Capítulo 4

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Cuando llegamos abajo, Diego se para y baja de la bici ágilmente. Me coge un mechón de pelo y me lo pasa por detrás de la oreja. Realmente no puedo creerme que sea aún el primer día. ¿Es posible enamorarse de alguien tan rápido? Me coge de la cintura y me baja de la bicicleta.

-¿Te ha gustado el viajecito? -quiere saber.

-Me ha encantado -le sonrío.

Me coge de la mano y empezamos a dar vueltas, sin rumbo. Llegamos a un sitio rodeado de arbustos desde el que se ve toda la ciudad. Me busca con la mirada y frunce el ceño, como si intentara leerme la mente. Cada vez estamos más cerca y empiezo a sentir cierto nerviosismo. ¿Va a besarme? No sé si estoy preparada. Se sienta en el suelo y yo me siento a su lado y apoyo mi cabeza en su hombro. Me siento la chica más feliz del mundo pero creo que todo está yendo demasiado rápido... Como si fuera un sueño. Transcurren unas horas que para mí son unos apasionados minutos hasta que me dice:

-¿Carolina?

-¿Qué pasa? -pregunto.

-Bueno pues que lleva un rato vibrándote el móvil...

-Lo siento, ahora lo cojo -reviso la pantalla- es mi madre. ¿Me dejas un segundo? -me aparto.

Mi madre siempre estropeándolo todo.

-¿Diga?

-¿Carolina? -no me suena tan bien como cuando lo dice Diego-. ¿Dónde estás? Son casi las nueve de la noche y sabes que no me gusta que llegues tan tarde si no me has dicho dónde estás...

-Vale mamá... Estoy en lo alto de la ciudad.

-Oye pues hija, ¿está bien esto no? Nueve de la noche y tu dando una vuelta por los límites de la cuidad.

-Sí mamá, he captado la ironía, ya voy para casa. Perdóname.

Cuelgo. Diego se me acerca cauteloso.

-¿Que quería?

-Preguntarme dónde narices estaba.

-Vamos sube a la bici te llevo a casa.

Le miró con cara de incredulidad.

¿Sabrá que no vivo tan cerca del instituto como para llegar en bicicleta?

-Caro, ¿de verdad piensas que he venido desde casa en bicicleta? Vivo a tres cuartos de hora del colegio y...

-¿Dónde vives?

-En la calle principal, delante del almacén abandonado. ¿Tú?

-Diego, yo... Vivo tres casas más allá.

-¿Carolina Navarro es una broma?

-¿Cómo sabes mi apellido?

-Se te cayó el cartel de Santi, aquí tienes -del bolsillo se saca un papelito doblado y arrugado en el que se lee mi nombre.

-Todo tuyo.

Volvemos por donde habíamos venido, sacamos la bicicleta de su escondrijo y subimos la cuesta arrastrándola. Cuando llegamos al instituto otra vez, mete la bici en el maletero de su coche y me abre la puerta para que entre. Lo arranca y empieza a ir hacia mi casa, que le indico que es la de color celeste, la que destaca entre las demás. Me doy cuenta de que tiene unos gustos de música muy parecidos a los míos, aúnque a él no le gusta la música clásica, cosa que a mí me encanta.

Llegamos a mi casa y baja para acompañarme a la puerta. Cuando llegamos me observa con cara indecisa. Bésame, bésame, bésame, le ruego mentalmente. Se acerca hacia mi. El corazón se me acelera tanto que parece que se me vaya a salir del pecho. Cada vez está más cerca, empiezo a notar su aliento en el rostro. ¿Realmente quiero que me bese? Cuando va a besarme, me aparto lentamente. ¿Porque habré hecho eso?

-Yo... Diego, lo siento. Ha sido un acto reflejo, yo... Te acabo de conocer y necesito estar estable antes de empezar algo. ¿Me entiendes verdad?

-Te entiendo pero, tú, ¿no estás estable?

-Bueno... Hay una cosa que no os he contado...

-Confía en mí Carolina.

-Bien... Yo... Bueno más bien ella... Mi mejor amiga Laura se suicidó delante de mí el año pasado y no sé si merece que yo sea feliz mientras ella... -lo dejo salir y noto como una gran burbuja de presión contenida explota en mi interior.

Quizá realmente necesite hablar del tema aún que es lo que menos me apetece en este mundo.

-Carolina claro que mereces ser feliz, pero también te entiendo. Si tú prefieres... Distancia, yo puedo dártela.

-Sí, bueno yo no lo había hablado casi con nadie... Aún no estoy preparada creo... Éramos inseparables, yo... -me echo a llorar.

Siempre que pienso en ello lloro. Me lo imagino, ya tengo bastante con las pesadillas y revivirlo en la vida real es aún peor. Lo recuerdo claramente, como si no hubiera pasado ya un año. Me despido de Diego y me pasa el pulgar por el pómulo, para secarme las lágrimas.

-Quizá tengas razón y necesito ser feliz... -añado estrepitosamente entre balbuceos.

Me acerco a él y le doy un beso en la mejilla que roza sus labios, es rápido, pero creo que me durará el efecto. Le suben los colores.

-Adiós Carolina...

-Adiós Diego... -y le doy mi más sincera sonrisa.

Abro, entro en casa y me encuentro a mi madre esperándome en el salón.

-¿Qué tal el primer día? ¿Supongo que has hecho amigos no?

-Sí, he hecho muchos amigos... Son todos muy amables -mientras lo digo se acerca a la ventana y corre la cortina.

-Me alegro por ti. ¿Y el coche? ¿Dónde lo has aparcado?

-Eh... En la parte de atrás -miento.

Mierda, no he caído en que tenía el coche en el aparcamiento del instituto. Tendré que rezar para que Diego caiga en ello y me venga a buscar... Mi madre puede conocerme mejor que cualquier otra persona en el mundo, pero aún no sabe cómo distinguir cuando estoy embobada, por suerte no tiene el don de saber cuando estoy enamorada.

-Y entonces ¿todo bien?

-Ha sido todo perfecto, gracias por cambiarme de colegio mamá, no hubiera podido soportarlo más meses... No era lo mismo sin ella. ¿Es que, porqué Laura?

-Cariño ya lo hemos hablado, Laura estaba pasando por un momento horrible. Las dos sabemos lo que le pasaba y entiendo que estuviera cansada, pero no comprendo porque optó por... Suicidarse...

Era la primera vez que mi madre lo decía en voz alta, sonaba tan... Cruel. Mi madre me dio un beso de buenas noches y se fue para arriba. Yo me quedé un rato más pensando. La verdad es que no quería dormir. Subí las escaleras, entre en mi habitación y me tumbé en la cama. Algunos días soñaba con ella, en cómo pasó. En cómo decidió quitarse la vida... Me despertaba en medio de la noche, empapada en sudor. Ahora ya hace unas semanas que no me pasa.
Si no lo nombro, no lo sueño.

Bucle suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora