Finalmente mi cuerpo reacciona y voy corriendo hacia la ventana y la cierro de golpe. Veo como al otro lado, él pierde el equilibrio y se agarra al marco que rodea el cristal. Por primera vez le miro a la cara y veo su rostro demacrado. ¿No estaba en la cárcel? Realmente parece que lo esté pasando mal... Quizá deberia de escuchar que quiere decirme. ¿Que estoy diciendo? Después de todo lo que ha hecho no merece ni un segundo de mi tiempo. Pongo el pestillo de la ventana y corro un poco la cortina, dejándola lo suficientemente abierta como para poder verle. Cojo el móvil y lo dejo en la mesita de noche por si en algún momento necesito llamar a alguien para pedir ayuda. Me meto otra vez entre las sábanas y no puedo evitar sentirme observada. Al cabo de quince minutos oigo un ruido y giro la cabeza hacia el exterior deseando ver como se está yendo, pero en vez de eso veo que, sin darse por vencido, se pone en una posición más cómoda en mi alféizar. Me sigue observando y al final llego a la conclusión de que tarde o temprano acabaré abriendo la ventana, así que mejor hacerlo ya, quitármelo de encima, y dejarle claro que no debe volver a acercarse a mi o pediré una orden de alejamiento. Sí, eso haré. Voy hacia la ventana y la abro.
-Hola Carolina, yo... Déjame explicarme, mira...
-Samuel no te andes con rodeos... ¿Qué quieres?
-Mira me han dejado salir bajo arresto domiciliario, porque según ellos no soy consciente de mis actos y tengo un trastorno. Pero no. Yo sé lo que hice y porqué lo hice, quería sentirme superior a los demás, me gustaba saber que podía controlarla. Así que en cuanto he podido desactivar el localizador del tobillo, que ha sido de lo más fácil, me he escapado... Sé que está mal pero, que esperaban que hiciera... Ese cachivache que llevaba en el pie no me ha detenido, la verdad. Quería verte, verte y decirte que lo siento. ¿Yo quería a Laura sabes? Pero no del modo en que tu piensas, no de modo vulgar. La quería como cualquier tio quiere a su sobrina... Pero poco a poco me fui transformando en un yo que ahora ya no reconozco. Un yo que ahora repugno. Juro que me gustaría no haber hecho nada de lo que hice, ni causar nada de lo que causé...
Me echo a llorar. No puedo sobrellevarlo. Todo lo que me dice hace que mis heridas se abran más y más.
-Tranquila pequeña... Ven aquí...
-¿Pequeña? ¡No me toques imbécil! No quiero volver a verte, nada puede perdonar lo que hiciste... ¡QUÉ TE VAYAS!
Pican a la puerta pero no se dignan a espera a que nadie conteste y la abren. Veo a mi padre asustado y mi madre soñolienta, medio dormida.
-Carolina ¿qué haces? No intentarás... ¿Qué haces asomada en la ventana? -dice mi padre con voz entrecortada.
-No hagas caso a papá, ven aquí... -añade ni madre con voz cariñosa y abriendo los brazos mientras se acerca a mi.
No me importa que piensen que estoy loca. Lo único que quiero es acabar con todo esto. Ser normal por un día. Mi vida es un infierno desde que murió Laura y, siento decirlo, pero ojalá no tuviera nada que ver conmigo. Voy hacia ella y la abrazo. Vamos al salón y ellos se sientan en los sillones mientras que yo me estiro en el sofá.
-¿Que ha pasado? -dice mi padre.
-Carlos no la presiones -reprocha mi madre taladrándole con la mirada.
-Samuel vino a verme.
-¿¡Que!? -intervienen al unísono.
-Solo quería hablar conmigo... -¿Porqué le defiendo?-.
-Voy a llamar a la policía -dice mi padre.
-Tranquilos se ha escapado, así que por una razón u otra lo meterán de vuelta a la cárcel, no hace falta encima también añadirle el peso de ser un acosador.
-Cariño en la habitación no había nadie -me dice mi madre.
-Mamá te lo juro, he hablado con él.
-¿Estás segura? -me vuelve a cuestionar.
-Sí...
¿Y si me lo he imaginado? Estoy casi segura de que no. Yo... Yo lo he visto con mis propios ojos, no he llegado a tocarle... Pero juraría haberlo tenido presente. La paranoia que tenía encerrada en un rincón de mi cerebro empieza a crearse otra vez. ¿Estoy loca? Mis ojos se cansan y caigo un sueño ligero. Descanso pero escucho lo que se dice a mi alrededor.
-Claudia, creo que necesita urgentemente ver a un profesional -oigo que dice mi padre.
-Ella está bien Carlos, solo es el cansancio. Aún está integrándose y acostumbrándose a todo.
-¿No le acababas de preguntar si estaba segura de haberlo visto? Eso demuestra que dudas de lo que nos ha contado.
-Vale, no la creo. Pero, ¿estás seguro de que necesita un psicólogo?
-Podríamos intentarlo. -añade mi padre con voz abatida.
-Sí... -mi madre llora y noto como sus lágrimas se calman cuando mi padre le da un abrazo, o eso creo yo.
Esta vez nadie me lleva a la cama y me quedo durmiendo en el cómodo sofá, que ha hecho que me despierte con un dolor de espalda inexplicable. Me desperezo y subo la escalera para cambiarme. Mi jueves transcurre con normalidad y cuando llega el viernes ya estoy impaciente por que llegue el fin de semana. Ha sido un día aburrido y sin demasiadas buenas noticias hasta que, por la tarde, Diego se me acerca.
-Caro, ¿quedamos mañana?
-¿Para...? -le digo sin querer, en tono cortante.
-Bueno pues, a ver lo decía por quedar y hacer algo.... Siento si te ha molestado.
-Perdón, perdón... Es que llevo un día de perros. Claro que me gustaría quedar -añado para suavizar la situación.
Mientras estamos en un incómodo silencio se va acercándo el resto del grupo.
-¿Caro nos das tu número y te envíamos un mensaje? -me pregunta Cate.
-¡Sí! Apuntad -preparan sus móviles-. 670 353 009.
-Perfecto pues... -mientras dice esto último me llegan varios mensajes.
«Hola cariñín, soy Cate»
«Hola guapa, nos vemos el sábado. Ya sabes quién soy, un beso.»
«Hola nueva amiga, aquí Bruno.»
«Hola nena, hoy estás estupenda. Lucía, xoxo»
«Los mejores momentos se viven sin batería amore. No esperes que esté todo el día enviándote mensajitos. Es broma, XD, soy Nina»
Y cómo no, Patri ha pasado de enviarme un mensaje, ni un miserable hola. Nos despedimos y Diego y Lucía me acompañan al coche.
-Chicos, ¿creéis que le caigo mal a Patri?
-Hombre, con lo que me ha dicho... -dice Lucía.
-¿Qué te ha dicho?
-Que le caes fatal.
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Bucle suicida
Teen FictionCarolina ha de sobrevivir a un gran cambio. Sus padres, tras que ella presencie el suicidio de su mejor amiga, consideran necesario alejar a Carolina del trauma. El miedo que tiene al comienzo de su nueva vida se disipa tras su primer día en un nuev...