueno... solo estábamos –balbuceaba Gini rogando que su cara deje de estar tan caliente y roja.

-Oh, no te preocupes Génesis, puedo terminar lo que queda del trabajo y mañana en la escuela lo revisas para darme tu opinión –le dijo Germán- no quiero ser una molestia aquí así que, mejor me voy.

-No te preocupes amigo, dijo Anthony, terminen la tarea, yo puedo volver más tarde si te parece –dijo mirando a Gini.

-No, para nada –respondió Germán- yo termino lo que queda Génesis, me pasé el documento al pen drive. Por cierto, deje una que otra canción de los Beatles en tu escritorio para que las escuches.

Germán se acomodó la mochila en el hombro y se dirigió hacia la salida.

-Que se diviertan –dijo justo saliendo y Gini deseo estar por correr a la cornucopia, atrapada en el laberinto, buscando a su madre en Edom, cualquier cosa menos en este lugar y ese momento tan incómodo.

Querido GermánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora