Capítulo 10

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-¿Fatal? A ver ya sabía que le caía mal, pero ¿hasta ese punto?

No puedo evitar sentirme mal. Me he integrado bien y tal pero me gustaría también caerle bien a Patri, en fin, caerle bien a todos en general.

-No te lo tomes a mal... También odiaba a Diego y a Sam cuando llegaron.

-¿Bueno y el odio hacia Sam no ha desaparecido no?

-Pero el odio hacia Diego sí -puntualiza Lucía.

-Te odia porque te envidia, te lo digo por experiencia -me dice Diego.

-¿Envidia? Yo no he hecho absolutamente nada que pueda envidiar.

-Tienes razón, simplemente has llegado, le has caído bien a todos y eres el centro de atención -me dice Lucia sarcástica.

-Oye como si fuera mi culpa caeros bien -digo sonriendo.

-Nadie ha dicho que me caigas bien -añade ella levantando las manos hacia arriba exculpándose.

Diego le da un codazo y Lucía me abraza por la espalda.

-Que es broma tonta -me da un beso en la mejilla y empieza a alejarse caminando hacia atrás, seguiéndonos a los dos con la mirada hasta que choca con una persona y se pone roja.

-Adelante señorita -Diego me abre la puerta de mi coche. Me subo y da unos golpecitos en la ventana y bajo la ventanilla.

-Entonces... ¿queda en pie nuestra cita?

-¿Es una cita? -me sonrojo.

-Te recogeré a las cinco y media -me dice sin contestar sonriendo.

-¡Perfecto! ¿Entonces, es como una cita? -vuelvo a preguntar, intentando ocultar que estoy deseando que me diga "Sí, Carolina, es una cita."

-Hasta mañana -me dice conteniendo una sonrisa mientras sus labios se acercan a los míos.

-Hasta mañana -le digo yo, acabando con la electricidad que nos separa. Su lengua acaricia la mía lentamente. Le respondo con una fuerza suave y él se separa de mí para después volver a besarme. De repente nos interrumpe el claxon del coche de detrás y veo como Lucía sonríe sacando la cabeza por la ventanilla.

-¡Sois adorables! -nos grita.

-A las cinco y media pues -le digo a Diego con un beso de despedida.

Me quedo sentada en el coche mirando como una boba a Diego abandonando el aparcamiento a pie. ¿Va caminando a casa? Mi respuesta se acerca en un coche en el que ya he estado sentada, el de Sam. Sube y antes de que cierre la puerta me da tiempo a ver cómo Sam le da un codazo en la costilla, amistoso quizá, pero la mueca que pone Diego al recibirlo dice todo lo contrario. Supongo que es cosa de hermanos y, como yo no tengo, no puedo opinar del tema.

Cuando me despierto la mañana siguiente es la una y media y estoy más nerviosa que nunca. ¿Qué me pongo? Un vestido esmeralda y unas sandálias negras. ¿Demasiado arreglada? Me acabo poniendo una camisa beige por dentro de una falda verde y unas sandálias marrones. Bajo a la cocina y me encuentro la comida preparada encima de la mesa. Una vez comida, toca asearme. Como mi madre no está en casa, voy a su habitación, que está al final del pasillo. Solo entrar se ve su gran cama de matrimonio debajo de una ventana que da a la parte lateral del jardín. A su izquierda hay un gran tocador junto a una puerta que te lleva al vestidor. ¿Porqué no puedo tener yo un vestidor? En esa misma pared se encuentra la puerta del lavabo. Me acerco al tocador y cojo el maquillaje, el rizador de mi madre y me lo llevo todo a mi baño. Empiezo dándome una ducha de tres cuartos de hora con agua fría para aliviar mi tensión. Me seco el pelo, me peino y me hago tirabuzones a los lados que hacen que mi pelo parezca más voluminoso. ¿Le gustarán a Diego? Me pongo colorete, un poco de rímel y un toque de brillo de labios. Bajo las escaleras, subo las escaleras, bajo, subo, bajo, subo. Se me han hecho las cuatro y no tengo nada más que hacer durante la hora y media que me queda de espera. Oigo la puerta de entrada abrirse y mi padre entra por la puerta.

-He dejado a tu madre en la peluquería -dice al pasar por mi habitación, dicho esto va a su habitación y cierra de un portazo.

Últimamente se pelean mucho y lo que menos necesito ahora es que se separen. Sería otro peso más con el que seguir adelante... Voy a la estantería de abajo a buscar un libro pero no encuentro ninguno digno de leer así que enciendo la televisión. Están haciendo maratón de una serie que aún no conozco de unos hombres que naufragan y quedan aislados de todo el mundo en una gran isla. Me da tiempo a ver dos capítulos de veinte minutos hasta que son las cinco y media. Espero impaciente sentada en el sofá mirando por la ventana hasta que oigo un motor. Para mi gran decepción la que sale del coche es mi madre. El coche de Diego aparece por detrás. Aparca, sale del coche y mi madre le analiza con la mirada. Al final abro la puerta para que entre de una vez. Cuando mi madre me ve alza una ceja y me señala con un pequeño movimiento de cabeza a Diego. Abro mucho los ojos.

-Luego hablamos -le digo cuando pasa a mi lado. Por desgracia al entrar en casa da media vuelta y se pone en modo anfitriona. Diego se acerca y le sonrío y le hago también una mueca de disculpa, ya que lo más normal no es conocer la madre de la chica que te gusta en vuestra primera cita. ¿Le gusto? Eso creo... Y espero.

-¿Quién es este jovencito? -no, por favor.

-Me llamo...

-No hace falta que le digas cómo te llamas -le corto.

-Carolina no seas maleducada -me espeta mi madre entre dientes.

-Adiós mamá -le digo antes de dirigirnos al coche y subir.

-Hola -me dice Diego.

-Hola -suspiro yo, afectada por su cercanía. Me aguanta la mirada, me coge de la nuca y me besa.

Bucle suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora