Capítulo 7

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Se lleva los brazos al regazo y desvía la mirada.

-Nico, contéstame, por favor -le suplico.

-Puedo hacer lo que quiera con mi vida ¿vale? Para que vivir, si es sin ella...

-Hazlo por mí Nicolás, no podría soportar perder a alguien más.

-Lo único que quiero es recuperarla. Tenerla entre mis brazos.

Se derrumba y las lagrimas empiezan a caer por su rostro. Se me acerca y me coge de la nuca. Durante un instante temo que me bese pero pienso que es imposible, que es una tontería. Se está acercando y no sé si apartarme pero antes de que pueda tomar la decisión ya me ha besado. Me aparto bruscamente y el cabreo crece en mi interior.

-¡Nico basta! ¿Qué haces? Esto está mal. Eres... Eres asqueroso.

-Es que me recuerdas tanto a ella.

-¡Cállate Nicolás! No hay nada que lo justifique. Tu novia está muerta y vas y besas a su mejor amiga porque según tú te recuerda a ella. Tienes un problema Nico. Un problema.

-Lo siento... Lo siento de veras...-baja la cabeza avergonzado, va hacia la puerta, la abre y oigo como empieza a bajar. El sonido de la puerta al cerrarse resuena en casa. Blanca aún sigue abajo pero me da igual. Me pongo mi camisón y me estiro en la cama. Cada vez que pienso en Nico, me viene a la cabeza su beso desesperado y aún noto sus labios presionando los míos. Es verdad que sus húmedos labios de lágrimas me han reconfortado, pero no puedo evitar pensar que estoy traicionando a mi mejor amiga. Me siento sucia por dentro, yo no soy así. Quizá Nico tenga razón y la vida no tenga sentido sin Lau. ¿Y si ella está esperando a que haga lo mismo? Puede que quiera que suba al cielo con ella... Quizá sea lo mejor... Lo que merezco. Me miro en el espejo y empiezo a llorar. ¿Por qué ha de ser todo tan jodidamente doloroso y complicado? Mi vida debería acabarse...

- ¿Caro? -me dice mi padre interrumpiendo mis pensamientos.

- ¿Papá? -le pregunto acercándome a la puerta.

- ¿Estás bien? -me responde abriendo los ojos al verme los ojos rojos, como si con una loca estuviera hablando.

- Buenas noches, papá... -le digo refunfuñando cerrándole la puerta en las narices.

¿Cómo esperan que esté? ¿Dando saltitos porque mis dos mejores amigos han intentado suicidarse y uno de ellos con éxito? Pues lo llevan claro porque lo único que quiero en este momento es enterrarme en mis sábanas o hacer lo mismo que ellos. Siempre me hacen la misma pregunta y estoy harta, porque saben la respuesta. Me acerco otra vez a la cama y me vuelvo a acostar... Yo nunca tuve envidia de Laura por su novio, nunca. Nico... Sus ojos marrones claros y su pelo moreno con mechones rubios me trae muchísimos recuerdos. Cómo yo le presenté a Laura cuando teníamos diez años y como noté que cada vez perdían los dos el interés en mi... El sentirme dolida por creer que mis mejores amigos me excluían. Un día fui a casa de Nico y me los encontré riéndose y hablando y nunca había visto a una persona tan enamorada como Nico, se notaba en su mirada. Llevaban todo el verano casi sin hablarme por el simple mero hecho de que se gustaban. ¿Porque no podían decírmelo? Y bien, ellos me dijeron que temían que me molestara. Lo que pasaba es que Laura lo quería todo para ella, que no fuera de nadie más. Siempre había sido muy posesiva y se creía superior a todos pero yo la quería como a mi misma y la aguantaba siempre. No fue hasta antes de su suicidio que peleamos como nunca antes lo habíamos hecho... Y yo creo que fue la gota que colmó el vaso, por eso creo que me siento tan culpable. ¿Y si fue mi culpa? Me duermo con ese pensamiento en mente y por suerte me despierta la claridad de la ventana, ya que me olvidé de poner la alarma. Se han acabado los días de entrar a las nueve y a partir de ahora ya entraremos todos a las ocho de la mañana. Me muero de calor y me destapo. Hoy me pongo shorts. Cojo mi bolsa, salgo de casa y me invade el bochorno del ambiente. Cuando llego a la escuela deseando ver a Diego, le busco con la mirada y me encuentro con su pelo castaño despeinado. Empieza a ponérsele un poco rubio por el sol e imagino como estará dentro de un mes y medio, en junio, todo rubio... Me acerco toda contenta pero cuando se gira no puedo evitar exclamar y llevarme la mano a la boca.

-Dios mío Di-Diego, ¿que te ha pasado?

Tiene todo el ojo izquierdo morado como si alguien le hubiese pegado. Me fijo también en unas leves marcas en el cuello pero que nadie parece advertir ya que todos le miran la cara.

-Me caí por las escaleras.

¿Me caí por las escaleras? ¿Que clase de mentira es esa? Claro, se cayó y se dio con la esquina del escalón en el ojo, tiene muchísimo sentido. Miro a Lucía y veo como me mira significativamente. Hace que no con la cabeza, como si quisiera que no insistiese en ello.

-Ah vale... Pero ¿estás bien?

-Perfectamente Carolina -me dice cogiéndome la mano. Un escalofrió recorre mi cuerpo y siento que el calor me invade. Verle con esa cara me pone triste, ¿quién se lo habrá hecho? Me acaricia los nudillos y me da un vuelco el corazón. Está jugando conmigo... ¿Porque me afecta tanto que simplemente me coja la mano? No es normal... o quizá sí... No tengo ni idea. Lo único que sé es que por lo poco que le conozco tiene una gran influencia sobre mí, me vuelve absolutamente loca.

Hasta ahora no he coincidido con ninguno de mis amigos, salvo con Sam, pero aún no sé si se le puede llamar mi amigo. Voy al comedor y justo sentarnos empiezan a hablar sobre lo que han hecho esta Semana Santa y de repente todos, después de un comentario de Patri que les ha hecho recordar algo, han empezado a hablar sobre lo bien que lo pasaron el verano de hace tres años. La verdad es que me siento fuera de lugar, me incomoda que no piensen en que estoy aquí, callada, sin hablar.

-¿Caro quieres venir esta tarde a un sitio muy especial para mí? -me pregunta Cate mientras los demás siguen hablando del mismo tema.

-Sí, ¡claro! Me encantaría -le respondo yo con entusiasmo.

-Bueno y vosotros dos erais unos tortolitos -dice Lucía.

-¿Dos quién? -pregunto con una fingida picardía, todos se giran hacia mi.

-Cate y Diego -dice Nina.

-¿Juntos? -agrego sorprendida.

Veo por el rabillo del ojo como Cate se sonroja y yo, sin saber porqué, empiezo a sentir celos. Diego parece que también se ha puesto rojo pero hoy, el color de su cara, no creo que refleje especialmente sus sentimientos si no más bien sus cicatrices. Las siguientes clases se me pasan volando hasta que suena el timbre. Cate y yo salimos y nos despedimos de todos los demás. Dice que me lleva a una cafetería que, siendo claros, por fuera parece un zulo. Entramos y mi opinión no cambia, es el sitio más sucio y asqueroso que he visto nunca.

-Bienvenida a mi casa -me dice con una sonrisa.

Bucle suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora