Capítulo 16

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Finalmente Carmen había conseguido convencer a Lola de salir del hospital e ir al hotel. Ese día irían a ver el apartamento que los cuatro habían planeado comprar. A pesar de haberla convencido, la morena no se mostraba feliz en lo absoluto. No quería dejar el hospital con su novio allí, a medio morir y sin ninguna mejoría aparente.
- Carmen... Tú no entiendes... - Decía quejándose, retrasando la partida, mientras su mejor amiga, ya lista para irse, la esperaba junto a la puerta.- Me da miedo irme y que... Que cuando regrese él ya no esté aquí... Yo no... No...
- Eso no va a pasar, cariño. Jim está bien, solo que aún no despierta, pero cuando regresemos lo podrás ver de nuevo. - Repitió Carmen por millonésima vez. Lola estaba arreglada, había hecho todo lo que su amiga le había pedido, pero aún así se negaba a levantarse. La enfermera de turno, quien presenciaba la escena, le dio el lado a la rubia.
- Señorita Grant, debería salir u otra poco y respirar un aire diferente. Aunque no lo crea, si usted tiene una energía diferente, el paciente lo sentirá... - Explicó con amabilidad la mujer. Lola la observó, evaluando las posibilidades, luego sus ojos volvieron a Jim. Seguía dormido, en coma, estable, pero sin responder, y guapo, guapo como siempre. Lola soltó un suspiro, rendida, y como si pesara toneladas, se levantó del asiento junto a Jim.
- De acuerdo. Vamos... - Su mano soltó la de Jim, se inclinó para dejar un beso en sus fríos labios, y se unió a su amiga para salir del hospital.
- Te va a hacer bien que salgas. Ya estás pálida y es un día hermoso, amiga.
Los intentos de Carmen por animar a Lola no estaban dando frutos, pero se conformaba con saber que había sacado a su amiga de allí. Damen había dejado la camioneta suya y de Jim para ellas, mientras el cuidaba de su amigo.
Carmen era una pésima conductora, y eso ayudó para distraer a Lola, pues temía más por su vida en esos momentos en los que Carmen cruzaba las calles sin respeto alguno por la vida de los peatones.
- ¡CARMEN! Dios... En serio, ¿Cómo pasaste el examen? - La morena se aferraba al asiento del copiloto, mirando a su amiga con ojos desorbitados.
- Pues... Me acosté con el instructor y listo. - Respondió su amiga con calma. Ya recordaba esa anécdota, de hecho así consiguió ella misma el suyo, pero manejaba mucho mejor que Carmen.
- Pues de regreso yo voy a conducir. - Carmen rodó los ojos y "estacionó" en el edificio donde estaba el apartamento que verían.
El sujeto que les estaba vendiendo el apartamento, las estaba esperando en la entrada. Era un joven principiante, de algunos 27 años a lo mucho, parecía torpe, pero era atractivo. Carmen veía potencial en él, así que compuso su mirada seductora y pronunció aun más su escote. En otra situación, Lola se le habría unido al juego del coqueteo, pero en su cabeza solo había espacio para Jim.
- Señoritas, qué bueno que llegan. ¿Q-qué tal están? - Preguntó quedándose casi sin habla al ver la mirada de Carmen y el guiño qué le dirigió esta.
- Necesitamos regresar al hospital, ¿Podemos hacer esto rápido? - Dijo Lola, desesperada por salir pronto de allí. Carmen seguía con su juego de sonrisas y miradas, haciendo sudar al pobre muchacho.
- Eh, sí, sí, claro. Bueno, tengo los papeles para que los firmen, pero... Creí que querrían ver el lugar.
- No. Firmamos y nos vamos. - Sentenció la morena.
- Bien, entonces, síganme, por favor.
El vendedor las guió hacia el interior del apartamento, ubicado en el último piso del edificio. Tomaron asiento en el mesón de la cocina, y el muchacho dispuso los papeles frente a ellas. Carmen levantó su pierna, descaradamente, para acariciar la del muchacho. Le divertía ver como cambiaba de color el rostro del muchacho y se tornaba rojo.
- Carmen, ¿Quieres dejarlo para otro momento? - Masculló su amiga, firmando los papeles de la nueva casa. El vendedor acomodó su corbata y su peinado, pero Carmen hizo caso omiso a la advertencia de su amiga.
Finalmente terminaron con el papeleo. El vendedor insistió tanto en ver el apartamento, que Lola no tuvo de otra que aceptar. La vista que tenían desde la sala fue lo que cautivó. De noche, ese enorme ventanal, dejaría ver gran parte de New York. Podía imaginar pasar noches ahí, viendo las luces de la ciudad junto a Jim. Carmen llamó a su amiga, sacándola de su ensueño.
- Volvamos, cariño... - Susurró tomando la mano de Lola, volviendo a su actitud seria y preocupada por su amiga. Se despidieron del vendedor y le agradecieron por todo. El tipo hizo ademán de retener a Carmen, quizá para pedir su número, pero la rubia se apresuró a volver al auto. Ese era su juego. Dejarlos con las ganas.
Como dijo, Lola condujo de regreso al hospital, y fue sin duda un viaje más tranquilo y seguro para todos. Se mantuvo callada en todo el trayecto, concentrada en el camino para evitar pensar en su chico. Aunque fue casi inútil. Apenas llegaron de nuevo al hospital, bajó del auto y fue como un rayo hasta el pabellón en el que tenían a Jim. Carmen la siguió a un paso más lento.
Damen estaba en el pasillo hablando con el doctor que veía a Jim, ambos estaban sonrientes. Lola se acercó a ellos, algo confusa.
- Hola, ¿Ha pasado algo? - Preguntó esperanzada.
- Jim ha dado signos de estar despertando. - Dijo Damen con un tono de voz tan alegre que Lola nunca le había escuchado.
- Bueno, no hay que emocionarse, puede ser solo una reacción natural del cuerpo, aunque es algo bastante positivo, claro.
Lola cubrió su boca con sus manos, incrédula de lo que oía y claramente emocionada. Se lanzó a Damen con sus brazos abiertos, celebrando el progreso de Jim.
- ¡Quiero verlo! ¿Puedo? - El médico de Jim se encogió de hombros y asintió.
- No veo porqué no. Puede ser de mucha ayuda. - Dijo y Lola no lo dudó ni un segundo más. Entró a la fría habitación del italiano, donde reposaba en una amplia camilla, cubierto por varias sábanas y aún conectado a las maquinas que le ayudaban a mantenerse estable. Un pitido proveniente de una de ellas era todo el sonido que había allí, bueno, eso y sus respiraciones, la del italiano un poco más irregular. Con paso lento y cuidadoso, la morena se acercó hasta la camilla y tomó asiento sobre esta con cuidado. Las manos de Jim estaban heladas, así que las cubrió con las suyas para calentarla un poco, luego de acomodar sus cobijas. Lola lo miraba con ternura y adoración. Su atractivo no desaparecía aun en esas situaciones. Ya fuese recostado en su motocicleta, con un cigarrillo colgando de su boca, la camisa medio abierta, dejando ver alguna cadena... O allí, con un vendaje en su cabeza donde fue herido, ojeras rodeando sus ojos y el color escaso de su rostro. Él siempre lucía atractivo.
La mano de Lola acarició su mejilla, y se inclinó un poco para besarla.
- Despierta, amore mio. - Susurró junto a sus labios, con el poco italiano que había aprendido de él, con el corazón en la mano, deseando poder volver a escuchar su voz, o aunque fuese siquiera ver sus ojos abiertos de nuevo. En verdad necesitaba aquello para seguir siendo fuerte, para tener la esperanza de que se recuperaría.
- La mia vita... - Murmuró con voz ronca, haciendo que Lola se separara de golpe para comprobar que no estaba alucinando y que sí, era él. El corazón de Lola dio saltos dentro de su pecho. No sabía qué hacer, si lanzarse encima de Jim o llamar a los médicos, pero su instinto le hizo ir hacia él, con cuidado, y llenar su rostro de besos, aunque sus gritos de emoción alertaron a las enfermeras, quienes no tardaron en entrar. Al igual que Lola estaban sorprendidas. Si bien Jim no estaba lo más despierto, el hecho de que sus ojos estuvieran abiertos y reparando todo, y que hubiese hablado, era muy alentador. Muchas posibilidades tenían ahora de que su recuperación fuese más rápida.
- No puedo creerlo, Jim... Mk amor, estás despierto. ¡Oh Dios! - Lola no paraba de agradecer y de abrazar al rubio chico moribundo dejado de ella.
Él muchacho profirió un leve quejido, haciendo que su novia se alejará un poco, apenada por el dolor que pudiera causarle.
- ¿Te he lastimado? Lo siento...
- Señorita Grant, tal vez deberíamos dejarle descansar, el doctor ya viene para verlo. - La mano de Jim se aferró con la poca fuerza que tenía a la mano de Lola, decidido a no dejarla.
- No lo apachurrare de nuevo, lo prometo. - Pidió intentando convencer a la enfermera con su mirada. La mujer soltó un bufido a accedió a la petición de la morena.
- Pero sea cuidadosa, ¿De acuerdo?
- Lo seré.- Prometió. Volvió su atención hacia el chico una vez la enferma abandonó la habitación. Sus manos no dejaban de acariciar el cabello y el rostro de Jim, como queriendo comprobar con su tacto que todo estaba en su lugar, que sí era el mismo Jim que ella amaba.
- Dios, Jim... Que susto me has hecho pasar. - Musitó. - No sabes cuanto te extrañé...
- Lo siento, Lolita... - Jim aclaró un poco su garganta para no sonar tan ronco como lo hacía. Lola acercó un vaso con agua para que refrescara su garganta, evidentemente reseca.- ¿Qué pasó esa noche, Lola? No logro recordar nada de aquel día...
- Está bien, Jim... No te preocupes, todo está bien. - Replicó Lola, intentando no agobiar al chico por el estado en que se encontraba.
- Pero... ¿Aquel sujeto? ¿Damen está bien?
- Damen está bien, está aquí en el pasillo, y ese sujeto... Bueno, él tuvo su merecido en el tiroteo de esa noche, pero tu estás bien, todos lo estamos y así seguirá. No debes preocuparte de eso. - Le insistió Lola, acomodando sus sábanas. - ¿No quieres descansar?
- No estoy descansado. Solo quiero besarte... - Pidió con su típica sonrisa a medio lado, y una mirada tan intensa que parecía atraer a Lola como si de un imán se tratase. Ella se inclinó sobre él, procurando con mucha delicadeza no lastimarlo, y unió sus labios a los del italiano, con ternura y con todas las ganas que había aguantado todo ese tiempo en que él estuvo inconsciente. Las manos de Jim se posaron en la espalda de Lola, empujándola hacia él hasta que ya no hubo espacio entre ambos, y no había forma de separarlos. Bueno, al menos hasta que el médico entrara e interrumpiera el momento para revisar a su paciente.
- ¡Oh, Dios! Disculpen, chicos... - Sus mejillas estaban rojas, pero Lola y Jim solo rieron y se separaron solo un poco.
- Es bueno verte despierto, Jim. Soy el doctor Andrew Harris, vamos a revisarte y ver qué tanto has mejorado. - Explicó con calma, acercándose a las máquinas junto a él y anotando cosas en sus apuntes. Lola seguía sosteniendo la mano de Jim mientras no perdía detalle de lo que hacía el hombre de medicina. El apriete de la mano de Jim se iba haciendo gradualmente más fuerte, hasta el punto en que llamó la atención de Lola porque empezaba a dolerle su agarre. La muchacha fijó de inmediato sus ojos en él y soltó un chillido de dolor. Al mismo tiempo uno de las máquinas comenzó a pitar y el cuerpo de Jim a sacudirse se forma violenta. El Dr. Harris intentaba estabilizar a su paciente, pidió ayuda a gritos y dos enfermeras, junto a Damen, entraron corriendo a la habitación. Damen se detuvo en seco al ver a Jim convulsionando y a Lola intentando soltar su mano. Damen le ayudó con ello hasta conseguir soltarlos. El doctor dio la orden de que salieran, y el chico se llevó a su amiga hacia el pasillo, aún en contra de su voluntad.
- ¡¿Qué está pasando?! ¡Damen, debemos volver! ¿Qué pasa? - Lola forcejeaba con el chico, aunque este era bastante más alto y corpulento. Pasaba sus manos entre su cabello desesperadamente y no paraba de caminar de un lado a otro. Carmen llegó corriendo de la cafetería, alterada al verlos con tal aspecto de preocupación.
- ¿Q-qué ha pasado, chicos? ¿Jim está... Está bien? - Preguntó algo agitada.
- No lo sabemos... Lola, ¿Qué fue lo que pasó allí?
La aludida tomó aire y levantó la mirada hacia ellos. Luego de un segundo respondió a la respuesta de su amigo.
- Pues... Cuando entré, hablé con él. Había despertado, me preguntó por lo que había ocurrido, todo iba muy bien... Cuando el Dr. Harris entró para revisarlo, él empezó a convulsionar y... Y no sé qué le pasó... Él estaba bien. - Contó con la voz empezando a fallarle.- Luego... Luego nos sacaron de allí y yo... Yo no sé qué le pasó. - Lola se dejó dominar por el llanto, sollozando violentamente, con su rostro escondido entre sus manos. Podía decir que sentía mucha impotencia, pues había tenido a Jim de regreso, pero por muy poco. Sentía que estaba atrapada en un cruel juego en el que le daban esperanzas para luego arrebatárselas.
Varias horas pasaron y el medico de Jim volvió a salir para hablar con ellos. Traía un semblante cansado, pero aparte de eso, su rostro no revelaba más nada.
- Bueno, Jim sufrió de una falla en el cerebro. Se quedó sin oxígeno en él, pero afortunadamente actuamos rápido y está totalmente estable. Estable y consciente... - Aclaró.- Solo está sedado para evitarle dolor, pero por la mañana veremos qué tal responde.
- Pero, ¿Él está bien? Es decir que sí va a despertar, ¿No? - Preguntó ansiosamente Lola.
- Así es, él estará despierto por la mañana seguramente. Ahora... Debo irme, ha sido un largo día. - Dijo agarrando su nuca, evidentemente agotado.- El medico de turno estará pendiente de todo, ¿Bien? - Los tres asintieron. - Buenas noches.
- Buenas noches, doctor. - Respondieron al tiempo.

Lolita. {Lana Del Rey}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora